viernes, 4 de enero de 2013

Brüggen vuelve a tropezar en la (¿misma?) piedra con las Sinfonías de Beethoven


En este su segundo ciclo de las 9 Sinfonías de Beethoven para Glossa (el anterior fue para Philips, grabado a finales de los 80 y principio de los 90 y publicado completo en 1994), el antes flautista pionero de los instrumentos originales vuelve a dar varias de arena y alguna de cal, cayendo de nuevo en lo más bajo en la Novena. Antes de nada hay que decir que aquél sonaba mucho mejor que éste, tomado en público en Rotterdam en octubre de 2011. Ahora los violines se hallan muy en segundo plano, oyéndose muy o incluso muy, muy lejanos. Esta circunstancia hace por sí sola desaconsejable este álbum. En uno y otro (el antiguo lo recuerdo sólo a grandes rasgos, y no tengo ánimo para volverlo a repasar) parece haber al menos dos directores diferentes: el sensato y el disparatado. El sensato nunca se acerca a los grandes, pero al menos parece tener la cabeza encima de los hombros.
Con un contingente orquestal no muy escuálido (7/8/6/5/3) y sin abusar de las sonoridades originales, logra a menudo incluso un empaste bastante atractivo. Repasaré algunas características destacables: en la Primera, el primer movimiento tira a plúmbeo, sin gracia ni chispa haydniana. El 2º resulta más movido (¡!) que el primero. Mejor es la Segunda, si bien el primer movimiento vuelve a ser algo pesadote, y algo blando el Larghetto, mientras el finale me parece espléndido. Hacer justicia a la “Heroica” está reservado a los muy grandes intérpretes beethovenianos: en el Allegro inicial no hay pathos ni tensión, en la Marcha fúnebre la genial sección fugada (una de las cimas del arte de su autor) es raquítica; a partir de ahí el movimiento, que empezó pasablemente, va tornándose más y más inoperante y vacuo. Banal, plano el finale, con un par de tirones de tempo bruscos e injustificados: el segundo de ellos una coda desquiciada. El primer movimiento de la Cuarta es risueño y casi pimpante; el sublime Adagio, rapidito, epidérmico, carece de inspiración y dimensión poética. Bien los dos últimos, pero el solo de fagot casi no se oye.
La Quinta vuelve a carecer de pathos; el solo de oboe a mitad del primer Allegro suena como un adorno (¡!). Contrabajos canijos en el Andante y mecánicos en el Scherzo, mejor el finale. Indiferentes, insípidos los dos excelsos primeros episodios de la “Pastoral”, que mejora ostensiblemente a partir de la Tormenta. La Séptima se convierte en un recital del timbalero: un primer movimiento machacón, militar, y un Allegretto tristón, casi llorón. Más elegante que brioso el primer movimiento de la Octava, con contrabajos anémicos; demasiado leve el Allegretto scherzando y correcto el resto. Nervioso y carente de grandeza dramática el comienzo de la Novena; rapidísimo el trío del Scherzo. Absolutamente insípido, irritante, el Adagio, que queda reducido a una página pálida, de trámite, ¡menor! Pero el colmo de los despropósitos está por llegar: el finale comienza con un galimatías orquestal al que sigue un recitativo en el que todo está al revés. Tras la intervención del barítono (¡sin duda, y de lejos, el peor que he escuchado jamás, en disco o en directo! ¿Habrá pasado un solo día por una escuela de canto?), el coro no canta “Freude!”, sino que lo grita, como si dijeran “¡Hurra!”. El tenor ¡¡hace bueno al barítono!! Infinitamente lírico e infinitamente amanerado y cursi, me quedo con sus nombres: Michael Tews el ¿“bajo”? y Marcel Beekman el tenorín. El Coro, regular, dice con desgana, como con pena, “¡Abrazaos, millones de criaturas!” Etcétera. Sin duda, la peor Novena que haya escuchado en disco.

3 comentarios:

  1. Después de escuchar las dos integrales beethovenianas de Bruggen con la Orquesta del siglo XVIII, me parece mejor la primera versión (Philips). Ambas versiones carecen del mejor registro sonoro, debido principalmente a la obstinación de Bruggen de no grabar en estudio. Las tomas de sonido eran siempre en vivo de varios conciertos, para después elegir los mejores movimientos y minimizar errores propios del directo. Los tempi son metronomicamente rápidos, en algunas ocasiones demasiado veloces. Las interpretaciones están lejos de las mejores versiones, quizá mejor en la primera, segunda y séptima sinfonias (Philips), que en las demás. Mejor en la segunda, quinta y octava sinfonias (Glossa) Lo más disfrutable de la orquesta,para mi gusto, es la sección de vientos, por el "regusto" de los instrumentos de época. Quizá con grabaciones en estudio y tempis más contenidos los resultados hubiesen sido mejores. Conclusión: El mejor Bruggen en las sinfonías de Haynd, aceptable para Mozart , justito en Beethoven. Saludos.

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    1. Bastante de acuerdo con tu última frase. Pero recordar que en Mozart tiene una excelente Gran Partita.

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    2. Cierto es, dirigida por Bruggen y grabada en estudio. Es sabido que en la Orquesta del Siglo XVIII Lucy van Dael fue la encargada concertina de la sección de cuerdas, mientras Bruggen se encargaba de los vientos ( a veces los ensayos eran independientes). Decir también que está orquesta no era estable, sino que mantenía un periodo de actividad de tres o cuatro meses al año. Cada integrante de la orquesta tenía una actividad principal ( en la docencia o incluso en otras agrupaciones).Los ensayos eran mínimos, ya que venían con en repertorio preparado antes de reunirse. Está orquesta tenía una concepción un poco "hippie", en su manera de funcionar, plenamente democrática en la que la opinión de cualquier integrante era tan importante como la del propio Bruggen. Los beneficios se repartían a partes iguales,incluido el director. Técnicamente la sección de cuerdas de está orquesta utiliza tres arcos distintos, uno para Rameau, otro para interpretación de repertorio Barroco y otro más para el Clasicismo. Dentro del movimiento historicista ya se ha levantado alguna opinión en el sentido de que abarcan demasiado repertorio y pierden especialización;que repertorio francés mejor los grupos franceses barrocos más reducidos etc.. En fin que no sabemos dónde vamos a llegar con esto de lo "auténtico". Saludos.

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