JOHANNES BRAHMS (1833-1897)
Concierto para violín y orquesta en Re mayor, op. 77
I. Allegro non troppo
II. Adagio
III. Allegro giocoso, ma non troppo vivace – Poco più presto
Las primeras tentativas de Brahms en el ámbito sinfónico estaban tan dominadas por su fuerte “respeto reverencial” ante Beethoven que le paralizaron y condicionaron por más tiempo de lo razonable. Es de suponer que esta actitud, tan fomentada por su mentor Robert Schumann (quien consideraba que el joven Brahms tenía que “recordar los principios de las Sinfonías de Beethoven e intentar hacer algo similar”), coartó al compositor para poder dar rienda suelta a su personalidad creadora, llegando a estar seriamente obsesionado con esto (“no tienes idea de lo que es sentir constantemente a tal gigante marchando tras de uno”), por más que también sea indiscutible que lo aprendido de Beethoven confirió a su música una solidez formal que no poseyó ninguno de los compositores propiamente románticos; hasta el punto de que, mayormente por esta misma superioridad, se duda en incluir al autor del Requiem alemán entre ellos.
La primera de las obras sinfónicas de Brahms, el Primer Concierto para piano (de 1858, cuando contaba 25 años) revela una cierta inseguridad, y ello pese a la tremenda potencia creativa, fuerza y belleza de su mensaje. De ese mismo año y el siguiente son sus dos Serenatas, de algún modo sinfonías encubiertas o en embrión, y de 1873 las Variaciones Haydn, pero es la prodigiosamente redonda y perfecta Primera Sinfonía (rematada tras larga gestación en 1877) la obra que confiere, y con toda la razón del mundo, plena confianza en sí mismo a Brahms como compositor sinfónico. El sentido hipercrítico de Brahms hacia su propia música, en realidad un sentimiento de grave responsabilidad, procedía de su admiración por la gran tradición clásica: “Hubo de llegar a un compromiso con ella, hasta saber emplearla con libertad y convicción para poder expresarse en su propio lenguaje, sin olvidar los ejemplos de los grandes maestros que le habían precedido” (Ronald Kinloch Anderson). Tan seguro se encontró tras esta Primera Sinfonía que inmediatamente compuso, sólo un año después, la Segunda, y ese mismo año de 1878 terminaba su Concierto para violín.
No le habían faltado precisamente desde tiempo atrás estímulos para componer un concierto para ese instrumento, el mayor de ellos la insistencia de su amigo íntimo, el probablemente más grande artista del violín de su tiempo, Joseph Joachim (1831-1907), que desde hacía años le instaba a hacerlo. Brahms y Joachim se conocían desde 1853 y su amistad y estima mutuas fueron profundas hasta la muerte del primero, con el solo paréntesis de la temporada en que el violinista tramitó la separación de su mujer, a favor de la cual se situó Brahms durante el conflicto. Joachim interpretó varias veces ante el compositor, para animarle a escribir uno, el Concierto No. 22 en La menor (h. 1795) de Giovanni Battista Viotti –obra que, bastante incomprensiblemente, fue tildada por Brahms “el ideal del concierto para violín”. Pero fue, por fortuna, el Concierto de Beethoven el que más influyó finalmente en el suyo.
Que Brahms se sintiera ya seguro de sí mismo y capaz de abordarlo por fin con miras ambiciosas y de envergadura no impide que lo redactara en estrecho diálogo con Joachim, para tener en cuenta sus consejos en lo que respecta a la técnica violinística. Sin embargo, se sabe que Brahms no tuvo finalmente en cuenta muchas de las sugerencias que le hiciera Joachim (al que apreciaba mucho incluso como compositor), quien más bien se quejó hasta última hora de las tremendas demandas de ejecución de la partitura. Porque Brahms, con muy buen criterio, pensó la escritura en términos estrictamente musicales, resultándole bastante indiferente que ejecutarla requiriese un esfuerzo extraordinario (en esto siguió una vez más los pasos de Beethoven, que por no sacrificar sus ideas escribió cosas casi inejecutables). Lo cierto es que las exigencias para el violín solista son altísimas, pero estas dificultades nunca están “añadidas” ni buscan el exhibicionismo virtuosístico.
Los veranos de 1877 y 1878 fueron los de la creación definitiva del Concierto: Brahms se hallaba de vacaciones en Pörtschach, una aldea de Carintia junto al Lago Wörther, donde, dijo, “flotan tantas melodías en el aire que es preciso tener cuidado para que no se escape ninguna”. El Concierto iba a constar de cuatro movimientos, con un scherzo y un tiempo lento en el centro, pero sólo dos meses antes del estreno Brahms optó por suprimir el scherzo –que reelaboraría para incluirlo en su Segundo Concierto para piano– y sustituir ambos por “un mísero Adagio”, en extrañas, tal vez irónicas palabras del compositor a Joachim.
El trazado final sigue básicamente los esquemas del concierto clásico, habiéndose logrado una perfecta fusión entre ese rigor formal y una expresión abiertamente romántica. Con una orquestación que comprende parejas de flautas, oboes, clarinetes, fagotes y trompetas, cuatro trompas, timbales y las cuerdas, su primer movimiento, que sigue en líneas generales la forma sonata, comienza con una amplia introducción orquestal que presenta todos los temas principales –a excepción de uno que aportará el violín inesperadamente, con el consiguiente efecto–, temas que se van subdividiendo en nuevos motivos. Brahms maneja ese material con asombrosa maestría. Un momento especialmente inspirado es, tras los trinos al retorno de la cadencia (no escrita por Brahms: se suele tocar la de Joachim, y más raramente la de Fritz Kreisler), la reaparición en el violín del primer tema en un registro altísimo y con la mayor dulzura, antes de sumarse a la orquesta en la contundente conclusión. El carácter de este “Allegro non troppo” engloba desde el apasionamiento más encendido al lirismo más ensoñador.
El “Adagio”, a primera vista en simple forma tripartita A-B-A, está en realidad conformado mediante un sutil y complejo juego de relaciones temáticas. Un largo solo de oboe expone la bellísima melodía a la que Sarasate se refería al declarar, tan desafortunadamente, “no tengo tan mal gusto como para quedarme con el violín en la mano escuchando cómo el oboe toca la única melodía existente en el fragmento”. Melodía de la que a decir verdad se adueña a continuación el violín para variarla meditando sobre ella; la sección central aporta una cierta agitación como contraste a la sublime calma de las partes extremas.
El aire zíngaro que imprime al Rondó final (“Allegro giocoso, ma non troppo vivace”) era algo muy querido por Brahms desde su juventud, cuando en la primavera de 1853 acompañó en gira al excéntrico violinista húngaro Eduard Reményi, entrando de lleno en contacto con la música magiar. Es también, por otra parte, un homenaje a la ascendencia húngara de Joachim, de la que éste se sentía tan orgulloso. Este finale posee sin duda el aire despreocupado y “jocoso” que describe su indicación, pero así mismo un gran ímpetu y una rara fuerza, que deriva del enérgico ritmo sincopado de uno de sus temas. En la coda, “Poco più presto”, Brahms transforma ingeniosamente el tema zíngaro danzable en una vehemente marcha. El Concierto termina con un inesperado guiño –cuando parece que, tras una potente y agitada frase de la orquesta, la música va a desvanecerse, la orquesta vuelve a afirmarse contundentemente– muy similar al de la conclusión del Concierto violínistico de Beethoven, y no es éste, como ya se ha apuntado, ni mucho menos el único rasgo en común entre ambos conciertos, los dos más imponentes de la historia de la música.
El estreno, que tuvo lugar bajo la dirección del autor en Leipzig el primer día del año 1879, con Joachim (receptor, claro está, de la dedicatoria) como solista, no logró todo el éxito esperable. Si parte de la culpa la pudo tener que Joachim no había tenido tiempo de asimilarlo a fondo (así lo reconocería él mismo), que la partitura no fuese comprendida no se explica a no ser que tampoco conociesen bien el de Beethoven. Porque fueron numerosos los despropósitos –y no sólo el de Sarasate– que se dijeron sobre esta Op. 77 brahmsiana: “es un concierto contra el violín” (Hans von Bülow) o “contra la orquesta” (Bronislaw Huberman), entre otros. No lo es seguramente del todo que sea “una sinfonía con violín”; al contrario, es “a este carácter sinfónico –a diferencia de los conciertos para virtuoso tan en boga por entonces y pronto relegados a un olvido que persiste– a lo que el Concierto de Brahms debe su perennidad” (Siegfried Kross).
DISCOGRAFÍA
BRAHMS: Concierto para violín
1929 Naxos Szigeti/OHallé/Hamilton Harty 20’52+08’57+7’22 6/4
1936 EMI Kreisler/OFilLondres/Barbirolli 20’59+08’26+8’01 6/5
1940 Naxos Heifetz/OSinfBoston/Kussevitzky 20’36+08’56+7’37 6/6
194? Warner Neveu/OPhilharmonia/Dobrowen 21’23+09’08+7’48 6/5
1950 EMI Menuhin/OFestivalLucerna/Furwängler 22’04+09’54+8’01 8/4
1952 Sony Stern/ORoyalPhilharmonic/Beecham 22’27+10’00+7’48 7/5
1954 DG Oistrakh/StaatskDresden/Konwitschny 22’03+09’30+7’50 7,5/6
1955 EMI I.Haendel/OSinfLondres/Celibidache 22’15+10’08+7’59 7/6
1958 EMI Menuhin/OFilBerlín/Kempe 22’51+09’58+8’13 8,5/7
1959 EMI Kogan/OPhilharmonia/Kondrashin 20’57+09’00+7’36 7,5/7
1959 RCA Szeryng/OSinfLondres/Monteux 21’59+09’24+8’00 8/7,5
1961 EMI Milstein/OPhilharmonia/Fistoulari 19’29+08’50+7’42 6/7
1961 EMI Oistrakh/ONacRTF/Klemperer 22’31+09’47+8’25 10/7,5
1962 Philips Szeryng/OSinfLondres/Dorati 22’44+09’00+8’07 7,5/7,5
1964 DG Ferras/OFilBerlín/Karajan 23’01+09’44+8’30 8,5/7,5
1970 EMI Oistrakh/OdeCleveland/Szell 22’35+09’38+8’33 8,5/7
1972 Philips Grumiaux/ONewPhilharmonia/C.Davis 22’35+08’40+8’02 8/8
1974 Philips Szeryng/OConcertgebouw/Haitink 23’14+09’27+8’34 9,5/8,5
1975 DG Milstein/OFilViena/Jochum 21’04+09’01+8’08 7,5/7,5
1976 EMI Kremer/OFilBerlín/Karajan 23’15+09’49+8’27 7,5/8
1977 EMI Perlman/OSinfChicago/Giulini 24’42+10’06+8’20 10/8,5
*1978 EMI Perlman/OPhilharmonia/L.Foster 9/9
1979 Sony Stern/OFilNuevaYork/Mehta 22’57+09’25+7’48 8/7
1980 DG Zukerman/OdeParís/Barenboim 23’16+09’26+8’05 9/8
1982 DG Mutter/OFilBerlín/Karajan 22’02+09’42+8’35 10/9
1983 DG/*DVD Kremer/OFilViena/Bernstein 22'04+08'59+7'20 8/8,5
1984 RCA Ughi/OPhilharmonia/Sawallisch 22’11+09’52+7’46 8/8
1992/*DVD EMI Perlman/OFilBerlín/Barenboim 22’24+09’13+7’48 10/9
1997 Teldec Kremer/OConcertgebouw/Harnoncourt 21’01+08’13+7’35 4/9
1997 DG Mutter/OFilNuevaYork/Masur 22’55+09’20+7’55 7/9
1999 Teldec Vengerov/OSinfChicago/Barenboim 22’56+08’57+7’51 9/8,5
2002 DG Shaham/OFilBerlín/Abbado 20’59+08’34+7’31 6/8
2007 Pentatone J.Fischer/OFilHolandesa/J.Kreizberg 23’16+09’29+8’07 8,5/9
2008 DG Repin/OGewandhaus/Chailly 22’51+09’10+7’56 7,5/9
2009 Warner Sarah Chang/OFilDresde/Masur 22’13+08’29+8’19 8,5/9
2009 RCA Znaider/OFilViena/Gergiev 23'57+09'16+8'36 7,5/8,5
2010 RCO Zimmermann/OConcertgebouw/Haitink 22’19+08’54+8’25 8/8
*2012 DigitalCH Guy Braunstein/OFilBerlín/Nelsons 9/9
2013 DG Batiashvili/StaatskDresde/Thielemann 21’09+08’49+7’56 5/9
2015 Decca Jansen/OAcademiaStaCecilia/Pappano 22’08+08’28+7’53 8/8
2021 Canary Shaham/TheKnights/Eric Jacobsen 19’25+08’05+7’38 3/8
Muchísimas gracias por su magnífica introducción a esta obra maestra. Por cierto, uno no puede dejar de lamentar que la versión Menuhin/Furtwängler tenga el sonido que tiene, porque resulta iluminadora. Con grandes versiones, como las que usted ha calificado justamente de excelentes, uno se percata de la verdadera grandeza de la obra.
ResponderEliminarPor cierto, me ha extrañado que no comentara nada sobre el concierto de año nuevo de Barenboim. ¿Qué opinión le mereció?
A mí me parecieron magníficas interpretaciones
Gracias, Toni. Pienso comentarlo cuando tenga oportunidad de volverlo a escuchar. Pero sí, me gustó mucho.
EliminarA usted. Por cierto, los comentarios de Martín Llade me parecieron bastante desatinados. Yo no soy para nada contrario al empleo del humor, antes al contrario, pero en este caso fue del más pueril y hortera posible. ¡Qué falta de gracia!
EliminarY, para terminar, tradujo mal el discurso de Barenboim.
Es cierto: además, siguió hablando en una ocasión cuando la música ya empezaba a sonar, y cometió más de un error. En fin... parece creerse José Luis Pérez de Arteaga.
EliminarMucha gracias por la entrada. De acuerdo con sus preferencias. Me gustan sobre todo Szeryng y Oistrkh. Por cierto, entre todas las grabaciones de Szeryng no se si conoce la que tiene en RCA con Monteux y la London Symphony. Le dejo el enlace de Qobuz:
ResponderEliminarhttps://open.qobuz.com/album/0886444972666
La escuché de joven y siempre me ha gustado mucho.
Saludos
Szeryng, como suele, magistral. Pero la dirección de Monteux me parece poco brahmsiana, y esto afecta un pelín a la parte solista. Compáresele con Haitink, brahmsiano de los pies a la cabeza.
EliminarTengo morbo de escuchar ese 3 de Shaham con el tal Jacobsen, pues si no mal recuerdo, hace no mucho decía usted que al parecer había sido seducido por las formas "originales" y que estaba decayendo musicalmente.
ResponderEliminarEstuve en Viena en el concierto en la primera sesión del día 30. Sencillamente magistrales las lecturas de Barenboim. Te emocionaban las interpretaciones hasta hacerte llorar. Con qué poco uso de recursos sacaba Barenboim y la orquesta versiones que comparadas con Kleiber, Karajan, Boskovsky… le llevan al Olimpo de los grandes intérpretes del vals. Qué sonido de la cuerda, maderas, metales, percusión. Me pareció un programa muy completo con un Barenboim muy atento a la partitura, dejando a la orquesta lucirse. Acabo este concierto del día 30 con todo el Musikverein en pie ovacionando a director (se le veía desmejorado y serio) y orquesta.
ResponderEliminarLos gestos de Barenboim se han ido simplificando con los años. Hace poco me tropecé con un concierto suyo de hace tiempo en el Real. La 7 de Bruckner. Pues se movía de forma totalmente ortodoxa como hace un director de 30 años. Señalando casi todo. Movimientos convencionales. Movimientos muy a menudo paralelos en ambos brazos. Ahora cuando lo veo resulta que indica. Solamente indica de vez en cuando. Si grabaron los ensayos de ese concierto en Viena ya pueden los estudiantes estar contentos. Lo debieron de ensayar todo con mucha atención. Y siguiendo sus indicaciones. Muy aprendidas. En el concierto "indicó" poco. Pero todo salió como debieron de prever. Esa maravilla tan personal no sale de casualidad porque Barenboim se ponga delante.
ResponderEliminarAyer la locutora de Música a la carta puso la Canción de la estrella de TONJAISER de Wagner por GUERJER: así pronunció Tannhäuser y Gerhaher. ¡No se molesta en aprender!
ResponderEliminarJ.J.J.