El concierto
EuroArts lanza -esta vez solo en 2 DVDs, no hay de momento versión
en Blu-ray- dos actuaciones triunfales en el Teatro Colón de la capital
argentina el 3 y el 5 de agosto de 2014. Se presentaban juntos por segundo año
consecutivo dos astros musicales nacidos precisamente en esa ciudad, en 1941
ella y el año siguiente él. Aunque los inenarrables éxitos obtenidos están bien
justificados, no cabe duda de que ya al salir a escena los dos músicos habían sido
acogidos con enorme calor.
El primer día fue el concierto orquestal, con la actuación
de la West-Eastern Divan Orchestra, comenzando con una Obertura de Las bodas de Fígaro chispeante y
apasionada a la vez, en la que llaman la atención la precisión y nitidez de las
cuerdas. El Primer Concierto de
Beethoven es quizá el que Barenboim ha tocado y dirigido a la vez en más
ocasiones, pero esta vez solo dirigía. En complicidad con ella -que suele
enfocar la música de modo bastante disímil a él- le brindó una introducción
orquestal menos solemne y más vitalista y efervescente que de costumbre,
continuando en la misma tónica a lo largo del movimiento y del rondó. Cuando Argerich
no resulta demasiado personal, incluso hasta rozar lo caprichoso, o no sucumbe
al virtuosismo desenfrenado (peligros inexistentes aquí) es irresistible, por
su vitalidad, su desenvoltura, su frescura y espontaneidad, su pícaro humor en
el Allegro scherzando final. Pero en
el Largo sorprende ella al acercarse
a los presupuestos habituales de su amigo, ahondando sobremanera en el trasfondo
introspectivo de la música. La magnífica forma en que ella se mantiene, a sus
73 años, se advierte también en la propina que ofrece: Traumes-Wirren, de las Piezas
fantásticas op. 12 de Schumann.
La segunda parte la componían las cuatro partituras
orquestales españolas de Ravel: la Rapsodia española puede que no alcance
el extremo grado de sutileza tímbrica y atmosférica de su sensacional grabación
con la Sinfónica de Chicago (Erato 1992); aun así, su depuración sonora y su
capacidad de sugerir ambientes y perfumes siguen siendo resaltables, como su
bullicioso final. La Alborada del
gracioso constituye toda una creación: sarcasmo, negrura y fuegos de
artificio a manos llenas hacen de esta versión una referencia absoluta. A
destacar el sensacional solo de fagot de una chica cuyo nombre no he podido
averiguar.
Dicha con especial naturalidad, la Pavana para una infanta difunta también alcanzó una interpretación
admirable, muy bella y enormemente sentida. Soberbio el solo de trompa, a cargo
de Jorge Monte de Fez, al que recientemente hemos visto en la Filarmónica de
Berlín.
El Bolero es una
obra cuyas interpretaciones muy, muy rara vez me satisfacen por completo, y
esta no es una excepción. A un tempo
para mi gusto demasiado veloz (14'05"), casi todos los solistas se
desenvuelven con gran seguridad y los percusionistas logran ser implacablemente
firmes, pero creo que a su tramo final le falta algo de contundencia y
esplendor. (De las versiones que le he escuchado a Barenboim, la mejor sigue
siendo para mi gusto su primera grabación, con la Orquesta de París. DG 1982.
Aun así, mi favorita sigue siendo la de Martinon con esa orquesta).
Pero el programa no acabó ahí, sino que tocaron completa la Suite nº 1 de Carmen: en la Aragonaise
se lució lo suyo la oboísta Cristina Gómez Godoy. En el Intermezzo, dirigido con una melodiosidad y voluptuosidad sin precedentes,
la actuación del flautista Guy Eshed no tiene ni ha tenido rival: ¿cómo es
posible? Este joven, que lleva tocando muchos años en la Orquesta del Diván y
es solista en la del Maggio Musicale Fiorentino, podría aspirar sin duda a
pertenecer a una de las mejores orquestas del mundo. También los fagotes en Les Dragons d'Alcala dan una lección
antológica. Como hace tantas veces, Barenboim dejó solos a los músicos en un
brillantísimo Les Toréadors.
Enmedio de un entusiasmo delirante, aún tocaron el precioso
tango favorito de Barenboim: El firulete,
de Mariano Mores (que acaba de morir el 13 de abril a los 98 años) y Rodolfo M.
Taboada (1913-1987), orquestado para viento y percusión con enorme acierto por
José Carli (n. 1931): es quizá la versión más jugosa entre las no sé cuántas
escuchadas al director bonaerense.
El recital
Ya comenté en este blog el recital en la Philharmonie de
Berlín el 19-4-2014, publicado por Deutsche Grammophon en CD y por EuroArts en
DVD y Blu-ray, cuyo programa fue repetido en el Colón bonaerense cuatro meses
después. Las diferencias entre uno y otro no son grandes, si bien me inclino
ligeramente por este último, sobre todo en lo que se refiere a la interpretación
de las maravillosas Variaciones D 813
para piano a cuatro manos de Schubert, aún más hondas y bellas aquí. En cuanto
a la Sonata para dos pianos K 448 de
Mozart que abría el programa y La
consagración de la primavera (¡magnífico arreglo del propio Stravinsky para
dos pianos!) que lo cierra, las diferencias son menores.
La novedad de este segundo DVD de la caja es que han añadido
las propinas, que ocuparon otra media hora de música: nada menos que el Andante y variaciones op. 46 de
Schumann, para dos pianos, dos cellos (Linor Katz y Kian Soltani) y trompa
(Jorge Monte de Fez), una curiosa y preciosa página de unos 18'; el Vals de la Suite No. 2 de Rachmaninov (lo primero de este autor que, salvo
error, toca Barenboim; a la batuta ha hecho al menos la Rapsodia Paganini, con Lang Lang), el jugoso Bailecito de Carlos Guastavino y la trepidante y deliciosa Brazileira de Scaramouche de Darius Milhaud. La amplia repercusión que este recital tuvo en la prensa
internacional está perfectamente justificada, ante todo por su altísima calidad
artística.
La grabación del sonido corrió a cargo de componentes del
Estudio Teldex de Berlín; en todo caso, el recital suena aún mejor que el
concierto: cuando los DVDs están bien hechos y cuidados, como es este caso, la
nitidez de la imagen no queda tan lejos como suele de la del blu-ray. De todos
modos, de publicarse también en el formato de alta resolución, estoy seguro de
que se oiría y, sobre todo, se vería aún algo mejor.
Como vi todo el concierto con orquesta de un tirón, no advertí un serio defecto en la edición del mismo: los problemas empiezan en la segunda parte, con Ravel. Aunque en el libretillo dice que la Rapsodia española consta de cuatro cortes (como debería ser), en realidad consta de dos, el 7 y el 8. Peor aún: el corte 9 contiene no solo la Alborada del gracioso, sino además la Pavana para una infanta difunta. A partir del Bolero (corte 10) todo se normaliza: la Suite de Carmen ocupa los cortes 11 al 14, y el Firulete el 15. ¡¡Qué descuidados, qué chapuceros!!
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