La Filarmónica de Nueva York, una de las grandes orquestas estadounidenses, ha nombrado como director titular, con efecto desde el comienzo de la actual temporada, a Alan Gilbert. La institución que ha tenido a Bernstein, a Boulez, a Mehta o a Maazel ha apostado fuerte, pero con mucho riesgo. Ya veremos qué dice el tiempo, si la decisión ha sido acertada. Por de pronto, del primer concierto suyo de Ibermúsica (Auditorio Nacional, 23-I-2010) mi impresión no ha sido muy satisfactoria. De entrada, la Orquesta ha estado peor que en las restantes ocasiones en la que la he escuchado: Gilbert tiene una propensión a hacerla sonar demasiado fuerte casi todo el tiempo; la percusión, en particular los platillos, estuvo desaforada.
La primera obra, Expo, encargo de la Orquesta a Magnus Lindberg (n. 1958) que se estrenaba en Europa, resultó un tanto confusa creo más que debido a su orquestación, a ese gusto de Gilbert por el exceso decibélico. En el Concierto para piano núm. 2 de Prokofiev, en cambio, los resultados mejoraron ostensiblemente, y no sólo por la tremenda solidez de Yefim Bronfman (al que sin embargo Gilbert desdibujó por los excesos en más de un pasaje) gracias a la exactitud rítmica y a la incisividad de la batuta, que logró una notable claridad de voces. (Bronfman ofreció de propina una íntima y muy bella Arabesca de Schumann).
La Segunda Sinfonía de Sibelius de la segunda parte mostró las cualidadaes y las limitaciones de Gilbert: entrega, ímpetu, fuerza, pero también un temperamento demasiado inquieto que se tradujo en prisa y en carencia de lirismo y de misterio, y que impidió, por cierta falta de control, una planificación más sutil y también más firme de las tensiones, un tanto agolpadas y por ello menos efectivas. La Polonesa de Eugenio Oneguin de regalo cayó en los mismos defectos. La Orquesta siguió sonando muy bien y evidenciando (parte de) sus calidades, pero por ejemplo las trompas sonaron todo el tiempo demasiado, fueron rudas y destempladas, además de muy fallonas: a juzgar por ese concierto en concreto, trompas de una orquesta de segunda clase.
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