Las obras
Ante todo, una aclaración sobre la a menudo confusa numeración de los Tríos con piano de Beethoven, que según cómo se haga son seis o siete. La diferencia estriba en que el Trío op. 11 (1798) se puede tocar también con la combinación de piano, violín y violonchelo, si bien en la original es el clarinete el que aparece en lugar del violín. Por eso, tras los tres primeros Tríos, Op. 1 (1793-95), a veces aparece el Op. 11 como Trío nº 4. Entonces los siguientes, los dos de la Op. 70 (1808) serían el nº 5 y el nº 6, y el Op. 97 “Archiduque” sería el nº 7. Pero con parecida frecuencia el Op. 11 es apartado de la lista y entonces los Op.70 son el cuarto y el quinto, y sexto el “Archiduque”.
En todo caso, sacar el Op. 11 de la lista numérica tiene otra razón de bastante peso: es una obra bastante decepcionante (algunos musicólogos la juzgan peor que eso, opinión que comparto). En cambio, todos los otros seis son obras, por motivos diversos, excelentes. En efecto, los tres primeros, deudores aún de Haydn (quizá más que de Mozart) son de lo más logrado compuesto por Beethoven en el siglo XVIII. Los dos primeros (en Mi bemol mayor y Sol mayor) son algo más llamémosles tradicionales, pese a que seguramente superan en amplitud, ambición y proyección a todos los Tríos tanto de Haydn como de Mozart. Pero el Tercero, en Do menor, es una composición más audaz y también más dramática; por ello, de los tres fue el que incomodó un tanto a Haydn, que en todo caso reconoció el gran talento que su discípulo demostraba en ellos. ¡Y tanto!...
Los dos de la Op. 70 son obras geniales, aunque sea el primero de ellos, en Re mayor (“Espectro”) el más conocido y admirado, a causa sobre todo de la modernidad visionaria e inquietante de su “Largo assai ed espressivo” central; en todo caso el segundo, en Mi bemol mayor, es una obra solo engañosamente más convencional (“no hace alarde de innovaciones particulares en su forma o su escritura, pero su inspiración es literalmente sublime, y la fantasía e inventiva, bajo los prismas temático, tonal y armónico, son dignas de las más más grandes obras maestras”. Claude Rostand). Pero es el último, el llamado “Archiduque” (1811, rev. 1815), no ya el más extraordinario de la serie, sino, reconocidamente, el más grande de la historia de la música (“Marca el límite al que puede llegar la expresión musical: poesía en estado puro, desvinculada de todo elemento material”. Herriot)
Discografía decepcionante
En varios de los discos con estos Tríos encontramos la combinación de tres nombres ilustres (Kempff, Szeryng, Fournier, por ejemplo), pero ello no es garantía de excelencia. Como se sabe, la esencia de la música de cámara es el diálogo, el entendimiento y compenetración entre los instrumentistas (“el diálogo inteligente entre varias voces”, ha señalado alguien atinadamente). Pues bien, mientras existe diversidad de grandes versiones en otras parcelas beethovenianas, en esta son muy pocas las ocasiones en las que se les ha hecho plena justicia. Esos tres solistas citados (DG 1970) simplemente no se entendieron bien entre ellos, o no trabajaron juntos las obras lo suficiente. Peor aún fue lo que salió del encuentro entre Kempff (beethoveniano muy sobrevalorado), Menuhin y Rostropovich (1974, reedición de Naxos). Y algo así, aunque no siempre tan grave, ha ocurrido en varios otros casos, con -yo diría- solo dos elocuentes excepciones: ese mismo año del segundo centenario del nacimiento de Beethoven con Barenboim, Zukerman y Du Pré (EMI) y en los Tríos -no todos- en los que intervino nuestro gran Pablo Casals.
El ciclo EMI de 1970, no muy bien grabado por cierto, está muy en la onda del primer ciclo de las 32 Sonatas grabado por el argentino por esos años: había que revelar la grandeza del universo beethoveniano, y se imponían la hondura y la belleza en una magnífica amalgama. El entendimiento entre los tres jóvenes y dotadísimos músicos alcanzó una cota inimaginable. Durante medio siglo no ha sido alcanzado, ni de lejos.
Y sí, cincuenta años después, Barenboim vuelve a llevar la serie al disco. Ahora no cuenta con solistas tan estelares: su hijo Michael (n. 1985) es un músico de una pieza, pero no posee el carnoso sonido de Zukerman, sino uno más fino y afilado, que quizá no sea el ideal. En cualquier caso, en estos me ha convencido más que en los Tríos y los Cuartetos con piano de Mozart. En cuanto a Kian Soltani (n. 1992) no es posible compararlo con la personalidad desbordante de Jacqueline Du Pré, pero debo decir -rásguense algunos las vestiduras- que en estas obras ¡no me ha gustado menos que ella! Me limito a constatar lo que escucho, sin dejarme influir por la distancia entre los nombres de una intérprete genial y de un joven de talento sin duda extraordinario. También afirmo, y con rotundidad, que Barenboim me gusta más aquí que hace medio siglo. Quien se moleste en comparar las versiones comprenderá lo que digo.
También hay un claro paralelismo con su reciente grabación del ciclo de las 32 Sonatas, solo que en los Tríos no hay un solo momento de apuro por la dificultad virtuosística de algunas Sonatas. Todo en el piano es rigurosamente maravilloso, por la riqueza de acentos, de los ataques, la diversidad superior de estados de ánimo (hay ¡de todo! en estas obras). Abundando en lo que decía en mi comentario a las Sonatas de 2020, la técnica de Barenboim, el dominio de los resortes del instrumento, es ahora mejor que nunca, lo que ni siquiera debería sorprender. Para quien sea escéptico, basta con que escuche las escalas, con una delicada regulación agógica y dinámica en el trio central del Minueto del Trío op. 1/3. Ya he hablado de los tres que tocan; pero lo determinante aquí es la compenetración entre ellos: algo que convierte estas interpretaciones en oro puro. La lógica debida a Beethoven es aquí, de nuevo, incomparable.
Grabados en diciembre de 2019 por el Estudio Teldex en la Sala Pierre Boulez de Berlín, poco antes o poco después de las interpretaciones con público que llevaron a cabo en esa misma sala, y que han sido divulgadas en imágenes, la toma de sonido (con el ya famoso Nuevo Piano) es, a distancia, la mejor que he escuchado. (No creo que sean las mismas tomas, pues no se oye el menor murmullo). El álbum de 3 CDs contiene también las interesantes Variaciones Ich bin der Schneider Kakadu (“Soy el sastre Cacatúa”), op. 121a, de 1803, revisadas en 1824.
Barenboim escribe en twitter:
ResponderEliminarDaniel Barenboim joins Italian conductor and pianist Giuseppe Mentuccia for "Conversations on Beethoven." In Part 1 of the series, the two musicians give an introduction to the personal diary of the composer: The Piano Sonatas.
Ver video:
https://www.youtube.com/watch?v=pj4MbmlDkPU&feature=emb_title
¿Buenísima la definición de la música de cámara como una conversación inteligente entte varias voces!. Me encantaría saber quién lo expresó con tanto acierto!. AUGUSTO.
ResponderEliminar¡Ya me gustaría acordarme de dónde lo leí!
EliminarGoethe
Eliminar¡Anda, qué bueno! No me lo hubiera imaginado. Muchas gracias.
EliminarTweet de Barenboim:
ResponderEliminarOn December 17, Daniel Barenboim celebrates Beethoven’s 250th birthday, leading the @DivanOrchestra in a performance of Beethoven’s Piano Concerto No. 3 and Symphony No. 5.
https://www.bthvn2020.de/en/participation/event/anniversary-concert-of-bthvn2020
Muy buenas, don Ángel. Me parece curioso comprobar como en sus apreciaciones sobre los tríos con piano de BEETHOVEN nunca ha echo mención de las versiones de Ashkenazy, Perlman y Harrell para EMI, ni aquí ni en toda la estupenda serie que dedicó usted a "TODO BEETHOVEN". Y estoy seguro que habrá alguna razón para ello, y me gustaría saber si cree usted que les pasos, más o menos, lo mismo que a Kempff, Szeryng y Fournier. Atentamente, y siempre agradecido por su estupendo e inmenso trabajo... :)
ResponderEliminarGracias por haberme señalado esa incomprensible ausencia. No, por lo que recuerdo no me parecen tan flojos como los de Kempff/Szeryng/Fournier, aunque creo recordar que flaquea Harrell. Voy a volver a escucharlos e incorporarlos a la discografía de Beethoven.
Eliminar¡Me los he vuelto a escuchar! En efecto, son mejores que esos de DG, pero tampoco alcanzan las expectativas. Harrell "suena" bien, pero es más bien mecánico. Mucho mejor Ashkenazy y Perlman. Pero, para mi gusto, pinchan bastante en el "Archiduque", cima de la serie.
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