El último disco del Cuarteto
de Jerusalén: “The Yiddish Cabaret”. Llevo años siguiendo la discografía
del Cuarteto de Jerusalén (y varias de sus apariciones en Madrid), al que tengo
por el más destacado de la actualidad. Pues bien, este último disco del sello
en el que graban, Harmonia Mundi, me ha decepcionado bastante. No porque toquen
peor, sino por el repertorio. Las compañías discográficas lanzan cada vez más
discos con título, y el de esta vez agrupa tres obras que no son, en absoluto,
de primera clase: el Segundo Cuarteto (1935) del, cuando era muy joven,
prodigio Erich Wolfgang Korngold, me ha parecido una composición menor. Lo
mismo que las 5 Piezas para cuarteto de cuerda (h. 1925) del malogrado
(muerto en un campo de concentración) Erwin Schulhoff, y no digamos la pieza
para voz femenina y cuarteto de un tal Leonid Desyatnikov (n. 1955) titulada Yiddish.
Tampoco me ha gustado en esta última la soprano Hila Baggio, que ni me suena clásica ni de
cabaret. En fin, un chasco de disco. Y mientras tanto, les falta por grabar
tres de los Cuartetos de Bartók y los de segunda y tercera época de Beethoven. Los
anteriores Cuartetos de ambos compositores grabados por ellos son una auténtica
maravilla.
Parece que Saleem Ashkar
(n. Nazaret, 1976) está grabando, para Decca, las 32 Sonatas de Beethoven.
He escuchado una decena de ellas y, la verdad, son en mi opinión
interpretaciones que están por encima de la media, y desde luego por delante de
algunos pianistas de renombre. Es un pianista de un indudable musicalidad y de
gran sensatez a la hora de abordar estas tan comprometidas composiciones. Toca
muy bien, expone con notable claridad y suele examinar con convincente lógica
-algo fundamental- estas Sonatas, si bien creo que su sonoridad no es
del todo beethoveniana, pues la densidad, la robustez y el peso no son
cualidades que destaquen en su modo de hacerlas sonar. También su gama dinámica
es algo estrecha, limitación que disminuye en algunas de las obras del período
final. Me han gustado mucho las números 2, 5, 24 y 32, mientras
en otras cuantas no me llega a convencer tanto, sobre todo en una decepcionante
31. En todo caso, dado su notable nivel en obras contra las que se
estrellan tantos importantes pianistas, es un artista a seguir. Ashkar ya ha actuado
bajo la dirección de maestros como Mehta, Barenboim o Muti.
El oro del Rin y La Walkiria por Joseph Keilberth. Testament
publicó, hace años, a un precio tan elevado que me vacunó contra la
compra, El anillo del nibelungo que el director de Karlsruhe (1908-1968)
dirigió en Bayreuth el año 1955, que fue la primera grabación en stereo
de la Tetralogía wagneriana. Ahora FLVM me ha proporcionado el Prólogo y
la Primera Jornada de la serie, y sí, son tomas estereofónicas hechas en
público, pero esto no quiere decir que suenen claramente mejor que las de Hans Knappertsbusch
de los años 1956 y 58 en el mismo teatro, no sé por qué monoaurales. Matizo: Rheingold
me parece que suena peor que estas dos, pero quizá Walkiria quizá suena
algo mejor, con mayor claridad y un balance más acertado. ¿Será que aprendieron
los ingenieros de una a otra toma?... También la interpretación la encuentro
menos conseguida en aquella que en esta. Da la impresión de que Keilberth no se
sintiera muy a gusto con El oro, y sí, abiertamente, con La Walkiria.
Aquél es algo apresurado y no lo suficientementemente pensado y digerido, aparte
de sonar con una sobredosis de trompetería, tanta que no creo que sea solo
culpa de la toma. La misma orquesta no está, ni mucho menos, tan bien como en
la siguiente. En cualquier caso, en ninguna de las dos -no hace falta señalarlo-
la orquesta es comparable a la de unos cuantos años después: mejoraría
ostensiblemente. También contribuye al desnivel la actuación en El oro
de dos cantantes que me han gustado poco (la Fricka de Georgine von Milinkovic,
con algún vicio canoro), o poquísimo (el Loge de Rudolf Lustig, que
parece no saber qué personaje de qué compositor está interpretando: nefasto ¡en
uno de los papeles más omnipresentes!). En cuanto al gran Hans Hotter, un
magnífico cantante e intérprete, no estaba precisamente bien de voz (lo que,
dicho sea de paso, le ocurre en la mayor parte de las grabaciones wagnerianas
que ha legado). Quien más me ha gustado ha sido Gustav Neidlinger como Alberich:
un modelo para sus sucesores.
Hotter mejoró de voz en La
Walkiria (si bien casi siempre suena como algo fatigado), y el resto del
reparto es espléndido, incluyendo un bajo que rara vez me gusta: Josef Greindl,
que hace un robusto y aterrador Hunding. Yo creo que Astrid Varnay, pese a no poseer
la gloriosa voz de la Flagstad, es una intérprete más atinada, menos
mayestática y más apasionada y humana: sin duda, una de mis Brunildas favoritas
de cualquier época. La holandesa Gré Brouwenstijn es, pese a su trémolo, una
sobresaliente Sieglinde, aunque después hemos escuchado a unas cuantas abiertamente
mejores. Ramón Vinay, que como se sabe había cantado anteriormente como
barítono, está francamente bien, con una voz en efecto baritenoril, con cierta
falta de holgura en el agudo. Incluso la mezzo Milinkovic está mejor aquí como
Fricka que en El oro. Buenas y bien cohesionadas las walkirias.