En la Historia de la
música de Eduardo López-Chavarri, de 1929:
cómo van cambiando los gustos
Es curioso constatar cómo
van cambiando las opiniones según la época. Hay unos cuantos libros de
parecidas características, y más o menos de esos años, que contienen opiniones
bastante coincidentes con las del musicógrafo y compositor valenciano (1875-1970).
Desde entonces, hace menos de un siglo, algunas nos resultan chocantes.
No es que la extensión
que le dedica a cada uno de los compositores sea determinante, pero por lo
general dice bastante de lo que opina de cada uno de ellos. Pondré unos pocos
ejemplos: le da 2 páginas a Weber, 1 y media a Schubert, 3 y media a
Mendelssohn, 6 a Chopin, media página a Raff, 1 a Brahms, 1 a Bruckner, 4 a
Berlioz, 2 a Saint-Saëns, 2 a Franck, otras 2 a D’Indy, 15 líneas a Bizet, 3
páginas a Verdi, 9 a Wagner, 3 y media a Meyerbeer, 2 a Mahler, 5 y media a
Richard Strauss, 1 y media a Debussy, 8 líneas a Ravel, 5 líneas a Fauré, 1
página a Glinka, 1 a Dargomisky, 15 líneas a Mussorgsky, 4 líneas a
Tchaikovsky, 15 líneas a Dvorák, una cita (menos de una línea, claro está)
tanto a Bartók como a Nielsen, mientras dedica 10 líneas a Arpad Szendy, 5
líneas a Sibelius, 6 líneas a Puccini, 8 a Elgar, 1 página a Wolf-Ferrari…
Janácek ni aparece.
Y veamos a algunos españoles:
1 página y media a Hilarión Eslava, lo mismo a Tárrega, 12 líneas a Isaac
Albéniz, 9 a Granados, 12 a Anselmo Clavé, 16 a Falla… el padre Soler no
aparece citado.
El Tercer Concierto de Rachmaninov ¿el más difícil?
Esa es la fama más
extendida, pero se refiere al puro virtuosismo. Desde este punto de vista, creo
que la Rapsodia sobre un tema de Paganini de su autor o el Segundo
de Prokofiev son no menos difíciles, y les quedan cerca los dos de Liszt o los
dos primeros de Tchaikovsky. Pero hay otros tipos de dificultades -y no me
refiero a la musical, según la cual Conciertos de Mozart o de Beethoven podrían
ser más expuestos aún-, sino a diversas especiales exigencias de ejecución como
las que presentan los dos de Brahms o los dos primeros de Bartók.
Algunos cantantes que considero muy sobrevalorados
Mara Zampieri:
voz desagradable, técnica primaria.
Josef Greindl:
voz grande, cantante tosco e intérprete plano.
Otto Edelmann:
bajo de emisión intolerable. Este y el anterior, que dominaban ciertos
repertorios en los años 50, han sido extraordinariamente rebasados por Martti Talvela,
Gottlob Frick, Franz Crass, Kurt Moll, Matti Salminen o René Pape, entre otros.
Hilde Gueden, Erna
Berger, Mimì Coertse: sopranos ligeras de los años 50 cursis,
repipis y chillonas. Después las ha habido, y las hay, incomparablemente
mejores.
Robert Lloyd, Richard van
Allan, Hermann Becht, Ekkehard Wlaschiha: seudobajos engolados,
de emisión inaceptable. Como suelen hacer de malos, les vale todo.
Roberto Alagna:
soberbia voz de tenor, técnica pobre (incluso en la afinación), intérprete
plano (no sabe uno si está enamorado o muriéndose).
Ian Bostridge:
canta bien, pero me resulta de expresión insufriblemente blanda.
Klaus Florian Vogt:
tenor de timbre blanquísimo, es decir en extremo lírico, melifluo, que ha hecho
carrera como… ¡tenor dramático y hasta Heldentenor!