En la Philharmonie de Berlín se vende (y también por internet lo proporciona la propia Staatskapelle Berlin) un CD de la Cuarta Sinfonía “Romántica” de Bruckner por ese conjunto dirigido por Daniel Barenboim, grabado en público en dicha sala el 15 de octubre de 2008, que me parece –a mí y a los amigos que lo han escuchado– una de las más geniales interpretaciones de esa obra, y me atrevo a afirmar que de cualquier sinfonía de ese autor. El sello es “Deutschlandradio Kultur”. Con una sonoridad espaciosa y a la vez tremendamente nítida, la interpretación puede ser percibida con tanta fidelidad como placer auditivo.
Como sabrán los buenos conocedores de Bruckner, la primera grabación que Barenboim hizo de la “Romántica” (D.G. 1973, comienzo del ciclo de las diez) fue su primera sinfonía de ese autor. Es una realización que dejaba bien clara su pasión por esa música y el gran talento del director, pero era sin duda inmadura, desequilibrada; aunque eso sí, contenía momentos arrebatadores.
Su registro para Teldec veinte años posterior es casi la otra cara de la moneda: más amplia y sosegada, más contemplativa, sin duda más canónica y mucho más equilibrada, esta versión tiene un serio problema: una grabación algo apagada y gris.
La toma en público, privada pero que circula por ahí, de Chicago en 2000 ahonda aún más en esa línea más próxima a Celibidache, y posee una coda final impresionante, en parte por la poderosa y gloriosa ejecución de la orquesta de Illinois.
Pero la interpretación de 2008, sin que podamos considerarla sintetizadora de las anteriores, creo que posee las mejores cualidades de ellas. No es, por supuesto, la única versión posible ni “la ideal”, porque eso como es natural no existe, pero me parece que atiende de forma muy lograda las principales vertientes que posibilita esta Sinfonía.
La construcción del edificio es de una solidez casi incomparable a cualquier grabación existente; la naturalidad con que todo se desarrolla y fluye, algo muy, muy especial y que tengo la sensación de que nunca se había logrado de forma tan explícita; todo lo que ocurre está bien motivado por lo que le precede: cuando esto no ocurre, que es muy frecuente, las cosas sencillamente no funcionan, y es algo que les sucede incluso a directores de campanillas.
Ya la introducción desemboca de modo natural, “tiene que” desembocar, en el primer gran tutti; el mayor clímax del primer movimiento está perfectamente gestado y es de una pasión incontenible y fulgurante. La coda, con las trompas en imponente fortissimo –acaso el de mayor efecto que recuerdo– cierra un episodio que produce la sensación de no haber escuchado nunca nada tan apabullante. Una inmensa página de contemplación activa de la naturaleza, que expresa el entusiasmo ante su vida, su fuerza y su belleza.
El “Andante quasi allegretto”, que, como se sabe, no es el típico adagio lento de Bruckner, resulta una página especialmente problemática para las batutas, que con frecuencia rozan el aburrimiento. El modo en que aquí se ha resuelto es verdaderamente certero; sin la menor sensación de premiosidad.
Dejando aparte el irrepetible, incomparable e inalcanzable logro de Klemperer en el scherzo, éste es uno de los más dinámicos y fantásticos que se han llevado a cabo.
La introducción del cuarto puede haber sido más impactante (como Karajan en EMI; sin embargo, ello conlleva que resulte también ampulosa, numerera y grandilocuente), pero nunca con tal y tan legítima tensión y progresión. Todo este finale está tocado por el dedo divino, y son varios los descubrimientos a los que asistimos y a los que de inmediato asentimos. El modo en que la batuta maneja, en toda la Sinfonía, las acumulaciones de tensión y de relajación es memorable. La coda no tiene nada de “demagógica”, según el término del propio Barenboim.
La prueba más terminante de que esta interpretación es un punto y aparte entre las existentes es que probablemente nunca ha parecido esta Sinfonía tan cegadoramente hermosa y arrebatadora.
La orquesta
Tres amigos críticos muy cualificados y fiables han escuchado esta grabación que les he puesto a ciegas o en copia hecha por mí, sin conocer qué orquesta y director eran. Los tres averiguaron antes de que terminase el nombre del director (conforme yo esperaba).
Pero ninguno supo qué orquesta era: a los tres les pareció sensacional, por belleza de sonido (bruckneriano cien por cien), empaste, flexibilidad y maleabilidad de las cuerdas, excelentes solistas de la madera, poderío y magnífico empaste del metal... Las apuestas no eran fáciles: ninguno lo veía muy claro, pero los únicos nombres que soltaron fueron Sinfónica de Chicago y Filarmónica de Viena; tal vez, dijo uno, Concertgebouw...
Como se ve, los tres pensaron en una orquesta de primerísimo nivel mundial. Que es lo que –yo llevo algún tiempo opinando– es la Staatskapelle Berlin. De lo cual me alegro mucho. No hay que ocultar que, en el comienzo mismo de la Sinfonía, el trompa solista (que en adelante demuestra ser sensacional ¿tal vez Ignacio García?) se muestra como algo indeciso o inseguro, recurriendo a algún indeseado portamento. Nadie es perfecto.
Las cuatro Cuartas de Barenboim en disco: duraciones
OSinfChicago DG 73: 18’05” + 15’44” + 9’32” + 20’21”
OFilBerlín Teldec 93: 19’20” + 16’20” + 10’25” + 22’30”
OSinfChicago grab. privada 2000: 22’02” + 16’57” + 11’09” + 22’22”
Staatskapelle Berlin DRKultur 2008: 19’09” + 16’01” + 10’58” + 22’02”
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