La plenitud de la madurez
Es la séptima vez que el
maestro napolitano dirige el famosísimo evento; ningún director vivo lo ha
dirigido tantas veces, y en la historia solo le han superado en esto Clemens
Krauss (12 veces), Willi Boskovsky (25) y Lorin Maazel (11). Cuando comenzó, en
1993, Muti lució su técnica, su energía y su electricidad, pero a decir verdad
no solía dominar del todo el estilo, el lenguaje tan particular de la música de
la vienesa familia Strauss. Progresivamente -y no sin altibajos- ha llegado a hacerlo
suyo por completo. Yo diría que la de este año ha sido la mejor de todas sus
actuaciones en un primer día de enero.
Algunas consideraciones
antes de comentar el concierto por medio del blu-ray (Sony) que acabo de ver y
escuchar. En el programa, una vez más, han tenido a gala contar con algunas
piezas -esta vez solo dos- nunca antes tocadas en estos eventos. Política que
me parece inadecuada, dado que muy rara vez estas rarezas merecen la pena. Creo
que es preferible centrarse en las piezas más indiscutibles, como ocurrió en el
único concierto -1987- dirigido por Karajan. Sin desdeñar, por supuesto,
algunas poco frecuentadas pero musicalmente notables: las hay.
Siguiendo por orden el
programa nos encontramos en primer lugar con una expeditiva Freiheit-Marsch
(Marcha de la libertad) de Johann Strauss padre, de la que tal vez no sea
fácil sacar más partido. El precioso vals Dorfschwalben aus Österreich (Golondrinas
de aldea de Austria), de Josef, muy reposado y cantado, difícilmente habrá
podido ser escuchado mejor en otra ocasión. La Demolirer-Polka (Polca
de los demoledores), de Johann hijo, no satisface gran cosa, pese al
esfuerzo de la batuta. El Lagunen-Walzer (Vals de la Laguna) del
mismo autor, con temas extraídos de la opereta Una noche en Venecia,
pudo ser más paladeado en alguna de las melodías más bellas del compositor. La
polca rápida de Eduard Luftig und duftig (algo así como Ligero y
vaporoso) destacó por su aire alegre y chispeante.
Y llegamos al primer
acierto monumental con la obertura de Der Zigeunerbaron (El barón
gitano), hecha con fuego, entusiasmo, sentido del humor (no muy frecuente
en otras versiones) y una coda trepidante. Rubatos insuperables. La
flexibilidad en la agógica y la dinámica, la sensualidad y los rubatos no
forzados sino naturales, certeros a más no poder, vuelven a hacerse presentes
en el maravilloso vals, también de Johann hijo, Accelerationen, que
puede verse en el blu-ray con o sin baile -fresca, preciosa coreografía de
Cathy Marston-. La marcha Fidele Brüder de Joseph Hellmesberger II,
tocada por vez primera en un concierto de año nuevo, me pareció notable, e
irreprochablemente servida. Siguió el vals Ferdinandus de Constance
Geiger (1836-1890), orquestado por Wolfgang Dörner, que constituye la primera
pieza de una compositora en la historia del concierto. Pero es una página de,
en mi opinión, escaso valor, lo que no es de extrañar al saberse que fue
compuesta a la edad de 12 años.
Volvemos a Johann hijo
con su más bien olvidable polca rápida Entweder… oder! (O bien… ¡o
bien!), de la que lo mejor me pareció la coreografía (y cómo la bailaron, por
supuesto). El espléndido vals Transactionen de Josef fue recreado con
una elegancia y sensualidad admirables. En la Polca de Ana de Johann II
se apreció la ternura con que el hijo describía el carácter de su madre. Su calma
contrastó con la polca Tritsch-Tratsch, más veloz que enérgica. Seguimos
con Johann hijo: memorable interpretación del vals Wein, Weib und Gesang
(Vino, mujeres y canto), interpretado con su algo inconveniente
introducción y sin el coro que añadía la versión original. Pero será improbable
recordarlo mejor, gracias entre otras maravillas a sus impactantes rubatos.
Y vinieron las propinas:
la excelente lectura de la polca rápida Die Bajadere (La bayadera)
y El Danubio azul más creativo imaginable -fraseado con alcune
licenze, pero todas ellas perfectamente acertadas, sin extravagancias-.
Sinceramente, no recuerdo ni una sola versión que me haya agradado más: ¡qué
formidables rubatos antes del clímax! La Marcha Radetzky del padre, más
enérgica y matizada que de costumbre. O sea, un concierto a pedir de boca en el
año del segundo centenario del nacimiento del “Rey del vals”.
La Filarmónica de Viena
Está como de moda -estoy
oyéndolo o leyéndolo últimamente, y dudo que la insistencia sea una casualidad-
afirmar que la Orquesta Filarmónica de Viena no está en su mejor momento. No
estoy de acuerdo: conserva al completo su tan peculiar y bella, plateada y
diáfana sonoridad, y luce, embriaga tanto como de costumbre en su conjunto como
por sus solistas -a cuál mejor-, como se pudo comprobar también en las piezas
de cámara que tocaron en el intermedio. ¡Qué cuerdas, qué oboe, flauta,
clarinete, arpa, trompas, trompetas… por no hablar de los percusionistas! La pena es que esta maravillosa orquesta grabe tan poco en estudio.
A ver qué tal se le da el
1 de enero de 2026 al anunciado Yannick Nézet-Séguin…
Tengo curiosidad por saber si las versiones del CD comercial (sin aplausos, cosa extraña) son las mismas que las del audiovisual blu-ray... J.S.R.
ResponderEliminarSe supone que sí. Pero es muy difícil comprobarlo.
EliminarYa anticipábamos en los días siguientes a este Concierto de Año Nuevo que el nivel musical había sido realmente excepcional. Simplemente me permito apuntar un par de discrepancias respecto a lo que afirmas en el texto, que tienen que ver con las “rarezas”:
ResponderEliminarPrimero: creo que, desde el punto de vista de la confección del programa, este Concierto de Año Nuevo de 2025 era ejemplar. Las piezas que de verdad son muy, muy conocidas de la dinastía Strauss no son muchas, y las que tienen un valor realmente extraordinario también son limitadas en número, así que no podemos centrarnos sólo en esas pocas piezas si se pretende que el Concierto de Año Nuevo “tenga vida”. Que haya un par de obras nuevas cada año, (quiero decir, que no se hayan escuchado antes en los conciertos del día 1 de Enero), está bien. Lo que no puede ser es que un tercio del programa sean novedades…, ¡y ya no digamos la exageración de 2023 con Welser-Möst donde sólo había una obra que se hubiese programado antes en esa sesión!
Segundo: la introducción de Vino, mujeres y canciones me parece una de las grandes joyas de la dinastía Strauss. Cada vez que me encuentro con una grabación donde la cortan, (por ejemplo, sin ir más lejos, en la versión del Concierto de Año Nuevo de 1979, el último que dirigió Boskovsky, por lo demás obligatorio), me entra dolor de corazón. Y quien escuche lo que hace Muti con ella en 2025 seguramente lo entenderá perfectamente.
Tengo que volver a escuchar (cuando vuelva de este viaje en el que me hallo) esa introducción, que me pareció "inconveniente"...
EliminarMe abstengo de valorar los comentarios de Martín Llade en este concierto porque me curé en salud y me prohibí escucharlos. Con todo, a la vista de la importancia trascendental que se ha dado en los medios a la interpretación, por vez primera en la historia -y la prehistoria- de una obra creada por una compositora, Constance Geiger, me he permitido tragarme en diferido lo que comentó sobre ello el susodicho comentarista. Me parece muy bien su puntualización de que el “Ferdinandus-Walzer” se ofrecía en un “arreglo” de W. Dörner, aunque en realidad es bastante más que eso, puesto que se trata de la orquestación de una obra para piano, una aportación que la mayoría de críticas periodísticas omiten valorar, atribuyendo todo el mérito a Constance Geiger, cuando en realidad, y tal como sonó, se trata de obra de autoría mixta, es decir, femenina y masculina. Pero claro, hay que rendir tributo mediático al feminismo dominante y no regatearle méritos a la compositora, pero ya puestos a espetar ditirambos también había que propinárselos al orquestador. La obra, en su conjunto, me pareció que tenía su gracia.
ResponderEliminarAl acabar la interpretación de la obra, el Sr. Llade tuvo a bien ilustrar a la audiencia sobre que Constance Geiger “escribió para la boda de la emperatriz Sissí una Marcha Húngara (sic)” Lo cual, además de absurdo, es falso. Lo que compuso es la “Elisabethen-Vermählungsmarsch”, o sea, una Marcha Nupcial, que no Húngara. Lo digo, más que nada, porque si a alguien se le ha quedado este dato grabado en el subconsciente lo corrija. En fin, al bueno de Martín Llade, siempre tan dicharachero, le puede la verborrea y a menudo pierde el control racional. Claro que también podría ser que simplemente hubiese soltado un chiste de los suyos. Vete a saber.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEstoy seguro de que, ya que querían incluir una pieza de una compositora, podrían haber encontrado alguna más destacada, aunque no fuese necesariamente un vals. Ha habido, y sobre todo hay hoy, compositoras mucho más notables.
EliminarTratándose del Concierto de Año Nuevo, evidentemente tenía que ser un vals o una obra con carácter de danza del siglo XIX. Y la verdad, este Ferdinandus-Walzer de Geiger no es exactamente la obra maestra que algunos querían hacer creer al público, pero también hemos de reconocer que, dentro de las novedades que se han ido presentando estos últimos años en el Concierto de Año Nuevo, esta obra de Geiger tenía plena justificación. Vamos a obviar el asunto de la orquestación, que lo único que hace es complicar las cosas.
ResponderEliminarPor cierto, no se comentó mucho en España, pero sí en el blog de Norman Lebrecht y también se habló de ello en la pausa de la retransmisión del concierto de Año Nuevo en la radio asutríaca. Un grupo de instrumentistas femeninas de la Filarmónica de Viena ofreció la misma tarde del 1 de Enero un “Concierto de año Nuevo alternativo” donde invirtieron los términos. Pusieron todo obras de compositoras y metieron en medio del programa un vals de Johann Strauss Hijo. Seguro que en años próximos habrá más obras de Geiger y de otras en el gran evento. Así que mejor será que nos vayamos acostumbrando.
Obviar el asunto de la orquestación no me parece pertinente, al contrario, es fundamental tenerlo en cuenta. Basta con imaginar el Danubio Azul en versión pianística para darse cuenta de lo decisiva que es la orquestación: no hay color. A la obra de Geiger le ocurrió lo mismo. Si pudo interpretarse fue gracias a la orquestación de Dölner. Lleva razón Ángel en que si querían que sonase una obra de mujer podían haber buscado, incluso en el S XIX, algo, además de valioso, más auténtico, es decir, confeccionado en su totalidad por una compositora. Mujeres que componían por supuesto que las hay, otra cosa es la dificultad de dar con algún vals, polka o cuadrilla compuestos de arriba abajo por una mujer, al modo que lo hacían Johann y Josef Strauss. Me da que cuando han tenido que recurrir a orquestar una obra para piano es que no debe de ser tan fácil.
EliminarÁngel, cuando escribes “Está como de moda -estoy oyéndolo o leyéndolo últimamente, y dudo que la insistencia sea una casualidad- afirmar que la Orquesta Filarmónica de Viena no está en su mejor momento” ¿ a qué refieres?,en particular, cuando dices que dudas que sea casualidad. Gracias. AMCS
ResponderEliminarPues es muy simple: últimamente lo he leído y se lo he oído decir a varios amigos y conocidos. Hay corrientes de opinión sobre determinados asuntos que circulan durante algún tiempo, y este me parece que podría ser uno de esos casos. Y simplemente no estoy de acuerdo con esas opiniones. Eso es todo.
Eliminar