El magistral Claudio Arrau
El sello discográfico Lost Recordings ha publicado un recital Beethoven en Berlín celebrado en 1959 con tres de sus Sonatas: la 26 “Los adioses”, la 31, op. 110 y la 23 “Appassionata”. Nunca antes editado, confirma, una vez más, la enorme maestría del pianista chileno, pero ninguna sorpresa especial: tanto la primera de ellas como la tercera se parecen mucho a las que grabó por esos años, para EMI: merecen, en mi opinión, un rotundo 9. Y, como suele ocurrir, en las Sonatas beethovenianas de última época Arrau no se encontraba tan a gusto; incluso en esta Op.110 (un 8) incurre en algún desliz de dedos, lo que no impide que despliegue sin cesar un mecanismo y una técnica en verdad sensacionales. La toma de sonido, en público, es sorprendentemente buena.
La muy pujante Beatrice Rana
La joven pianista italiana (28 años) confirma también su gran clase en un disco Chopin que acaba de lanzar Warner. Contiene los 12 Estudios op. 25 y los 4 Scherzi. En posesión de un mecanismo asombroso, me recuerda en algunos aspectos a Martha Argerich, pero reconozco que cuando la de Buenos Aires tenía esa edad era sensiblemente menos madura que la italiana. También, al menos en estos Estudios, Rana suele mostrar un poso y una hondura de primer orden, así como una imaginación fecunda, pero sin sacar -nunca- los pies del plato o llegar a ser caprichosa. En los Scherzi su toque felino vuelve a recordar a Argerich, pero también encuentra espacio para una mayor reflexión. Un gran disco de una ya gran pianista, con una toma de sonido fenomenal.
¿Quién conoce a Boris Giltburg?
De padres y nacionalidad israelí aunque nacido en Moscú el año 1984, Giltburg obtuvo el segundo premio en el Concurso Paloma O’Shea de 2002, y el primero en el Reina Elisabeth de Bruselas el año 2013. Pues bien, este pianista para mí prácticamente desconocido hasta ahora acaba de completar la grabación de un ciclo iniciado en 2015 de las 32 Sonatas de Beethoven -empresa arriesgada donde las haya, no hace falta insistir en ello- que, lo diré ya, me parece más logrado que los muy notables de Saleem Ashkar (Decca 2018) e Igor Levit (Sony 2019). En estas Sonatas me han llamado la atención varias cosas: la poderosa técnica de Giltburg, su musicalidad, casi siempre inatacable, su sonoridad y comprensión del universo beethoveniano, su rigor y que las leves licencias que se permite me resultan atinadas. El ciclo de Ashkar, muy apreciable aunque con ciertos altibajos, ha pasado casi inadvertido, mientras que el de Levit, que no me parece mejor, ha gozado de un marketing y un soporte publicitario aplastante (¡casi como el de las primeras 9 Sinfonías de Beethoven para DG de Karajan!).
El de Giltburg posee menos altibajos que esos dos,
manteniendo un nivel sosteniblemente alto o muy alto, incluso en casi todas las
problemáticas Sonatas de última época. Escuchadas ya las 32, solo me han
defraudado un tanto el “Largo”, algo apresurado, de la Sonata No. 4, el “Adagio”, un poco crispado, de “la
Tempestad” (No. 17), el bastante desbocado “Presto con fuoco” de la No.
18 o el demasiado intimista y más delicado de la cuenta enorme “Adagio
sostenuto” de la 29 “Hammerklavier”. Pero huesos tan duros de roer como
las Sonatas 8 “Patética”, 15 “Pastoral”, 21 “Waldstein” (en la que se
han estrellado Gieseking, Gulda, Pollini, Zimerman, Kissin o Levit), 23
“Appassionata” (de tremenda rebeldía) o las tres últimas, salen no ya
airosas, sino mucho más que eso (todas estas, y no son las únicas, las he calificado
con un 9). Las tomas de sonido de Naxos son muy buenas en las primeras (las de
2015) y excelentes en el resto. Un espléndido ciclo, pues, en 9 CDs (aún
sueltos, pero a punto de aparecer en una caja), a un precio muy razonable. Tratándose de un ciclo de un sello "pobre" como Naxos (¿"pobre" de verdad?) es probable que no alcance la proyección que se merece.