Una vez más, pocas obras de gran entidad
Cinco años después de su
primera aparición en el Concierto de Año Nuevo en Viena, se confirma la falta
de sintonía de Christian Thielemann con la música de la familia Strauss y autores de su entorno. Los numerosos pequeños desajustes no fueron lo más
censurable. El programa de este primero de año ha vuelto a ser muy parco en
obras importantes, y sí pródigo en piezas menores y hasta aparecidas por primera vez en este evento. A la espera de volver a escuchar el concierto cuando lo cuelgue Qobuz (esta vez
no tengo interés en el blu-ray), de entrada voy a hacer una valoración somera.
La página de apertura es
la olvidable Marcha del Archiduque Albrecht de Karel Komzák. El vals Bombones
de Viena de Johann Strauss hijo, pese a ser bastante conocido, no me parece
uno de los mejores de su autor. Thielemann se excedió en los portamentos, muy
exagerados e hiperdecadentes. Ya empezamos a comprobar cómo los rubatos
le suenan algo impostados, poco fluidos, necesarios y naturales. En la apenas
interesante Polca de Fígaro del mismo compositor las fluctuaciones en el
tempo se antojaron excesivas. El bastante convencional vals Para el
mundo entero de Josef Hellmesberger hijo estuvo a ratos -solo a ratos- mejor
explicado. La polca rápida de Eduard
Strauss Sin frenos conoció una versión bullanguera, probablemente
adecuada.
La primera obra de verdadera entidad de la velada, la obertura de Johann II Waldmeister (Aspérula), resultó decepcionante: rapidita, expeditiva, con algún pasaje algo ñoño y con costuras demasiado visibles (Barenboim llegó en ella en 2014 a lo más alto). El Vals de Bad Ischl del mismo elevó el nivel, mantenido en otra página menor, la Polca del ruiseñor. Pasamos a su hermano Eduard con la insípida polca Manantial de montaña. Acertada versión de la Nueva Polca Pizzicato de Johann II. Volvió Hellmesberger II con la sosa, banal polca Estudiantina.
El notable vals
de Carl Ziehrer Wiener Bürger (Ciudadanos de Viena) me reafirma
en la opinión de que Hans Knappertsbusch fue inalcanzable en ella. Lo mejor del
día estuvo quizá en la inesperadamente preciosa Quadrille (WAB 121)
de Anton Bruckner, del que se cumple este año que comienza el bicentenario de
su nacimiento. Original para piano a cuatro manos, está orquestada con acierto
por Wolfgang Dörner. El insignificante galop Glaedeligt Nytaar! de Hans
Christian Lumbye estuvo de más. En el genial vals de Josef Strauss Delirien
fue a Karajan a quien echamos de menos: la elegancia y la sensualidad no son cualidades de Thielemann para este repertorio.
Propinas: muy bien la Polca del Jockey, también de Josef, de trámite El bello Danubio azul -carente de entusiasmo y exaltación- e impecable la Marcha Radetzky de Johann padre.
En general, la excelsa
Orquesta Filarmónica de Viena estuvo algo menos brillante, menos plateado y
voluptuoso su sonido que con las batutas más inspiradas y certeras. El año
próximo se vuelve a un valor seguro: Riccardo Muti.
ResponderEliminarEn su parte musical, el concierto no me pareció excelso, pero tampoco malo, incluso me supo a excelente en alguna pieza. La indigestión me vino con los comentarios de Martin Llade. Dejo a parte que lo primero que me revuelve el estómago es ese tono de voz con el que parodia al añorado José Luís Pérez de Arteaga. Pero es que para colmo, el Sr. Llade, a fuer de graciosillo, no paró de soltar chistes fuera de lugar y sin gracia alguna. Solo me partí de risa al comienzo, cuando vi que el concierto iba dedicado a Bruckner y que el comentarista tenía que hablar con neutralidad de un compositor que no le gusta y del que se burla en su programa de radio. Antes de la interpretación de la Quadrille de Bruckner, el Sr. Llade se creyó obligado a puntualizar que “en mi programa Sinfonía de la mañana se establecen apasionados debates sobre Bruckner, pero siempre des del cariño”. El suyo desde luego que no. Porque después del documental sobre Bruckner de la media parte, no le salió otra cosa del alma que “me ha emocionado especialmente cuando aparece el busto de Johannes Brahms”, y también la imagen del meandro de no sé qué río porque se parece al de un río de Cáceres. Un sarcástico menosprecio hacia Bruckner que no tiene nada de cariño.
Sea como sea, en la presentación de un concierto de Año Nuevo ciertas bromitas están de más. De hecho, después de siete años, el propio Martín Llade ya está de más como presentador del concierto. Ahora toca que contraten a una mujer, por aquello de la paridad, pero eso sí, con la cualidad del saber estar. Sólo de imaginarlo ya me siento mejor.
Respecto a Martín Llade, también me resulta insoportable. Pérez de Arteaga enriquecía la transmisión con su erudición y su humor exento de afán de protagonismo, inolvidable.
ResponderEliminarThielemann, o no se cree esta música o es que le puede ya el amaneramiento en el que ayer cayó una y otra vez. Su Música de las Esferas (mi piedra de toque en este repertorio) de su anterior concierto fue horrible por artificiosa y ayer no subio el nivel. Por lo que he escuchado de su cacareado último ciclo Bruckner, me temo que es esto último: falta de concepto y amaneramiento.Thielemann me desconcierta: su Anillo de 2008 en Bayreuth me parece, en el aspecto orquestal, a la altura de Kna o Furtwangler, impresionante, muy, muy superior a cualquiera de los últimos 50 años. Por el contrario su Beethoven, Brahms, Bruckner, etc, ni de lejos están a esa altura. Pareciera que solo le gusta Wagner.
Feliz Año a usted y a los seguidores del blog!!