Otra imponente sesión operística recuperada
Daniel Barenboim dirigió en los Proms londinenses de 2013 El anillo del nibelungo completo, en cuatro sesiones, naturalmente, y esta vez con la Staatskapelle Berlin y el Coro del Covent Garden.
El elenco de la última jornada -la única de la que, de momento, tengo constancia- fue tan extraordinario como el que sigue:
Las Nornas: Margarita
Nekrasova, Waltraud Meier, Anna Samuil
Brunilda: Nina Stemme
Sigfrido: Andreas Schager
Hagen: Mikhail Petrenko
Gunther: Gerd Grochowski
Gutrune: Anna Samuil
Waltraute: Waltraud Meier
Alberich: Johannes Martin
Kränzle
Las Hijas del Rin: Aga Mikolaj, Maria Gortsevskaya, Anna Lapkovskaya
Con un sonido bastante apreciable, la interpretación (en versión de concierto, por supuesto) transcurrió en silencio expectante y culminó en cada acto con tremendo éxito, con abrumador entusiasmo. No fue para menos. La batuta dio de sí todo lo -muchísimo- esperado, y, de hallarse en condiciones de sonido comparables a los blu-rays de Bayreuth y La Scala, esta sería en mi opinión su versión del Ocaso más puntera, por varias razones de bastante peso: en primer lugar la actuación memorable de la que para algunos ha sido durante al menos esos años “la mejor orquesta wagneriana del mundo” (pese a que algún beckmesser de turno señale con la tiza en la pizarra un ostentoso fallo en una trompa y, después, en una trompeta). Formidable el Coro del primer coliseo londinense. Por lo que respecta a Barenboim, no deja de asombrar un instante su conocimiento, su control, su fuego, su sentido dramático y trágico… ¡absolutamente sensacional! Desde Solti no se había escuchado nada parecido.
Y en segundo y tercer lugar: la Brunilda soñada y el Sigfrido soñado. Una y otro tuvieron una velada memorable, de musicalidad, de entrega, de expresividad, de canto magistral… poseyendo ambos unas voces ideales para sus papeles. Quizá lo más asombroso fue que no mostraron cansancio, que no se reservaron lo más mínimo en ningún momento. Si la soprano sueca ya era para ese momento bien conocida (y yo ya había escrito que es mi Brunilda favorita de toda la era discográfica), el tenor austríaco fue entonces una sorpresa monumental: en una parte tan dura y agotadora (o más) que la de Brunilda, Schager deslumbró de principio a fin a los asistentes, a la crítica y, hoy, a quienes hemos podido escucharle en esa actuación. Hacía mucho tiempo que no se conocía una voz tan extraordinaria para Sigfrido, acompañada de todas las cualidades requeridas (el otro Sigfrido de aquellos años, Lance Ryan, no le llega a la suela del zapato).
Mikhail Petrenko mostró
una voz tronante… que había perdido (¿?) algo de color de bajo; aun así, mete
miedo. Gerd Grochowsky siempre me ha gustado mucho; aquí la voz le sonó
algo más tremolante que de costumbre. Johannes Martin Kränzle ha sido y es mi
Alberich predilecto: magnífico y creíble intérprete sin recurrir a
exageraciones trasnochadas. Más que bien (creo que un poquito mejor que en La
Scala) Anna Samuil como Gutrune y terera Norna, y ya no en su mayor esplendor vocal pero sabiéndoselas
todas la Meier como Waltraute y segunda Norna. Tanto las Nornas como las Hijas del Rin
(estas las mismas que en Milán) fueron de auténtico lujo. ¡Esta versión no está
publicada, mientras hay tantas otras tan innecesarias y fallidas…!