Tal vez Chen sea un apellido muy común en ciertas zonas de Asia; lo cierto es que cuando vi que un tal Ray Chen había firmado en exclusiva para grabar en Sony me acordé de haberle escuchado (sin saber quién era: el típico disco que me pasa algún amigo sin revelar los nombres de sus intérpretes) un Concierto de Beethoven realmente magnífico a otro Chen, un tal Robert Chen, que resultó ser concertino de la Orquesta Sinfónica de Chicago.
Pues bien, el joven taiwanés Ray Chen (n. 1989) parece no tener nada que ver con Robert, también de Taiwan. Ray se ha formado en Australia, su país de adopción: tras obtener en él numerosas distinciones, resultó el vencedor en dos importantísimos concursos internacionales: el año 2008 en el Yehudi Menuhin, y al año siguiente en el Reina Elisabeth. Maxim Vengerov, miembro del jurado en el primero de ellos, quedó muy impresionado y se aprestó a dirigirle en varios conciertos.
El que acabo de escuchar es su tercer disco para Sony, pues ya había grabado dos que desconozco: uno titulado “Virtuoso”, que contiene música de Bach, Franck, Tartini y Wieniawski, y otro con los Conciertos de Mendelssohn y Tchaikovsky con la Sinfónica de la Radio Sueca dirigida por Daniel Harding.
Este tercer disco es un programa Mozart con los Conciertos Tercero y Cuarto (K 216 y 218) y la Sonata K 305: una verdadera joya en el que tiene no poco que ver Christoph Eschenbach dirigiendo la Orquesta del Festival de Schleswig-Holstein y tocando el piano. Ray Chen, que toca un Stradivarius, posee un sonido muy bello, redondo y sin estrechamientos ni estridencias, posee un legato admirable, una línea de canto muy hermosa, natural y fluida y un estilo mozartiano inmaculado, tan lejos de la quebradiza e insignificante dulzonería de algunos como de la excesiva robustez de otros (Oistrakh, nada menos). Las cadencias, suyas, son tal vez un poco prolijas pero no sacan los pies del plato lo más mínimo (otra prueba de sensatez).
La dirección de Eschenbach, al frente de una orquesta irreprochable (plagada, por cierto, de componentes de nombre hispano), es modélica desde cualquier punto de vista: si la versión del Concierto K 316 es impecable, la del K 218 es una auténtica maravilla. Es curioso: hace muchos años Eschenbach (cuando aún no dirigía) solía tocar un Mozart anticuado: rococó, levísimo, ingrávido (ahí están sus Sonatas para piano de D.G.); hoy no orilla las sombras y la hondura de su música, y eso que esta Sonata no es de las obras dramáticas del salzburgués. Perfectamente compenetrados de nuevo, Chen y Eschenbach ofrecen una versión que no tiene que envidiar a la de Perlman y Barenboim (D.G. 1984, dentro del ciclo referencial de estas Sonatas). Las tomas de sonido son también un acierto completo. Gran violinista, gran disco.(La fecha de edición prevista para España es el 14 de enero de 2014).
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