Opiniones de aquí y allá sobre música clásica, muchas veces a contracorriente, para que conozcan lo que opino algunos más que los amigos con los que me comunico directamente.
lunes, 17 de noviembre de 2014
Dos músicos llamados Evgeny Kissin: recital en Ibermúsica
Ayer, domingo 16 de noviembre, dio Evgeny Kissin su esperado recital para Ibermúsica. ¿Qué digo: un Kissin? ¡Dos!: el que interpretó (es un decir) la Sonata 21 “Waldstein” de Beethoven y el que interpretó (¡ahora sí!) todo el resto del programa: Prokofiev, Chopin y Liszt. Las Sonatas de Beethoven y la “Waldstein” en particular tienen un largo historial de despropósitos, al verse convertida en pieza de mera exhibición virtuosística cuando es una partitura de una belleza y hondura musical excelsas. Esto fue lo que le ocurrió a Kissin Primero de Moscú: se dejó llevar por la velocidad y convirtió el primer movimiento en un churro. Sólo hubo frases, muy aisladas, que dejaban entrever a un artista. Sí apareció éste en el brevísimo Adagio molto, pero ya el mágico arranque del Rondó resultó romo, sin el menor misterio ni elevación: este movimiento acabó siendo casi tan pedestre como el primero. Ya escuché hace años cómo nada menos que Krystian Zimerman también dejó reducida esta misma Sonata a bien poca cosa, pero lo de Kissin de ayer fue bastante peor, más triste y más inexplicable. Aseguro, y creo que no exagerar, que en el Concurso de Piano de Jaén he escuchado la “Waldstein” varias veces más o menos tan bien tocada y mucho mejor interpretada, a pianistas desconocidos de los que nunca más he vuelto a saber nada. (Creo que si Kissin escuchase esta Sonata a Arrau o a Barenboim no volvería a destrozarla como ayer, o incluso no volvería a abordarla, como hizo Rostropovich con el Concierto de Elgar después de escuchárselo a Du Pré).
Tras este destrozo (¡que fue sólo circunspectamente aplaudido: hasta el más bien ignorante público se dio cuenta!), salió al escenario otro pianista, de aspecto parecidísimo al anterior, que demostró en su interpretación de la Cuarta Sonata (“de viejos cuadernos”) de Prokofiev, una de la menos conocidas de su autor, que no es una partitura menor dentro de sus serie, como se suele opinar, sino una obra de potencia, rebeldía y aire amenazador inesperados: el Andante assai deja de ser un tiempo lento tranquilizador, y en el tercero atiende a la perfección, con dedos de acero, la singular indicación Allegro con brio, ma non leggiero. Kissin Segundo de Moscú hizo una auténtica creación de ella, dejando en evidencia a los pianistas (¡no sé si a todos!) que la han llevado al disco.
El pianista de toda la segunda parte siguió siendo Kissin Segundo. Los tres Nocturnos de Chopin, aun con ciertas leves desigualdades, evidenciaron al Artista: sobrio pero tremendamente poético el Op. 9/1, lo mismo pero algo entregado al virtuosismo en ciertas frases digamos ornamentales el Op. 9/3, y muy potente y dramático el Op. 48/1, si bien el aterrador clímax no estuvo del todo bien preparado, no consiguiendo hacerlo inexorablemente necesario.
La seis Mazurcas que siguieron mantuvieron esa sobriedad marca de la casa que no destierra el amable, encantador aire danzable. Pero las alejó todo lo razonablemente posible de la música de salón en las que, por su apariencia, se las suele encuadrar. Me gustaron especialmente la Op. 7/2 y, sobre todo, la última de las que programó, la Op. 41/1. El programa se cerró con una asombrosa, alucinante ejecución de la Rapsodia húngara No. 15 “Marcha Rakoczy” de Liszt, en la que el virtuosismo inevitable no tuvo nada de “huero o superficial”, sino que se elevó a “trascendental”, como escribía Luis Gago en sus estupendas notas.
Ofreció dos propinas: una maravillosamente melancólica y elegante lectura del Vals Op. 69/2 de Chopin y una fulgurante, increíble, del Segundo Estudio basado en Paganini (Andantino capriccioso) de Liszt. Kissin Segundo es, en suma, no sólo un pianista apabullante, sino también un gran Artista. Así, con mayúscula. (P.D.: Me dicen Luis Gago y Pedro González Mira que me perdí una tercera propina: la Marcha de El amor de las tres naranjas de Prokofiev. Lo siento. Había quedado y llegaba muy tarde a mi cita).
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPues mire lo que escribió ayer Juan Angel Vela del Campo en El País: "Ya en Beethoven, Kissin cautivó el sábado (error: fue el domingo) con una interpretación magistral de la Sonata número 21". Como yo estuve en el recital, puedo asegurar que es usted quien lleva la razón, y no Vela del Campo, que parece estar bastante sordo, o no conocer la obra. Alberto.
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