Mire usted, soy un poco menos imbécil de lo que usted cree. Creía, por lo que se ve, que yo iba a colaborar con usted en divulgar su desprecio hacia mí y hacia mis opiniones. Pues ya no va a contar más con mi ayuda. Como su trayectoria en denigrarme es larga (y en parte conocida por mí, pero hace mucho que dejó de interesarme lo que dijera o dejara de decir de mí), paso olímpicamente de usted. Es lo que creo que se debe hacer con personajes como usted (no hay demasiados, por suerte).
Usted, que me merece una opinión que no debo poner por escrito, escriba contra mí lo que y cuanto le dé la gana, pero dando la cara. Si no lo hace, podrá contar con la colaboración de otros, pero no con la mía. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Su e-mail de hace un rato no merece ser publicado, porque sin dar la más mínima razón o argumento, me falta al respeto. Así que, insisto, no cuente más conmigo.
Ahora bien: le reconozco que ha conseguido algo: que de aquí en adelante no publique en mi blog ninguna comunicación anónima más. Supongo que se sentirá muy satisfecho por tal logro.
Seguiré dando mis opiniones a la gente que las tenga en cuenta, o al menos las respete y respete a quien las escribe. No gano nada con esto, pero tampoco quiero perder, prestándome, ayudando a mi propia denigración.
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