Beethoven
no es, ni mucho menos, uno de los fuertes de Sir Simon Rattle: lo deja bien
patente en su grabación del ciclo sinfónico, en una interpretación de la Novena
Sinfonía en un campo de concentración nazi y en la que acaba de hacer en
Madrid (y que le escuché, no entera, en la retransmisión de Radio Clásica).
Sorprende,
pues, la crítica laudatoria de Juan Ángel Vela del Campo en “El País” (27 de
junio; aunque lejos de echar las campanas al vuelo, como otras veces con este
director): “¡Qué hermosura de interpretación! [...] Fue espontánea, alegre,
ligera de sonido, virtuosa y fresca en el 2º movimiento, de una emoción
sosegada en el 3º. Sin cargas filosóficas a lo Furtwängler, sin densidades
sonoras a lo Thielemann, sin tendencias analíticas a lo Abbado, sin dominio
estructural a lo Klemperer”. Estos calificativos ya nos ponen la mosca detrás
de la oreja, pues varias de esas características no parecen las más adecuadas
para hacer justicia a la Novena de Beethoven ¿no creen? ¿Cómo pudo,
entonces, ser una “hermosura de interpretación”?
Por
cierto, dos de los directores citados no son, qué le vamos a hacer, grandes
intérpretes beethovenianos: Thielemann, en su ciclo con la Filarmónica de Viena
(¡en CD, DVD y Blu-ray!), teóricamente dentro de una gloriosa tradición
germana, salpica sus versiones de ocurrencias (¡no de ideas!) y de
detalles de gusto dudoso por su amaneramiento (¡pecado mortal en Beethoven!). Y
Abbado no ha hecho aportaciones destacables a la interpretación del Gran Sordo,
lo siento mucho. De todas las grabaciones de este autor que le recuerdo, sólo
me parecen realmente muy bien un “Emperador” con Barenboim y un Tercer
Concierto con Brendel, ambos en DVD. Ni una sola de sus Sinfonías me ha
gustado mucho, y varias me producen auténtica grima. Y, claro, no deja de ser
curiosa la ausencia en esa lista de directores del mayor beethoveniano de los
últimos lustros, Barenboim (del que, por cierto, por fin sus 9 Sinfonías salen
también en DVD: Decca publica hoy mismo, 1 de julio –no aún en España– en un
álbum de 4 DVDs, las que dirigió en los “Proms” de Londres en 2012 y de las que
he hablado maravillas en este blog).
Bueno,
pero vamos a lo único que le he escuchado en directo a Rattle y los Berliner
Philharmoniker en esta última visita a Madrid: el concierto de ayer, 30 de
junio, con un programa más bien extraño: una Obertura de La flauta mágica
con una introducción un poco a lo instrumentos originales seguida de un
allegro sin rastro de ese enfoque. La afinidad del de Liverpool con Mozart me
dio la impresión de que es mínima: varios pequeños hallazgos fuera de
lugar, nada naturales, y una ejecución ¡¡no impecable!! (¿falta de
ensayos?...)Siguió un Blumine (episodio felizmente descartado por Mahler
como 2º mov. de su Primera Sinfonía) sencillamente ideal, sin apenas
asomo del lirismo empalagoso al que la pieza se halla abocada, y de una
excepcional sutileza tímbrica. Magnífico el solista de trompeta, como toda la
orquesta.
Lo
mejor y más sustancioso de la velada fue el bellísimo y emocionante Concierto
para violín de Alban Berg con el que, al parecer, Guy Braunstein, primer
concertino de la Filarmónica desde 2000, se despedía de la orquesta para
dedicarse de lleno a la tarea de solista y camerista. La verdad, tras
escucharle, además de varias obras de cámara, el Concierto de Brahms
(con Nelsons) y el de Berg, estoy convencido de que este joven es un violinista
de primer orden: son obras a las que sólo un gran violinista y, a la vez, un
gran músico puede hacer justicia. Con un sonido que recuerda no poco al de su
maestro Pinchas Zukerman –redondo, grande, muy hermoso– y un mecanismo más que
suficiente (armónicos y sobreagudos de gran seguridad), Braunstein demostró
saber bien qué se traía entre manos con este Concierto en particular,
totalmente en estilo y transmitiendo con intensa emoción su peculiar mundo
interior. En los últimos días me he escuchado las grabaciones de Grumiaux y
Markevitch, Menuhin y Boulez, Perlman y Ozawa, Chung y Solti, Zukerman y Boulez
(mi versión favorita), y puedo afirmar que ninguna de estas ilustres batutas me
ha gustado más que Rattle ayer, totalmente en su elemento en este mundo, cuyas
connotaciones con Wozzeck me parece que puso muy de relieve.
Pero
con Schumann volvieron mis reservas: en la Sinfonía “Renana”, una obra
en la que es más difícil atinar de lo que puede parecer, no me convenció gran
cosa, pese a pasajes y hasta movimientos muy logrados (el Scherzo en concreto).
De entrada, la sonoridad, antes que bien empastada y equilibrada, me pareció
más brillante (y hasta hiriente) de la cuenta, resaltando a veces en exceso
ciertos instrumentos (las flautas en muchos momentos, por ejemplo). El primer
mov. fue más rápido que apasionado, el tercero, algo apresurado, apenas hizo
las funciones de lento meditativo, lo que desplazó más bien al 4º, que sin
embargo estuvo hecho como a cachos, con frases a veces un poco inconexas; aun
así, tuvo pasajes de religiosidad a lo Mendelssohn muy emotivas. Y en el 5º
predominó una alegría tal vez demasiado extravertida con discutibles momentos
jocosos, concluyendo en una coda demasiado acelerada y ruidosa. No faltaron,
como digo, frases muy hermosas y delicadas, así como una encomiable
transparencia en toda la obra, pero ésta careció de unidad y el idioma
schumanniano no terminó de cuajar. En cuanto a la orquesta, pese a la
intervención de solistas y grupos (las trompas) extraordinarios, no me
entusiasmó por falta de equilibrio entre las familias y por una sonoridad con
tendencia a los excesos.
En
resumen: confirmo mi opinión de que Rattle es, en muchos autores,
particularmente del siglo XX, una auténtica autoridad, pero ni mucho menos lo
es en otros compositores muy importantes (Mozart, Beethoven y Schumann entre
ellos: al parecer, la Segunda del día anterior convenció menos que la “Renana”).
Compositores que, por cierto, han sido históricamente base del repertorio
natural de la Filarmónica de Berlín, institución que tiene una gran
responsabilidad con la gran tradición musical centroeuropea. En estos autores,
otras batutas la hacen sonar con mucha más propiedad. O sea, ¡mejor!
Coincido con gran parte de lo que dices. En la "Renana" aprecias falta se equilibrio. A mi me dio la impresión en algunos momentos que faltaban instrumentos de cuerda para compensar el viento metal
ResponderEliminarPor cierto, no dejéis de consultar en el blog de F. L. Vargas Machuca ("Ya nos queda un día menos") la crítica que hace a la Novena de Beethoven de Rattle hace unos días en la Waldbühne de Berlín.
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Eliminar¡Y tanto que es cuestión de gustos! De gustos con mejores o peores bases y criterios. También es cuestión de gustos, mejores o peores, que guste más Carmina Burana de Orff o la Octava Sinfonía de Bruckner. Etc., etc.
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ResponderEliminar¡Menudo asunto! Los gustos se sustentan por la evaluación personal de una serie de factores bastante objetivos. Otra cosa es que algunos sean difícilmente definibles. Me imagino que es difícil cuantificar la valoración del final del Carmina Burana o el tema inicial de la 7 de Bruckner. Pero al escuchar una interpretación se valoran factores como afinación, sonido, tempo, fraseo, etc. Cada uno tiene un gusto pero se sustenta en pormenores sobre los que hay bases "consensuadas" y una educación por la experiencia musical de cada uno. No hablo de profesionales, que lo tendrán más claro. Los gustos, en mi opinión, son personales pero no enteramente subjetivos. Se me ocurre como argumento que esos gustos se afinan con el tiempo. Lo que no impide apreciar variables opciones. Y cada uno evalúa contra su gusto cada una de ellas. Las opiniones serían la expresión de esos gustos o el cotejo contra los mismos. Si ello es así los gustos también tienen mejores o peores bases.
ResponderEliminarAfortunadamente no nos gustan exactamente la misma mujer. Pero suele haber consenso sobre las que calificaríamos de guapas.