El letón Andris Nelsons (nacido en 1978) es ya uno de las jóvenes batutas más brillantes, junto a Gustavo Dudamel o Yannick Nézet-Séguin. Está haciendo una carrera espectacular. Director titular de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham desde 2008, con ella acaba de volver a Madrid de la mano de Ibermúsica, para sendos conciertos los días 7 y 9 de octubre. Si la visita anterior fue más que prometedora, ahora la realidad se impone: al primero de estos conciertos no he podido asistir, pero sí al segundo, en el que hizo un Don Juan de Strauss ardoroso a más no poder, y con una sección lírica central de enorme sensualidad y con detalles aislados muy acertados; sólo le achacaría una conclusión un poco sosa y un volumen algo desmesurado de la percusión, sobre todo de los platillos.
El Concierto para violín de Dvorák (una obra que, dicho sea de paso, se debería tocar más a menudo) estuvo dirigido con sabor checo y con una atención exquisita a los menores detalles; sólo creo que el finale fue un poco más veloz de la cuenta. Lamento decir que Christian Tetzlaff, que a ratos parecía estar tocando una obra francesa dedicada a Sarasate, no me convenció gran cosa. Su virtuosismo en innegable, pero ni su sonido (algo afilado, poco corpóreo) ni su musicalidad están a esa altura.
La Segunda Sinfonía de Brahms, sin duda la obra más comprometida del programa, me pareció muy personal y, sin duda, admirable. A pesar de un sonido digamos más mediterráneo y luminoso del que solemos asociar a Brahms, las virtudes de la interpretación triunfaron sobre esa u otras ciertas reservas: maravillosamente cantada, muy transparente, muy bien graduadas las tensiones y resueltas las transiciones, cálida y emotiva, bastante dramática en los clímax de sus dos primeros movimientos, nada rutinaria sino siempre interesante y que, pese a su singularidad, no me parece que saque los pies del plato. Globalmente muy hermosa, pese a un finale un poquito desquiciado en su entusiástica brillantez.
El talento de este hombre creo que está fuera de duda, máxime teniendo en cuenta el rutilante rendimiento que obtuvo de la orquesta (espléndida, con flauta, oboe y clarinete solistas extraordinarios, algo menos convincente la sonoridad del grupo de trompas, y algo limitados los trombones para tocar en piano) y la forma tan espontánea y libre de prejuicios que tiene su gestualidad, que le permite comunicarse de forma muy directa y franca con los músicos.
Acababa de escuchar el DVD (Arthaus) en el que Nelsons dirige, admirablemente, a Barenboim los Conciertos de Chopin y en el que me había impresionado de veras una magnífica Sinfonía 44 “Fúnebre” de Haydn, con la Staatskapelle Berlin. Otra prueba de fuego esta última obra, superada con sobresaliente, o no sé si incluso con matrícula de honor. Un director, pues, a seguir con atención.
No viene a cuento con el artículo.
ResponderEliminarEncontré esa 5 de Solti del 88, de segunda mano, y efectivamente es apabullante, compacta, etc.
Gracias por la recomendación.