Schoenberg, Beethoven y Tchaikovsky, más las propinas
El 18 de agosto volvió Barenboim a los Proms londinenses, de los que últimamente es asiduo. No ha sido un concierto más de los muchos estupendos que ofrece últimamente aquí y allá, sino uno muy especial, en particular por su reveladora interpretación de la Cuarta Sinfonía de Tchaikovsky. Con una Orquesta del West-Eastern Divan (WEDO) que lleva ya también no sé cuántos años en excelente, sorprendente, forma (que se consolidó absolutamente ya en 2010 con las Variaciones op. 31 de Schoenberg y no digamos en 2012 con las 9 Sinfonías de Beethoven filmadas justo en los Proms, las editadas en DVD por Decca), Barenboim ofreció un programa la mar de atractivo: la Sinfonía de cámara No. 1 de Schoenberg en una lectura todo lo contrario que cerebral (como todavía muchos, prejuiciosamente, entienden la música del autor de Erwartung), sino más appassionata y expresionista de lo habitual, en la que me llamó la atención lo bien desmenuzada y explicada que está (hasta parecer, casi, una partitura clásica) y lo bien tocada -salvo algún leve tropezón- que estuvo por los quince instrumentistas requeridos.
El Concierto triple de Beethoven contó con el violinista Guy Braunstein (Tel Aviv 1971), exconcertino de la Filarmónica de Berlín y que gusta de integrarse a menudo enmedio del grupo de violines de la WEDO, con el más joven aún cellista Kian Soltani (Bregenz 1993, de origen persa), reciente ganador del Concurso de Helsinki, y con el propio Barenboim al piano. La toma de sonido de la BBC que he escuchado (ignoro si la emisora estatal británica, en vías de ser controlada -o sea, puesta al servicio de los tories- por Cameron, ha filmado también el concierto) creo que falsea el sonido de los solistas de cuerda, pues el del violín suena un tanto delgado y afilado (y no es así como suena Braunstein, al que he escuchado varias veces en vivo y en grabaciones) y algo parecido le ocurre al cello. Pero, dejando esto al margen, la ejecución y la interpretación de ambos me parece espléndida (por debajo, en cualquier caso, claro está, de Perlman y Yo-Yo Ma en la grabación EMI, CD y DVD, de Barenboim con la Filarmónica de Berlín). Por el contrario, el piano, que quedaba en segundo plano en estas grabaciones (de 1995), se escucha mucho mejor en la toma de la BBC, aparte de que Barenboim se supera claramente a sí mismo en una interpretación matizadísima y más contenida, no tan exaltada como aquella de Berlín. Tengo la impresión, que no he podido corroborar, de que el argentino-israelí-palestino-español (y no sé si algo más) ha podido tocar en esta ocasión en el piano que se ha mandado construir inspirado en uno que tocó Liszt en sus últimos años y que resulta particularmente cristalino.
Hasta ahora, la mejor de las versiones que Barenboim ha grabado de cualquiera de las tres últimas Sinfonías de Tchaikovsky era para mí (pese a la sensacional "Patética" de Salzburgo con la WEDO, DVD/Blu-ray C Major 2011) la Cuarta con la Sinfónica de Chicago (Teldec 1997). Pues bien, la versión de este verano en Londres es bastante diferente y para mí mucho mejor que aquélla: no siempre tan implacable y más contrastado el primer movimiento, con rincones y pliegues ahora mejor iluminados, un Andantino de ensueño, doliente en extremo y creativo hasta lo inimaginable. Y lo mismo esto último en el Scherzo (Pizzicato ostinato), que constituye un descubrimiento en toda regla. La recreación de este tercer movimiento, que suele ser el menos atendido en la mayor parte de las versiones, merece la pena ser confrontada a cualquiera de las escuchadas hasta ahora para comprobar hasta qué punto una mente tan lúcida como la de este hombre puede hallar aspectos insólitos en esta página. Nada de particular en el Finale, bastante similar al de Chicago: tremenda contundencia en la reaparición del tema inicial de la Sinfonía. El habitualmente caluroso público de los Proms reaccionó con un entusiasmo desatado. Un correcto -solo- Vals triste de Sibelius fue la primera de las tres propinas; la segunda, una arrebatadora, casi enloquecida, Obertura de Ruslan y Ludmila de Glinka, y finalmente un Firulete (el favorito tango del argentino, pieza de Mores arreglada por Carli) especialmente flexible y libre. Sería una gozada que se publicase al menos esta Cuarta de Tchaikovsky (también la han interpretado este agosto en Salzburgo, Berlín -Waldbühne- y Lucerna), a ser posible en vídeo.
Ni un solo concierto en España, ni siquiera en Sevilla, teórica sede de la WEDO (la Fundación Barenboim-Said). Tampoco me extraña: varios (por no decir la mayoría) de los críticos sevillanos tienen enfilado a Barenboim y lo vienen menospreciando (y hasta despreciando) año tras año. Aún no se han enterado de que es el más importante intérprete vivo; si en cualquier otro país lo idolatran, no me extraña que se haya hartado de tocar por aquí y pase de nosotros.