Tras su desastroso ciclo sinfónico de Beethoven, Riccardo Chailly (Milán, 1953) ataca de nuevo. No sé qué le ha ocurrido a este director, que tiene en su haber multitud de grabaciones extraordinarias y magníficas, sobre todo de varios compositores italianos de ópera, de Mahler (¡qué Novena con la Concertgebouw!), incluso de Bruckner, y, desde luego, de numerosos y muy diversos compositores del siglo XX.
Más o menos desde que dejó la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam y asumió la dirección de la Gewandhaus de Leipzig (2005) –en lo que a todas luces constituye, por cierto, un retroceso–, puedo afirmar que no le he escuchado una sola obra que no la hubiese hecho antes mejor o mucho mejor que ahora. Su anterior ciclo sinfónico de Brahms con la maravillosa orquesta holandesa pecaba de sosera y de una palpable falta de idiomatismo o sintonía con el lenguaje y el sonido propios del compositor hamburgués; pero al menos aparentaba sensatez y seriedad. Este nuevo ciclo con la Gewandhaus, que acaba de lanzar su casa discográfica, Decca, por supuesto que no reencuentra ese idioma, pero además multiplica la sosería hasta niveles preocupantes. Será difícil hallar en la abundantísima discografía de directores importantes una Cuarta tan flojísima, por ejemplo.
¿Por qué las ha vuelto a grabar, cuáles son las nuevas aportaciones a estas obras? He aquí la respuesta: hacerlo todo más rápido y algo más liviano en las texturas orquestales y descubrir al mundo musical que estaba equivocado al pensar que Brahms era uno de los más grandes compositores, un hombre capaz de construir estructuras admirables con unas melodías bellísimas y conmovedoras, capaz de generar un dramatismo y una tensión tremendas. Todo eso se diluye en estas versiones, insípidas hasta lo irritante, en las que se salva algún movimiento aislado, como el finale de la Segunda (por cierto, el movimiento más vistoso y exterior del ciclo). Pero en otras ocasiones en que intenta dejar de ser pura rutina, como por ejemplo en el 2º mov. de la Primera, cae en el empalago: violín sumamente dulzón, oboe blandísimo (aquí y casi siempre). (Esto lo estoy viendo últimamente cada vez más, en Chailly y en otros: total inexpresividad o dulzonería pasadísima de rosca).
Curiosidad: se añaden en el álbum como complementos el arranque original de la Cuarta, totalmente desafortunado frente al genial de la versión definitiva; el final alternativo del primer mov. de la misma (prácticamente igual) y el 2º mov. completo de la Primera, muy inferior al modificado, e interpretado con un exceso de melaza verdaderamente empachoso. Poco interés tienen las transcripciones de los Liebeslieder-Walzer y de dos Intermezzi, tocados con un empalago insufrible. Por no estar bien, tampoco lo están las tres Danzas húngaras orquestadas por Brahms. Sí, Chailly ha conseguido ¡casi! igualar el destrozo que hace poco operó sobre las 9 Sinfonías de Beethoven. (¿Habrá nuevas víctimas?... ¡Echémonos a temblar!)
Realmente lo que está haciendo últimamante Chailly no tiene nombre...
ResponderEliminarEs un GRAN ciclo de Brahms el realizado por Chailly, le ha quitado sublimemente toda la costra acumulada en los últimos 130 años. Otra cosa son los ingenieros de sonido de la Decca que son, como casi siempre, insulsos. No olvidemos que ellos son parte MUY importante de la apreciación que tenemos al escuchar un disco.
ResponderEliminarEstá usted muy, muy equivocado. ¿Costra lo aportado a Brahms por Furtwaengler, Walter, Böhm, Celibidache, Solti, Sanderling, Giulini, Bernstein, Haitink, etc.? Sólo he escuchado la Cuarta de Chailly, y no vale un pimiento. Ya conozco cómo le había quitado la "costra" a Beethoven, a Mendelssohn, a Schumann. Hoy, Chailly es un director de tercera fila, cuando lo había sido de primera. Eso es lo que hay.
EliminarNo le eche la culpa a la grabación: las de Furtwaengler son peores. Luis L.
Tranquilidad. Yo no he dicho que me parezcan malos los ciclos con "costra" (por supuesto, algunos tienen mayor cantidad que otros). Son historia de la interpretación y ahí están. Todos los que ha mencionado me gustan, unos más que otros, especialmente el de Bernstein (DG). Y en fin, la decisión de Chailly es para mí muy sugerente en la actualidad, y decir que es un director de tercer fila lo considero una broma, no me la tomaré en serio.
ResponderEliminarPara finalizar diré que para mí el único error de Chailly en su ciclo de Beethoven fue dirigirlo con instrumentos modernos, su estilo se adaptaría mejor con instrumentos originales. Huelga decir que uno de los ciclos que más admiro es el de Jos van Immerseel (y me he tragado más de una veintena de ciclos, incluidos los horrendos de Karajan DDD y Solti DDD).
Saludos.
Por supuesto Chailly no ha perdido su gran dominio técnico de antes, pero desde hace algunos años no le escucho una sola INTERPRETACIÓN que me convenza; por eso no tengo ahora por un primera fila.
EliminarEn cualquier caso, dada su admiración por el ciclo Beethoven de Immerseel y su aborrecimiento del último de Solti sé que nuestras opiniones van a confluir muy, muy difícilmente.