Incalificable Pollini en las Sonatas 28 y 29 de Beethoven
¡Qué mal sabor de boca me ha dejado este disco del sello DG! Maurizio Pollini nunca ha sido -en mi opinión- un gran intérprete de Beethoven; en todo caso, bastante mejor en los Conciertos (sobre todo en el “Emperador” con Karl Böhm) que en las Sonatas. Pero precisamente antes de enfilar la grabación del ciclo, ¡que se ha dilatado a lo largo de 39 años!, interpretó las cinco últimas (DG 1975 y 1977) en versiones bastante mejores que la media de las que vinieron después.
Pero ahora, a sus 79 años (u 80, no sé exactamente cuándo han sido grabadas), ha emprendido el registro de estas dos Sonatas -siguiendo a las tres últimas, que publicó en marzo de 2020- y, en lugar de tratar de adaptar las grandes, hasta enormes dificultades que presentan a su estado actual de dedos, ha optado por aparentar que no ha perdido nada de mecanismo, y todo son carreras. Pero atropelladas, con muchas notas falsas y falta de claridad (los numerosos trinos rara vez los hace con limpieza). No faltan, claro, frases hermosas aquí y allá, que recuerdan al que fue un gran pianista, pero son breves retazos que no enderezan estas versiones ciertamente lastimosas. La 28 es más pasable (¡poco!), pero la “Hammerklavier” es un dislate: un primer movimiento rapidísimo hasta el absurdo, que pierde todo su empuje, y la fuga final, un destrozo de tomo y lomo. Lejos de seguir los ejemplos de Rubinstein, Arrau o Barenboim, que se acomodaron en su vejez a su estado, Pollini ha optado por hacernos creer que puede tocar lo que echen, y a velocidad supersónica. Pero, me pregunto, ¿no se ha escuchado desapasionadamente a sí mismo?
(P. D.: Por si alguien estuviera pensando que podría estar dándole yo la razón al tan desafortunado artículo de Justo Romero en el que -con una tremenda desconsideración que no delataba sino desprecio- llamaba a Pollini, así como a Domingo y a Barenboim, “momias vivientes”, diré que nada tiene que ver ese feo asunto con este disco: allí escribía Romero que Pollini no debió de salir en Salzburgo a tocar un programa en el que figuraba la “Hammerklavier” por puro miedo, cuando pocos días después se supo que los doctores le detectaron un serio problema cardíaco. Nada tiene que ver esto con el disco, que es un documento perdurable, y que no comprendo cómo se ha permitido que salga a la luz. Recuerdo muy bien lo puntilloso que era Pollin hace años. He aquí una significativa anécdota: cuando se lanzó su grabación de las Sonatas 2 y 3 de Chopin, allá por 1985, recibimos en PolyGram España, donde yo trabajaba, una copia del LP. Inmediatamente después nos llegó una “orden” de la Deutsche Grammophon central para que, cuando llegasen los ejemplares que habíamos pedido a la fábrica de Hannover, procediéramos a devolverlos sin ponerlos a la venta, pues Pollini había exigido su destrucción, ya que había algo en su interpretación que no podía tolerar -entendimos que alguna nota falsa o alguna frase no bien resuelta-. Pero antes de su destrucción, yo y alguien más de PolyGram España escuchamos el disco por nuestra cuenta, y no fuimos capaces de encontrar ningún defecto de ejecución o interpretación. Esto da idea del nivel de autoexigencia que tenía Pollini… por entonces)
Eric Lu patina en las Sonatas D 784 y 959 de Schubert
Todo lo (poco) que le había escuchado hasta ahora a este interesante pianista me había gustado bastante o mucho (pueden verse los textos del 24-11-2020 y del 22-10-2022). Pues bien, en este disco que acaba de lanzar Warner creo que Lu ha metido la pata. Las interpretaciones de estas dos Sonatas son muy lentas, hasta el punto de que no puede sostener el tempo sin perder la tensión y hasta el hilo en muchos momentos (¡no, no es Sviatoslav Richter!). Por otro lado, introduce multitud de ideas -mejor llamarles ocurrencias- que no hacen, casi en todas las ocasiones, sino despistar al oyente y poner en peligro la continuidad del discurso. Hay que recordarlo: está muy bien introducir hallazgos personales, pero no todos valen, por supuesto. Me da la impresión de que en este disco Lu ha pretendido epatar, como diciendo mirad qué desbordante creatividad la mía (me ha recordado un poco, ay, al maduro Ivo Pogorelich con el norte perdido). No, lo siento, Lu no me ha convencido aquí. Y a la D 784 le falta agonía en el primer movimiento y contundencia, rebeldía, en el tercero. El bellísimo Allegretto D 915 que completa el disco, nada extravagante ni forzado, está bastante mejor.
“The Scriabin - Ravel connection”: disco de Aidan Mikdad
No había oído el nombre de este pianista (Amsterdam, 2001), que ha estudiado en la Escuela Reina Sofía de Madrid con Dimitri Bashkirov, así como también con Richard Goode, András Schiff o Jean-Yves Thibaudet. Pues bien, este disco suyo del sello Lynn intenta conectar de algún modo a Ravel con Scriabin: interesante idea. Lo cierto es que Mikhad toca muy bien e interpreta con gran acierto las obras aquí presentes de ambos: del ruso la Segunda Sonata, op.19 (“Sonata-Fantasía”) y el interesantísimo Preludio y Nocturno, op. 9, para la mano izquierda, así como, del francés, el dificilísimo Gaspard de la nuit. Sobresaliente en ambos compositores, tanto por la ejecución como por la comprensión y por la idoneidad sonora, hasta el punto de que pueda situarse entre lo mejorcito que hemos escuchado en estas obras; Scriabin y Ravel no son aquí tan distantes, en efecto (mucho más lo serían si las piezas de Scriabin hubieran sido de última época). El disco, muy bien grabado, es sin embargo muy parco en duración: ¡poco más de 40 minutos! En todo caso, ¡otro pianista a tener muy en cuenta!
No me podía imaginar que Pollini fuese tan flojo en su serie de las 32 Sonatas. Hasta ahora sí sabía que Chopin y el siglo XX son sus especialidades.
ResponderEliminarROMUALDO.
Más que flojo… Yo creo que el Beethoven de Pollini fue de más a menos. Las obras con las que tenía afinidad eran las sonatas finales, y como dice Ángel, esas las hizo muy bien a mediados de los setenta. A partir de ahí, hago un trabajo de imaginación tipo David Hurvitz y supongo que le habrían animado a ir grabando el resto… Y el resultado cada vez era menos interesante. Y si a eso le sumamos el deterioro en cuanto a mecanismo más o menos inevitable por cuestiones de edad, tenemos lo que ahora escuchamos. Y es que hay pianistas que tienen afinidad con este compositor y otros que no. Para ciclos grandes, tenemos a Barenboim, Arrau, tal vez Ashkenazy, Kempff (para quienes lo prefieran algo más circunspecto), Gilels (bueno, él no lo terminó del todo)… Y poco más. Ni Backhaus, ni Brendel, ni Levit…
ResponderEliminarHola Ángel,
ResponderEliminarMe interesaría mucho saber tu opinión acerca del organista Sebastian Heindl. Muchas gracias.
Lo acabo de ver y escuchar en YouTube. Es, en plena juventud hoy y antes incluso siendo adolescente, un virtuoso realmente asombroso. Como intérprete lo he encontrado con notables altibajos: brillante, deslumbrante en la Noche en el Monte Pelado, pero recargadísima su ornamentación en la Passacaglia y fuga de Bach, hasta desfigurarla. Donde me ha gustado bastante es en la Fantasía y fuga en Sol menor. Habrá que darle algún tiempo, a ver si se centra desde el punto de vista musical, pues tiene solo 23 años.
EliminarGracias. Ángel. Si puedes, fíjate el audio del siguiente fragmento:
Eliminarhttps://www.facebook.com/watch/?v=161821679358693
Si te soy sincero, me parece que está muy bien tocado. Pero no estoy muy de acuerdo con las dinámicas ni con las tímbricas escogidas.
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