Con la que acaba de salir al mercado, la del Teatro Romano de Orange en 1984 (Hardy), ya hay al menos siete grabaciones notables de Don Carlo (o Don Carlos) de Verdi en DVD: Levine (D.G.), Karajan (Sony), Muti (EMI), Chailly (Opus Arte), Pappano (Warner en francés y EMI en italiano).
De la mejor –para mí– hasta el momento, esta última (con Villazón, Poplavskaya, Furlanetto, Ganassi, Keenlyside y Halfvarson), ya hablé en este blog, antes de que fuese publicada, a través de una grabación de la BBC.
Pero la de Orange no es una versión precisamente desdeñable, y posee un valor histórico incontestable, por el espectacular reparto, con algunos de los más grandes cantantes del siglo XX, de los que además quedan pocos testimonios filmados. Advertiré de entrada que la calidad tanto del sonido como de la imagen es muy superior a la de la Norma filmada allí diez años antes, esa noche que algunos consideran la más grande de la que hay recuerdo de la insigne soprano barcelonesa.
Aquí no alcanza esas alturas estratosféricas, más que nada porque ya no estaba tan bien de voz (las Turandot y las Giocondas le habían pasado factura), con lo que, si la comparamos con su absolutamente incomparable interpretación en el registro de audio con Giulini (EMI 1971), aquí ya encontramos algunos agudos que no osa atacar en pianissimo, y otros en forte que suenan un poco agrios. Aun así, ¡es tal su sabiduría, tan memorable su canto legato, tan enormemente musical y sentida su interpretación, que hay que descubrirse! Eso sí, como actriz estuvo un tanto limitada, seguramente por algún problema de movilidad. Jaime Aragall, muy bien de voz (¡y qué timbre luce!) tuvo una muy buena noche: bastante mejor de lo esperado en la interpretación; incluso le puso pasión a su exaltado personaje. Grace Bumbry y Renato Bruson son una auténtica gloria cada uno de ellos: hoy me temo que no hay nadie que les pueda igualar como Éboli y Posa tan maravillosamente cantados como verídicamente encarnados.
Aquí se acaba la fiesta, pero no es poco: Simon Estes no es uno de los grandes Felipes; con todo, está mejor de lo que yo esperaba en este barítono-bajo que raramente me gusta. Luigi Roni, notable, es insuficiente para el tremendo Inquisidor. Y bastante ridículo un tal Olim Sadoullaiev como Monje. La batuta de Thomas Fulton (1949-1994), que hace la versión en cuatro actos, es muy satisfactoria, con fuerza, garra y sentido dramático (¡qué poco duró en activo este director norteamericano, asiduo en el Met desde 1979 hasta su muerte!). Y la escena de Jean-Claude Auvray es bastante sencilla, contenida y eficaz, aprovechándose de las posibilidades del inmenso escenario, si bien creo que sobran las reproducciones de algunos fragmentos de cuadros españoles de El Greco o Velázquez. En cualquier caso, en conjunto fue una velada memorable.
¡Ah, Ángel! Leí algunas de sus reseñas discográficas en Ritmo y ahora de golpe me topo con su blog... Le remito un enlace a mi blog musical, que espero que le interese; está dedicado a un coro excelso. Gracias por su atención.
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