Horst Stein
Desde la época de los vídeos VHS no veía esta versión de Parsifal, tomada en Bayreuth el año 1991 y editada en DVD por D.G. 16 años después. El reparto es, sobre el papel, importante: muchos nombres conocidos y reputados. Pero, una vez escuchado, hay serias desigualdades entre ellos.
El protagonista es una gloria: antes de agotar (y agostar) su voz con Tristán y Sigfrido (los estadios finales de su evolución, que hizo bien en alcanzar), Siegfried Jerusalem se hallaba en su mejor momento para el papel titular del último título wagneriano (es del mismo año de la grabación en audio con Barenboim para Teldec): el color sigue siendo siendo básicamente lírico pero ya bastante oscuro; el volumen era ya considerable, pero la línea de canto se hallaba intacta, fluida y con un legato admirable (lo que le permitía cantar, y muy bien, lied.) La encarnación de su personaje es, además, plenamente convincente, lo que no puede predicarse tanto de su actuación. Aquí se inscribe, sin duda, entre los mejores Parsifales de que hay memoria: Wolfgang Windgassen (Knappertsbusch), René Kollo (Solti) o (que me perdone desde el otro mundo Ángel F. Mayo) Plácido Domingo (Thielemann).
La Kundry de Eva Randova no es de ese nivel: la voz, a medio camino entre soprano y mezzo, es bella, pero demasiado lírica y acusa notables cambios de color; los agudos son más firmes y hermosos que los graves. Canta notablemente bien, pero, claro está, no es (ni en el canto ni en la interpretación) Christa Ludwig (Solti) ni Waltraud Meier (Barenboim). Tampoco es buena actriz (va a ser culpa quizá, en primer lugar, del director de escena). Bernd Weikl es un Amfortas sobresaliente: bella voz, línea de canto impecable, interpretación muy musical si bien no todo lo patética, sufriente y atormentada que uno esperaría (Fischer-Dieskau con Solti, Van Dam con Karajan y Barenboim...)
El Gurnemanz de Hans Sotin puede ser el prototipo de materia prima espléndida, rotunda voz de bajo, que canta sin la menor distinción, elegancia o finura en su fraseo y cuya interpretación sencillamente brilla por su ausencia (¡qué diferencia con una de sus primeras apariciones, como Hunding en el Acto I de La Walkyria con Klemperer! Claro, allí había director...). A años luz de Hans Hotter (con Kna), de Gottlob Frick (Solti), de Kurt Moll (Kubelik, Karajan), de René Pape o de Matti Salminen (en el Teatro Real). Leif Roar pasa sin mayor pena ni mayor gloria como Klingsor. La intervención más asombrosa de esta versión es la de Salminen en el breve papel de Titurel: nunca he escuchado algo parecido.
Ya sabemos que Horst Stein fue un sólido kapellmeister wagneriano y, hasta, ocasionalmente, un gran director: la única batuta, junto a Barenboim, que ha dirigido en Bayreuth todas las óperas mayores de Wagner: la Tetralogía, Tristán, Maestros y Parsifal. Pues bien, aquí muestra su cara más pedestre, más de trámite (algo especialmente imperdonable en Parsifal), incapaz de todo atisbo de levitación. Sólo en los minutos finales de la obra levanta un poco el vuelo: ¡demasiado tarde! La Orquesta le suena bastante por debajo de lo habitual por aquellos años (ahora bien, no consigue que el Coro deje de estar extraordinariamente bien).
Finalmente, la dirección escénica de Wolfgang Wagner es tradicional y correcta (nunca chirría con la música), si bien falla claramente por la dirección de actores. Abusa, tal vez, de la geometría en los interiores, y los decorados exteriores recuerdan demasiado al maravilloso árbol del segundo acto del Tristán de Ponnelle en Bayreuth, sin –por supuesto– alcanzar su altura poética ni experimentar aquellas mágicas transformaciones lumínicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario