Es curioso: últimamente me estoy repasando multitud de grabaciones de Conciertos para piano de Beethoven y Mehta los dirige estupendamente, por ejemplo los cinco que grabó con Ashkenazy (Decca 1984) y no digamos el Tercero del 70º cumpleaños de Barenboim (DVD D.G.). (Aún no he vuelto a escuchar su enterior ciclo, con Lupu). Sin embargo, en Sinfonías de Beethoven apenas le había escuchado ninguna que me gustase mucho.
Anoche, en efecto, dio una de cal y otra de arena en su concierto de apertura de Ibermúsica: al frente de la Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino ofreció un monográfico que comenzó con una irreprochable Leonora III, muy clásica y contenida más que exaltada o entusiástica. Fue, me parece, la obra que mejor tocó la orquesta, cuya cuerda posee una sonoridad bella y muy cálida, más que extraordinariamente precisa o segura. Esta última debilidad salió a la luz -sin problemas mayores- en la Octava Sinfonía, una versión muy personal en la que me llamó la atención el cuidado en jugar y estratificar las dinámicas, lo que dio mucho juego en los movimientos extremos. Fue una versión en conjunto de nuevo muy clásica, mucho más elegante y hasta galante que enérgica, vitalista o fogosa. Es, tal vez, la sinfonía beethoveniana más conseguida que le haya escuchado, en vivo o en disco.
No lo fue, sin embargo, lástima, ni mucho menos, la "Heroica", a la que el clasicismo a ultranza le sienta mucho menos bien que a la Octava. Pues resultó muy relajada, incluso amable en muchos pasajes, casi completamente carente de tensión y de pathos. También la Marcha fúnebre, rapidita y nada amenazante, tremenda o abismal: francamente, no me parece adecuado ese enfoque. Casi lúdico el scherzo, lo más logrado me pareció el finale, de extraordinaria claridad expositiva, aunque lo prefiero con mayor elocuencia en los clímax.
Mehta, que, ay, está muy mayor (tiene 79 años, y necesita discreta ayuda del concertino para subir y bajar del podio) sigue poseyendo una técnica extraordinaria y obtiene de este conjunto orquestal que no pertenece a la élite una respuesta seguro que muy superior a la de otros directores. Y quizá este Beethoven tan relajado, hasta confortable en líneas generales, sea debido a su madurez vital. Volviendo a la orquesta: las maderas, algo desiguales, destacan por el clarinete y el flauta principales. Y el punto más flaco es, sin duda, el de las trompas, algo toscas y bastante fallonas.
El concierto terminó a las 12,40. Tenían una propina preparada, pero Mehta señaló el reloj y el público comprendió que "no son horas".
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