Opiniones de aquí y allá sobre música clásica, muchas veces a contracorriente, para que conozcan lo que opino algunos más que los amigos con los que me comunico directamente.
jueves, 19 de julio de 2012
Dos raros Massenet en DVD: el acierto de “Cendrillon” y el fiasco de “Don Quichotte”
Recientemente se han publicado en DVD dos óperas infrecuentes de Massenet: Cendrillon (La Cenicienta) y Don Quichotte. La primera, editada por Virgin en dos DVDs, y la segunda por Naïve, en uno. Con resultados muy diversos, pese a tratarse del mismo director de escena: Laurent Pelly. ¡Quién lo diría, por cierto!
De entrada, hay que dejar claro que el nivel artístico es muy diferente en una ópera y en otra: mientas Cendrillon (1899) es casi desconocida pero notable, ya que no inspiradísima (bastante por debajo de Manon y de Werther), francamente bien escrita y con numerosos pasajes jugosos y graciosos (¡el mejor e infrecuente Massenet cómico!), Don Quichotte (1910) es una españolada (peor: ¡¡una andaluzada, no una manchegada!!) sin pies ni cabeza, que deja en una caricatura grotesca la obra cumbre de la literatura universal. No contiene un solo momento de gran música, y su enorme despiste geográfico y su vulgaridad seudofolklórica es particularmente inexcusable tres años después de haber sido compuesta, también en Francia, la Rapsodia española de Ravel.
Pero es que, además, la interpretación de la primera es estupenda, mientras que la de la segunda es muy endeble. Joyce DiDonato es una Cenicienta maravillosa, que no cae en la blandenguería tirando a sensiblera y a cursi de Frederica von Stade en la espléndida grabación en audio CBS soberbiamente dirigida por Julius Rudel, con una fantástica Philharmonia Orchestra (1979). El papel es más bien de soprano (lírica) que de mezzo, pero la DiDonato no tiene el menor problema de tesitura, y además borda de rabo a cabo su papel, en lo musical y en lo escénico: es, sin duda, una de las más grandes cantantes de nuestro tiempo. La idea de encomendar el papel del Príncipe Encantador a una mezzo, en lugar de a un tenor, no me parece acertada; pero hay que reconocer que Alice Coote lo canta y lo interpreta a pedir de boca. Sencillamente sensacional y en plena forma aún (59 años), Ewa Podles, la contralto actual por antonomasia, en el papel de Madame de la Haltière, en el que demuestra una arrolladora vis cómica. Mayor, con bastante trémolo, pero muy artista el bajo Jean-Philippe Lafont (Pandolfe), y muy notable el Hada de la soprano lírico-ligera Eglise Gutiérrez (pero la comparación con la maravillosa Ruth Welting de la grabación de Rudel la deja a un segundo nivel). Bastante bien el Coro, y sólo correcta la Orquesta del Covent Garden, dirigidos casi siempre con más oficio que entrega por Bertrand De Billy.
Lo que es una verdadera joya de esta versión es la labor de Laurent Pelly, tan sencilla como eficaz, que subraya los elementos cómicos de la ópera con gran imaginación y acierto permanente, incluso con hallazgos extraordinarios. ¡Chapeau!
¿Es el mismo director escénico del Don Quijote de La Monnaie de Bruselas? No lo parece, en absoluto. Es su trabajo, como la ópera misma, una andaluzada, con vestidos femeninos de volantes y toreros por doquier (y si tiene intenciones paródicas o grotescas, tampoco lo consigue, pues no tiene la menor gracia), en espacios escénicos inadecuados que más que nada molestan. La batuta de Marc Minkowski, nerviosa y superficial, no ayuda a mejorar el desaguisado. Sólo levanta el vuelo un poco en el breve cuadro final, la muerte del héroe. Discreto el Coro y endeble, muy endeble, la Orquesta del Teatro de La Moneda –unos conjuntos que otras veces han sonado mucho mejor, lo que una vez más dice poco a favor de este director–.
José Van Dam sigue siendo un gran artista, pero a los 70 años la voz aparece ya muy cansada, escasa de volumen y con un fiato muy limitado. Su Don Quijote es aquí una pálida sombra del de su grabación, con Plasson (EMI 1993). Muy bien Silvia Tro Santafé como Dulcinea: hermosa y bien timbrada voz de mezzosoprano que hace todo lo posible por salvar un personaje insalvable. Sancho Panza debe ser un bajo, pero aquí tenemos un barítono, y no más que correcto: Werner van Mechelen. Finalmente, ni la imagen ni el sonido están a la altura de los tiempos; en Cendrillon son bastante mejores. Y si ésa tenía subtítulos en castellano, Don Quichotte carece de ellos.
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