El Beethoven con pluma de Nézet-Séguin
Algunos destacados biógrafos de Beethoven, entre ellos Maynard Solomon, sostienen que Beethoven pudo ser homosexual; no lo afirman categóricamente, pero aportan indicios de que pudo haberlo sido. Podría ser; no hay ningún problema, por qué habría de parecernos mal. Se sumaría a la extensa lista de grandes compositores que lo han sido, desde Lully y Haendel a Poulenc y Henze pasando por Schubert, Bellini, Chopin, Tchaikovsky, Saint-Saëns, Szymanowski, Hahn, Ravel, Falla, Poulenc, Britten, Gershwin, Barber, Copland, Bernstein… y muchos otros de los que se sospecha que pudieron serlo.
Pero esto no quiere decir que la música de Beethoven sea, nunca, nunca, amariconada en el sentido de frívola o con pluma. Es, por el contrario, tremendamente viril, si bien a menudo hay en su música -como se ha señalado a menudo- una gran ternura (que no tiene por qué tener su origen en la posible homosexulidad).
Entonces, interpretar su música con pluma es un grave error, un menosprecio de su arte. Y es lo que me parece hace Yannick Nézet-Séguin en varios momentos de su reciente ciclo de las 9 Sinfonías para DG, con la Orquesta de Cámara de Europa. Así en lo que llevo escuchado -no sé si tendré ganas de escuchar las nueve- me lo ha parecido, y mucho, en una frívola Primera, algo en la pimpante Segunda, en una floja Cuarta (imperdonable a lo que reduce su excelso “Adagio”) o en la absolutamente insípida y banal“Pastoral”. La Quinta es rápida -como todo lo que llevo escuchado-, desprovista de “pathos” y chillona: demasiado trompetera. No sé si seguir: ya veremos; de momento estoy agotado, no me merece la pena dedicarle más tiempo a este ciclo. Les temo especialmente a la “Heroica” (ya le escuché una, horrible, a este director), y a la Novena. De lo que acabo de escuchar, se ha salvado una notable Octava.
El Concierto de verano de 2022: Gautier Capuçon y Nelsons
Variadísimo y curioso programa el del concierto en los jardines del Palacio vienés de Schönbrunn el 16 de junio de este año 2022. Comenzó con la Obertura Leonora III de Beethoven: una más que buena versión, con algún detalle poco justificado, como el acelerón introducido por el solo de flauta poco después de las llamadas de la trompeta (por cierto: el músico al que le enfocan, muy lejos de la orquesta, no es el que toca…). Gesto hacia dos compositores ucranianos prácticamente desconocidos: del primero, Mykola Lysenko (1842-1912), un discreto vals titulado Despedida. Luego vino un muy libre pero muy interesante, creo que espléndido, Tango para gran orquesta (2003) del letón -paisano del director, Andris Nelsons- Arturs Maskats (n. 1957).
No parecía venir muy a cuento en este programa el Primer Concierto para cello de Saint-Saëns, en el que me ha decepcionado bastante el otras veces estupendo Gautier Capuçon, demasiado preocupado aquí por mostrar su virtuosismo -léase velocidad, hasta atropellar las notas en algunas frases-. Se desquitó tocando con belleza cantabile y emotividad la para mí sorpresa del concierto, la Melodía del ucranio Myroslav Skoryk (1938-2020), al que su reciente muerte ha librado de ver la invasión rusa (más justo decir putinesca) de su país.
La maravillosa, jugosísima Obertura de La gazza ladra de Rossini conoció una versión más voluntariosa que lograda, pues hubo en mi opinión varios desequilibrios entre las intensidades dinámicas de unos y otros grupos instrumentales (trombones apenas audibles, por ejemplo). La magnífica Rapsodia rumana No. 1 de George Enescu (¿no es seguramente superior a las húngaras de Liszt?) me pareció un poco desigual: algunos pasajes me sonaron algo machacones, para después alcanzar un virtuosismo, fantasía y entusiasmo llamativos: una ejecución de altos vuelos de la excelsa Filarmónica de Viena; en varios de los títulos tuvo oportunidades de lucirse a base de bien su primer clarinete, Daniel Ottensamer, hijo de Ernest -quien le precedió en el puesto- y hermano de Andreas, actual primer clarinete de la Filarmónica de Berlín: ¡vaya familia clarinetesca!
Para mí lo mejor dirigido del concierto fueron las dos piezas checas: la Obertura de La novia vendida de Smetana y la bellísima Danza eslava No. 10 (op. 72/2) de Dvorák. El concierto terminó, como va siendo costumbre, con un hermoso pero muy rubateado -quizá hasta el exceso- Vals Sangre Vienesa de Johann Strauss hijo. La toma de sonido del blu-ray ha mejorado mucho con respecto a las primeras ediciones de este Sommernachtskonzert, pero sigue siendo algo problemática por las características de la carpa que cubre la Orquesta y por la enorme amplitud del parque. La filmación y la iluminación sí que constituyen un alarde en toda regla.