Andris Nelsons sí, pero el resto... Puede que quien vea y escuche esta versión de Turandot (Me, 2009) en su televisor de tubo no lo note, o apenas lo note, pero quien lo vea en una pantalla de buen tamaño y tenga el sonido conectado a su equipo de música comprobará que, en estos tiempos, una grabación tan gris y falta de pegada no es comprensible ni admisible, y menos en un sello del justo prestigio de Decca. De todas maneras, como la interpretación no es nada del otro mundo, la verdad, tampoco se pierde tanto.
La vetusta puesta en escena de Zeffirelli sigue encantando al especialmente conservador público del Met (que todavía aplauden las vistosas y recargadas escenografías cuando se abre el telón), pero es una especie en vías de extinción, con tal cantidad de cartón piedra, tal recargo de elementos innecesarios, incluidos los coreográficos (¡qué horror al vacío de un solo palmo del escenario!), ese considerable descuido de la actuación de los personajes, etcétera. Lo que sí es notable es la realización.
La dirección musical confirma el gran talento y la adaptabilidad del joven Andris Nelsons a repertorios muy diversos. Aquí posee tan buen sentido dramático como capacidad de cantar las melodías, así como un refinado sentido del color, tan fascinante en esta ópera postrera de Puccini. No tiene que envidiar a Mehta en Valencia, a pesar de que el coro y la orquesta neoyorkinos están bastante menos bien que los conjuntos levantinos (¡!). Allí Guleghina, una verdadera heroína por llevar tantos años cantando este terrible papel, se hallaba mejor de voz; ahora ha perdido algo de brillo y de squillo, así como algo de fiato. Pero sigue siendo una Turandot capaz y más que notable.
Marcello Giordani es un tenor en exceso lírico para Calaf, completamente carente de graves (la segunda vez que dice “nessun dorma” en su aria simplemente no se le oye) y no muy fino en línea de canto, pero canta Calaf y otros papeles comprometidos en teatros importantes por dos razones: porque no hay hoy grandes tenores para estas partes y porque posee agudos firmes y timbrados (bueno, no siempre...). Marina Poplavskaya, una más que buena soprano, no es quizá la mejor elección, pues su voz es algo más corpulenta de lo debido para Liù, y apianar en el registro agudo no es siempre su fuerte.
De la antaño magnífica voz de Samuel Ramey no quedan más que vestigios: da mucha pena escucharlo a estas alturas, pues el trémolo ahoga su canto, haciéndolo a veces casi irreconocible. Los papeles menores están casi todos bien servidos. No es, pues, en conjunto, una Turandot muy recomendable, pero tampoco hay otra que claramente sea mejor: ni Marton, Carreras, Ricciarelli/Ópera de Viena/Maazel/Prince (TDK), ni Marton, Domingo, Mitchell/Met/Levine/Zeffirelli (D.G.), ni Guleghina, Berti, Voulgaridou/Valencia/Mehta/Kaige (C Major). Por no hablar de Schnaut, Botha, Gallardo-Domas/Salzburgo/Gergiev/Pountney (ORF). A seguir esperando, pues.
Hola, Ángel. Te quería hacer una pregunta respecto a la ópera de Hindemith, "Cardillac". ¿Cúal de las dos versiones en DVD existentes te parece más recomendable: la de DG con Sawallisch o la de BelAir Classiques con Nagano? Gracias.
ResponderEliminarNo me parece fácil decidirme por una de esas versiones: la de Nagano se ve y suena algo mejor; la escena de Sawallisch (¡Ponnelle!) es una joya, y la de Nagano (André Engel) es menos literal, pero bastante sensata. La dirección musical me parece muy buena en ambos casos, y los repartos, notables en ambos casos: en cualquier caso, me inclino por el Cardillac de McIntyre (DG) y por la Hija de Denoke (BelAir). El resto, a un nivel más o menos parejo.
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