1º: Sergei Rachmaninov; 2º: Vladimir Horowitz; 3º: Sviatoslav Richter; 4º: Arthur Rubinstein; 5º: Emil Gilels; 6º: Alfred Cortot; 7º: Glenn Gould; 8º: Alfred Brendel; 9º: Wilhelm Kempff; 10º: Artur Schnabel
Las presencias
Hace poco la revista australiana “Limelight” (primera noticia...) ha publicado una encuesta, hecha entre pianistas, sobre quiénes son los diez más grandes pianistas del siglo XX. Estas encuestas me parecen, de entrada, poco fiables, y menos aún cuando los que son preguntados son “profesionales”. Si están bien escogidos, me fío más de los críticos y, más aún, de los buenos aficionados.
Extrañará a algunos esta desconfianza mía, pero tengo el precedente de que prácticamente todos los violinistas importantes a los que se les pregunta responden que el violinista más grande ha sido Jascha Heifetz. Y es que debe de ser que valoran la destreza técnica antes que el arte. No dudo en absoluto de aquélla en Heifetz, pero sí dudo, y mucho, de su talla artística. No exagero si digo que hay decenas de violinistas que me parecen mejores músicos que él.
Pues bien, volviendo a los pianistas, se ha hecho una selección en la que algunos nombres no me sorprenden nada: Vladimir Horowitz por su hipervirtuosismo y Wilhelm Kempff, pero no por su hipervirtuosismo, sino por su para mí inmerecida fama, que no hubiera sido posible de no ser alemán (¡menos mal que no está su compatriota Wilhelm Backhaus! ¡Uf!). Horowitz, que ante todo solía hacer gala, por encima de la música, de su fuerza y su velocidad, y Kempff, que ocasionalmente podía ser un distinguido artista, pero que solía ser más bien irrelevante (ahí están sus grabaciones de los ciclos de las
Sonatas de Beethoven o Schubert).
Sobre Arthur Rubinstein, Sviatoslav Richter o Emil Gilels nada tengo que objetar. Sergei Rachmaninov fue muy importante en su tiempo, por ejemplo como intérprete moderno, visionario, de Chopin (de quien tan solo queda poco más de una hora de música grabada). Pero, por extraño que resulte, como intérprete de su propia música hoy tiene poco de modélico (escúchese su grabación de los
Conciertos y la
Rapsodia Paganini: nadie hoy osa parecérsele).
Alfred Cortot también fue un adelantado como intérprete de Chopin, pero tampoco su legado es tan imponente (¿tendrá algo que ver que había que incluir a un francés?). Porque, si hay alguien que ha rehabilitado y engrandecido la música de Chopin ha sido, en mayor medida que nadie, Rubinstein (no hay más que escuchar sus grabaciones de los años 30).
En cuanto a Glenn Gould, confieso que su Bach (el 90% de su actividad) no suele ser muy de mi agrado, aunque reconozco y comprendo que tenga sus incondicionales. ¿Fuera de Bach?: un Haydn superficial y un Beethoven -¡qué tres últimas
Sonatas!- incalificablemente banales e hipermecánicas.
Alfred Brendel sí que creo que puede figurar entre los diez grandes, nada vamos a descubrir sobre él. Incluso Artur Schnabel, aunque tal vez su contemporáneo Edwin Fischer no tenga menores méritos.
Y las ausencias
Pero lo más significativo me parecen las ausencias: la de los, para mí, dos más grandes pianistas de la segunda mitad del siglo: Claudio Arrau, intérprete colosal de Beethoven, de Chopin, Schumann, Liszt, Brahms y Debussy. Pero debe de ser que como era chileno... Y el más grande intérprete de Mozart y de Beethoven (¡ahí es nada!), otro pianista nacido también, curiosamente, en Sudamérica, en Buenos Aires: Daniel Barenboim. Intérprete no precisamente desdeñable de Bach, de Schubert, Chopin, Schumann, Liszt, Brahms, Debussy o Bartók... Pero, claro, es también director (para algunos, ni una cosa ni otra) y no es el típico virtuoso. ¡Qué más da que sea un músico como la copa de un pino, que en nada envidia en esto a los más ilustres nombres de la lista!
No menos sorprendente que estas dos es la ausencia de Maurizio Pollini, que para mí es dudoso que debiera figurar entre los diez, pero que es quizá, en España y en otros países, el más reputado. O la del también mítico Arturo Benedetti Michelangeli.
Más necesaria aún me parece la presencia entre los diez de Krystian Zimerman y de Evgeny Kissin. Pero tienen
solo 55 y 40 años. ¿Será por eso por lo que no están...?