Los grandes logros del joven director de Barletta
Warner ha publicado una caja de
17 CDs (que se puede conseguir a un precio muy bajo) con todas las grabaciones
llevadas a cabo en Londres para el sello EMI, excepción hecha de los conciertos
con solista (que están en otro álbum), las obras sinfónico-corales (las dos Misas de Beethoven, Requiem de Mozart, Requiem y
Cuatro Piezas Sacras de Verdi) y, por
supuesto, de la ópera (Don Giovanni, Le
nozze di Figaro y Don Carlo). El último de los discos es un
documental con declaraciones suyas y de músicos y productores que trabajaron
con él, en Londres y en Chicago.
Asombra comprobar la madurez
musical y la estatura del joven Giulini (1914-2004), quien ya en sus
grabaciones de los años 50 consigue no pocos logros verdaderamente mayúsculos.
También llama la atención cómo en muchas ocasiones de estos años 50 y 60
reconocemos las características que solemos en primer término adjudicar al
director, mejor conocido, de sus años 80 y 90 -es decir la cantabilidad
excelsa, el lirismo, la nobleza y la amabilidad más admirables y conmovedoras-
pero también cómo en aquellos años londinenses también resulta a veces brusco,
áspero e incluso violento, casi siempre para bien. Con él no es conveniente -como
con tantos otros grandes maestros- simplificar, pues muchas veces nos
equivocaremos.
De todos modos, ya sabemos
que la edad áurea de este director, uno de los más grandes de la segunda mitad
del siglo XX, la alcanzó a partir de mediados de los 70 y llegó hasta poco
antes del final de su carrera, porque -tristemente- alguna de sus últimas
grabaciones acusa una cierta decadencia, al haber perdido cierta garra y
volverse algo blando. Evolución que se aprecia muy bien en algunas de las obras
que le acompañaron a lo largo de toda su vida: por ejemplo, en las dos últimas Sinfonías de Dvorák: las grabaciones de
1961-62 con la Philharmonia son ya admirables; formidables, antológicas, las de
1977-78 con la Sinfónica de Chicago (DG), y algo desmayadas las de los años
91-94 con la Concertgebouw (Sony).
Pero, como digo, en estos
años londinenses, que abarcan desde 1956 hasta principios de los 70 (con una
toma de 1976: la Séptima Sinfonía de
Dvorák) nos vamos a encontrar con unas cuantas maravillas. De entrada, ya en el
primer CD, con la obra más antigua de todo el álbum: la Sinfonía 94 "Sorpresa" de Haydn, registrada en 1956. Es
curioso que sea este el único Haydn escuchado a Giulini y me pregunto por qué
diantres no grabó más música de este autor, puesto que no exagero si digo que
es, en disco, mi versión favorita. Su frescura, espontaneidad, fuego,
entusiasmo y vitalidad son arrolladoras; por no hablar de la maravillosa,
diáfana realización. Especial mención merecen las increíbles maderas de la Philharmonia,
para mí sin duda las mejores del mundo por aquellos años. Bueno, es probable
que en los años 60 ese conjunto fuese mi favorito entre todos. (Como la mayoría
de las grabaciones de este álbum son con esta orquesta, lo será siempre que no
especifique lo contrario). El disco prosigue con una Sinfonía (la op. 41) y
una Obertura (op. 43), de Boccherini, también de 1956, aparentemente muy bien
interpretadas. La Sinfonía
"Inacabada" de Schubert (1961) que sigue es excelente: muy
dramático el primer movimiento, no alcanza sin embargo la gloriosa madurez y
equilibrio de su posterior grabación en Chicago (DG 1978), sin duda una de las
cimas de la discografía. El disco se cierra con una discutible Obertura de Egmont (1970): comienza muy en punta,
pero su clímax dramático (no la coda) es extrañamente alicaído.
El CD 2 contiene la Sinfonía "Pastoral" de 1970,
una de la más bellas jamás llevadas al disco (entre las cuatro o cinco más
sublimes, sin duda). Sin embargo la Octava,
de 1973, con la Sinfónica de Londres, es extraña, pues su comienzo es elegante
y hasta galante, pero nada intenso ni impetuoso (¿dónde está el "vivace e
con brio"?...). La Novena
bethoveniana, del mismo año y con la misma orquesta (salieron ambas en origen
en un doble LP), es bastante desigual: el primer movimiento es lo mejor, como
volvería a ocurrir en su grabación para DG de 1990 con la Filarmónica de Berlín
(en esta, ese fragmento es impresionante por su dramatismo y su tensión), pero
el resto decae a ojos vista. Incluso, en el finale
coral tengo la impresión de falta de convicción -algo raro en Giulini-,
convirtiendo esta versión, con un cuarteto solo mediano a causa de sus voces
masculinas -Tear y Shirley-Quirk, mientras Armstrong y Reynolds están mucho
mejor- y un Coro de la London Symphony no todo lo bien que se espera, en lo más
decepcionante de todo el álbum.
El cuarto CD agrupa nueve
Oberturas de Rossini procedentes de dos LPs diferentes (tomas de 1959, 1962 y
1964): la que menos me gusta, pese a sus momentos muy acertados, es la de Il Barbiere; bastante más me convencen
las de La scala di seta, Il signor
Bruschino, Tancredi y L'italiana in
Algeri, mientras que las de La
Cenerentola, La gazza ladra, Semiramide y Guillaume Tell me parecen sencillamente antológicas. Cinco de
ellas, las más recientes, están estupendamente grabadas.
El quinto CD contiene una Sinfonía "Renana" y la Obertura Manfredo de Schumann (1958) de
alto nivel: el "Lebhaft" inicial de la Sinfonía simplemente no le he escuchado mejor; el resto de la obra
no mantiene ese nivel, que sería superior en la grabación de Giulini en Los
Angeles (DG 1982), una de las mejores versiones en disco. Espléndida, dramática
y vibrante, la obertura; quizá la de DG, más serena y sosegada, más
introspectiva, pierde algo de energía. Por cierto, los retoques de Mahler a la
orquestación de la "Renana"
no se notan gran cosa, y son tal vez para mejor. El disco lo han completado con
cuatro páginas de Verdi registradas en 1958: una espléndida Obertura de La forza del destino, una insuperable,
alucinante de I Vespri Siciliani y
los dos excelsos Preludios de La Traviata:
tres interpretaciones de obligado conocimiento.
La Sinfonía de César Franck de 1957 posee un excelente
"Allegretto", pero resulta ruda en los movimientos extremos;
precisamente Giulini firmaría años después la que me sigue pareciendo la cumbre
de la discografía (Filarmónica de Berlín, DG 1987). Admirable Psyché et Eros del mismo autor, grabado
en 1958: casi tan extraordinario como el de 1987. Magistral lectura de Juegos de niños de Bizet (1956), con un
formidable trompetista (anónimo), e implacable Noche en el Monte Pelado de Mussorgsky, originalmente del mismo LP.
El primer ciclo sinfónico
Brahms de Giulini, de 1961 (la Primera),
1962 y 1968 (Cuarta) fue uno de los
más destacados de aquellos años, algo más nervioso y tenso y menos efusivo y
contemplativo que el de la Filarmónica de Viena (DG 1990-92), que algunos
tienen como el más hermoso de la historia del disco (yo no lo tengo claro entre
él y el de Bernstein para el mismo sello). Del de los años sesenta me han
gustado mucho las dos primeras y un poco menos las dos últimas. Más que
notables la Obertura Trágica y las Variaciones Haydn, también superadas
-sobre todo estas últimas- en Viena.
El CD 10 agrupa una Segunda Sinfonía "Ucraniana" y
una Francesca da Rimini de
Tchaikovsky registradas en 1956 y 1962, respectivamente. La Sinfonía es la más
ferozmente áspera y rusa que haya
escuchado hasta hoy: parece firmada por un Markevitch furibundo; muy intensa,
pero más equilibrada Francesca,
ciertamente espléndida. El undécimo CD completa con un vibrante, sentido y conmovedor
Romeo y Julieta (1962) una
sobresaliente Sinfonía
"Patética" (muy bien grabada en 1959) que resulta más creíble,
sincera y en definitiva lograda que la que volvería a llevar al disco el año
1981 en Los Angeles para DG.
Los discos 12 y 13 contienen sus
Dvorák para EMI: la Séptima Sinfonía
(London Philharmonic, 1977) sigue siendo mi interpretación predilecta: una
auténtica maravilla de lirismo, de cantabilidad y también de dramatismo: ¡qué
increíble belleza! La Octava (1962),
magnífica, sería incluso superada por la de DG 1978 en Chicago, seguramente la
más extraordinaria existente en disco. La del
"Nuevo Mundo" (1961), en cambio, aun siendo espléndida, queda
apreciablemente por debajo de la de DG, igualmente en Chicago, una de las más
grandes (aun así, claramente por debajo de la apabullante, irrepetible
recreación de Celibidache, solo en DVD de EuroArts, 1991). Soberbios tanto la Obertura Carnaval (1961) como el Scherzo caprichoso (1962) que rellenan
el disco.
Los discos restantes reúnen
la escasa música del siglo XX que Giulini grabase. El Mar y los 3 Nocturnos
de Debussy (1962, estupenda toma de sonido) siguen estando entre las mejores
interpretaciones habidas y por haber. Muy buena Alborada del gracioso y excelente Segunda Suite de Dafnis y Cloe (1959), esta sin coro.
Siguiendo con Ravel, nos encontramos con una bellísima Mi madre la oca (1956, que Giulini llevaría al Olimpo inalcanzable
en 1991, con la Concertgebouw en Sony), una tan hermosa como sentida Pavana para una infanta difunta (que no
mejoraría en 1986) y una admirable Rapsodia
española (1966). El amor brujo,
con una muy centrada Victoria de los Ángeles (1964), sigue siendo para mí el
más convincente de la discografía: sorprende el hondo conocimiento de lo
español y admira el lirismo que derrama sobre la partitura. En la Suite de El sombrero de tres picos (1957)
encuentro, en cambio, bastantes altibajos -estupenda "Danza de la
molinera"-, pero aquí y allá algo me resulta despistada. Ya en 1956 lograba Giulini una formidable Suite (1912)
de El pájaro de fuego stravinskiana,
eclipsada en cualquier caso por la antológica interpretación para el mismo
sello trece años posterior con la Sinfónica de Chicago. Finalmente, en Britten
conmueve la hondura con que recrea los Cuatro
Interludios Marinos de Peter Grimes y acierta de pleno, tanto o más que el
propio autor, en la Guía de orquesta para
jóvenes (1962).
Sr. Carrascosa:
ResponderEliminar¿y cuales se supone que son las cuatro o cinco Pastorales más sublimes? ROBERTO.
Pues para mí las -por orden cronológico- de Furtwängler/Viena, Klemperer/Philharmonia (ambas EMI), Böhm/Viena (DG), Sanderling/WDR Colonia (Hänssler) y Barenboim/Staatskapelle Berlin (Teldec).
EliminarKaufmann "Das lied von der erde" de Mahler con la Filarmónica de Viena en Sony Classical
ResponderEliminarEs curioso consultar los comentarios de este disco, lo digo porque es digno de análisis si se leen las revistas más reputadas de crítica sobre música clásica en Europa.
Para ritmo es un disco digno de colocarse en el Ritmo Parade
Repertoire francesa la crucifica sin piedad
Es disco de la semana para Presto Classical
Una abominación para Classicaltoday
Para las revistas alemanas una proeza
Para scherzo una relevante contribución
¿Ve usted normal esta posible sincera discrepancia o que las casa de discos están detrás de estas opiniones?
Sinceramente cada vez hago por leer menos a estas revistas y más a usted pero de vez en cuando me doy una vuelta y esto es lo que me he encontrado.
Gracias
Estimado Fernando: Yo no me sorprendería demasiado. De entrada, le diré que no he escuchado ese disco (solo unos minutos, en la FNAC de Madrid, en no muy buenas condiciones), pero -a decir verdad- no me atrae gran cosa esa proeza que lleva a cabo el gran tenor alemán. Le decía que no se sorprenda, porque las críticas a ciertos discos siempre han sido muy dispares, y me temo que lo seguirán siendo. Yo le recomendaría que siga -siempre con prudencia, pues todos nos podemos equivocar- a críticos que le hayan resultado fiables en bastantes ocasiones. De los que le hayan defraudado en muchas ocasiones, creo que lo mejor es no fiarse (los hay, incluso, que sirven para saber que a uno le parecerá tal grabación "lo contrario" de lo que él escriba). Gracias.
EliminarPues respecto a las grabaciones de Haydn por Giulini, le informo que existe una toma radiofónica de la 94 con la Filarmónica de Berlín editada por Testament que no he escuchado y en youtube se puede encontrar otra toma de radio esta vez de la 99 con la Filarmónica de Viena, le dejo el enlace. https://www.youtube.com/watch?v=NRr9DEdV2Dc
ResponderEliminarCreo que estas dos son las únicas sinfonías que dirigio. Un saludo.
Estimado sr. Ángel:
ResponderEliminarEn el presente post y en referencia a los ciclos sinfónicos de Brahms de Giulini, usted dice:
"[...] algo más nervioso y tenso y menos efusivo y contemplativo que el de la Filarmónica de Viena (DG 1990-92), que algunos tienen como el más hermoso de la historia del disco (yo no lo tengo claro entre él y el de Bernstein para el mismo sello)."
Pregunta: ¿Usted quiere decir que no sabe con cuál quedarse de los dos ciclos vieneses de Giulini y Bernstein, ya que ambos son geniales?, ¿éso quiso decir u otra cosa que no capté? Muchas gracias.
Saludos desde Argentina,
Mario
Exactamente: son probablemente mis ciclos sinfónicos brahmsianos favoritos. Quedan muy, muy cerca, el último de Barenboim (Staatskapelle Berlin, DG) y Barbirolli (Filarmónica de Viena, EMI). No incluyo las 4 de Furtwängler (que no son propiamente un ciclo unitario) por su deficiente sonido.
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