EuroArts ha publicado un álbum de 4 Blu-Rays, a precio muy ventajoso, con las siete primeras Sinfonías de Mahler filmadas en Lucerna por Claudio Abbado con la Orquesta del Festival, entre 2003 y 2009. (La Octava no la ha grabado ni filmado, y la Novena está publicada en DVD y Blu-Ray por otro sello, Accentus).
Estas interpretaciones me han desconcertado un poco: con un nivel en mi opinión bastante variable, tienen en común una claridad instrumental suprema y una técnica de batuta deslumbrante, cualidades ambas apoyadas en una orquesta formada por numerosos músicos famosos, procedentes de las Filarmónicas de Berlín y Viena, de la Mahler Chamber Orchestra, del Cuarteto Hagen, o solistas como Natalia Gutman, Sabine Meyer o Reinhold Friedrich.
Tras su grave enfermedad, Abbado vuelve a asombrar como un verdadero mago de la batuta. Pero... no siempre como un gran intérprete. Por lo que se ve, para muchos melómanos y críticos, que han puesto todas estas versiones en los cuernos de la luna, esa técnica rutilante parece anulares el sentido crítico y no hallan deficiencias de ningún tipo. Me pregunto si de verdad comulgan con los edulcoramientos varios a que nos somete Abbado de vez en cuando, con o sin exagerados portamentos que a veces suenan tan lacrimógenos que rayan en el mal gusto (Segunda Sinfonía -2003-: 1er. mov., 18’20” y ss.; 2º mov., 25’40” y ss., 28’30” y ss., 30’30”; 3er. mov., 46’30”, 46’50”: con violín plañidero que para mí clama al cielo; 5º mov.: 1h. 4’. Etc., etc.). Por lo demás, esta “Resurrección”, con un Orfeón Donostiarra poderosísimo, una soprano correcta (Eteri Gvazava) y una mezzo espléndida (Anna Larsson), es espectacular y está repleta de maravillas, aunque el impactante final no alcanza, por supuesto, el grado sobrehumano de emoción de Bernstein en su DVD con la Sinfónica de Londres (DG).
La versión de la Primera Sinfonía (2009) es espectacular y prácticamente irreprochable, y es ya un ejemplo de cómo Abbado consigue que se oigan perfectamente texturas que suelen pasar inadvertidas. El secreto está, en parte, en una articulación extremadamente cuidada, en unos ataques de una igualdad asombrosa, en una graduación de intensidades enormemente trabajada... y también en la preferencia por una sonoridad en la que destacan las frecuencias agudas antes que las graves; éstas pueden emborronar un tanto, pero el empaste sonoro en el que éstas tienen mayor peso es más hermoso y más germánico.
En la Tercera (2009) me asombra que Abbado, tras sobre todo un primer mov. absolutamente asombroso y casi revelador en ciertas texturas, haga en el cuarto mov. (“O Mensch”), una y otra vez, unos glissandi en oboe y corno inglés (1h. 2’ ss.) exageradísimos y de mal gusto. ¿De dónde sale este descubrimiento, que por supuesto nadie más hace, ni siquiera él en su modélica interpretación de DG en 1981, con la Filarmónica de Viena? ¿Es que quiere convencernos de que Mahler cae en esas debilidades? No lo entiendo: puede que sean simples detalles, pero son inexplicablemente feos. El finale, con algunos momentos un tanto blandos en el canto de las cuerdas (1h. 25’) y una coda algo complaciente, nada inquietante y ambigua como en las más lúcidas interpretaciones, es una visión de especial dulzura y ternura, un tanto tópicamente femenino. Si comparamos con su grabación de 1981 veremos que en ésta hay menos sentimentalismo, más emoción y más rebeldía. Me quedo claramente con ella.
Si la Primera Sinfonía estuvo precedida de un Tercer Concierto de Prokofiev (en el que Yuja Wang deja constancia de su toque felino, delicado y nítido hasta en los escalas más veloces, con una entrega excesiva al virtuosismo pero momentos de gran delicadeza, y una dirección incisiva y atentísima, una vez más transparente hasta el máximo), la Cuarta Sinfonía (2009) estuvo precedida de unos Rückert-Lieder en los que Magdalena Kozena no siempre sale bien parada: su voz, más de soprano (lírica) que de mezzo, de poco volumen y que se destimbra al acercarse al registro agudo, se adapta bastante bien a “Liebst du um Schönheit” e incluso a “Ich bin der Welt”, pero nada en absoluto a “Um Mitternacht”, lied en el que le falta fuerza y dramatismo a raudales. La batuta es particularmente fina en “Ich atmet’”, pero nada convincente en una sinuosa, incomprensible “Blicke mir nicht”.
Pero esto no es nada comparado con la Cuarta, para cuyos movs. 1º, 2º y 4º tengo ciertos reparos (por cierto, Kozena está aquí muy bien), pero cuyo “Poco adagio” se me hace totalmente insoportable: cuajado de incontables portamentos, muchos de ellos muy pasados de rosca, y edulcorado hasta el mayor empalago. Lo lamento, pero no soporto este Mahler, y además no comprendo cómo melómanos de buen gusto pueden aceptarlo. Para mí, tras escuchar con bastante suplicio esta Cuarta, Abbado es un virtuoso absoluto de la batuta y, a la vez, es en ocasiones un músico de gusto, de musicalidad deplorable. Otros grandes directores se equivocan aquí y allá, o se aburren en ciertas interpretaciones, pero creo que no conozco otro que caiga en detalles (y más que detalles) tan lamentables. (Bueno, hay uno bien conocido: Valery Gergiev. Pero yo no lo considero entre los grandes).
En la Quinta (2004) volvemos a la plena sensatez: frente a su anterior grabación de audio en Chicago (DG, 1981), grandiosa, opulenta, impresionante, tenemos aquí un comienzo más contundente y rabioso, con unos acordes muy cortantes (lo que aquí encuentro la mar de adecuado). La reveladora claridad de costumbre no impide, sin embargo, que las trompas casi no se oigan en 7’05”, un momento crucial. Pero no tengo más objeciones en este primer mov., y casi ninguno en el tumultuoso segundo. El tercero es quizá el más formidable que recuerdo. El “Adagietto”, ¡milagro!, no tiene rastro de empalagoso. Y el finale, tal vez demasiado exclusivamente lúdico, casi juguetón, vuelve a ser un prodigio de realización.
La Sexta (2006) me parece la mejor de las siete. Interpretación poderosísima, terminante, brutal, feroz, extremadamente lúcida, de la que para mí es la más genial sinfonía de su autor, a excepción de la Novena. Sin rastro de decadentismo en el “Andante” (salvo un par de portamentos nada forzados, pero para mí innecesarios, en 30’55” y poco después), sólo tengo un par de puntualizaciones que hacerle: en el primer mov., los golpes de timbal del ritmo de marcha deberían ser algo más potentes, y en el último mov., el tema lírico de los violines me gustaría no exclusivamente bello y consolador, sino más agónico (como el mismo Abbado hizo en su sensacional interpretación de 1980 para DG en Chicago).
Tengo la impresión de que la Séptima (2005) es una sinfonía que no le gusta a Abbado; no sería el único gran director que me produce esta impresión: de los grandes creo que sólo se salvarían Klemperer, Maazel y Chailly. Ni siquiera mi admirado Barenboim. Es la de Abbado una versión rapidísima, sobre todo en el primer mov., el único –creo– que no llega a los 20 minutos. Hacia el minuto 18’, la velocidad es a todas luces insensata. Las músicas nocturnas son de trámite sin dejar de tender a triviales, cuando no un pelín ñoñas. El scherzo, el único movimiento que, excepcionalmente, muchos intérpretes miman, no tiene esa suerte con Abbado, que lo lleva a toda mecha y lo convierte en sinuoso y escurridizo, con glissandi feos en torno a 36’20”. El finale vuelve a ser absurdamente rápido, sobre todo en su introducción, tanto que no se entiende nada bien lo que pasa. Abundan los reguladores dinámicos exageradísimos.
Sigo pensando que el único director que ha hecho justicia a esta extraña sinfonía es Otto Klemperer (en su memorable interpretación para EMI de 1969, con la New Philharmonia, quizá la mejor grabación técnicamente hablando que le hicieron al colosal maestro). Aquí, la siempre proverbial claridad de Abbado no alcanza a la del anciano director de Breslau, de 84 años. Hay quienes, admirando mucho esta interpretación, dicen algo así como que “pertenece más a Klemperer que a Mahler”. Puede ser; en todo caso, ¡”prezioso elogio”!
Resumo: una Primera de primera, una Segunda y una Cuarta que a ratos no soporto, una Séptima que no soporto casi en ningún momento, una Tercera soberbia (salvo leves detalles), una Quinta extraordinaria y una Sexta sensacional. Como el sonido y la imagen son magníficos, y el precio es muy bajo, creo que merece la pena.
Por lo que he oído por mezzo, no siempre versiones seguidas o enteras, concuerdo en general con ud.
ResponderEliminarYo sería más duro con la Kozena en las canciones, no he oído la 4ª, y lo de Abbado con su refinamiento me deja perplejo.
Ya me gustaría reconstruir la impresión que me deja Mahler desde que escuché la 1 con Spiteri y las Canciones con Horenstein allá por los 66.
De una música francamente chocante a el colmo de la ortodoxia.
Pero hace años escuché a Inbal, mucho menos finolis, pero tenía más alma y era más provocador.
Total, Mahler en el centro de la alta burguesía de Lucerna.