El 5 de junio dirigió Michael Tilson Thomas en el Auditorio Nacional tres composiciones del siglo XX, período en el que más a gusto se halla el director de Hollywood nacido en 1944 (¡próximo ya a los 70!).
Posee una técnica de batuta excepcional: diáfana y precisa como pocas, y ello desde bien joven, tanto si escuchamos sus primeras grabaciones, aquellas para D.G. con la Sinfónica de Boston, o escuchado en público (le recuerdo una espléndida Novena de Mahler con la Orquesta Nacional hace mil años). Ahora bien, para qué negarlo, como intérprete no suele tener tan alto nivel como el de su técnica. Y no me refiero al concierto de ayer, sino que hablo en general de todo lo que le he escuchado.
Comenzó con una lectura impecable de Quiet City de Copland a la que sólo tendría que objetar el quizá excesivo predominio que dio a la trompeta (el estupendo Philip Cobb) en detrimento del otro solista, el corno inglés (la también muy notable Christine Pendrill). Bernstein en su grabación con la Filarmónica de Nueva York (DG 1985) logra evitar ese desequilibrio. Absolutamente admirable el moderado grupo de cuerdas (10/10/8/6/4, si no conté mal).
Lo mejor de la velada fue, para mí, la Guía de orquesta para jóvenes de Britten, expuesta con una claridad pasmosa (algo especialmente llamativo en la fuga final) y destacando todo lo posible el propósito pedagógico de la misma (ni siquiera las versiones del propio Britten con esta misma orquesta –Decca 1964–, o de Rattle con la Filarmónica de Berlín, ésta en público en esa ciudad en 2009 me parecen tan logradas, ni tan brillantes). Una brillantez, creo, perfectamente adecuada. Aparte de esto, resuelto magníficamente por la London Symphony, no hay mucha opinión que emitir en esta obra, la verdad sea dicha.
En la Quinta Sinfonía de Shostakovich asomaron, en mi opinión, ciertas carencias o al menos desenfoques de Tilson. Tras una contenida introducción (bien larga, por cierto), el “Allegro non troppo” fue bastante descargado de tensión, casi descafeinado, y demasiado suave en sus partes más cantabile. Magnífico, sensacional, el “Allegretto”, muy mirando a Mahler (lo que me parece muy apropiado, todo sea dicho). Sin cargar demasiado las tintas, de nuevo, en el “Largo”. El finale fue expuesto con demasiada rapidez (¡“Allegro non troppo”!), con más ruido que nueces, para dar un brusco frenazo en la coda, y otro suplementario en el final de ésta, persiguiendo transmitir quizá ese pesimismo antitriunfalista que (según Volkov, y lo encuentro muy lógico) pretendía el autor. Pero no estoy muy seguro de que quedara bien claro. Sin esas artimañas en el tempo, Bernstein (Filarmónica de Nueva York, Sony 1980) o incluso Haitink (Concertgebouw, Decca 1982) lo han conseguido con bastante claridad. Pero, como me decía mi amigo Miguel Ángel de las Heras, también presente en el concierto ¿eso cómo demonios se hace?... Por lo demás, soberbia la orquesta, de la que me gustaría destacar al clarinete Chi-Yu Mo.
Como propina, tuvo el excelente detalle de ofrecer, “a la memoria de nuestro querido maestro Sir Colin Davis” –dijo en vacilante español– una hermosa y sentida versión de Nimrod, de las Variaciones Enigma de Elgar.
Realmente pocas veces pasa la raya de la muy buena interpretación. Algo se echa de menos. Pero es buen músico: Basta oírle http://www.youtube.com/watch?v=GyUFzS_vHUI
ResponderEliminarPara mi gusto mucho mejor que lo que hace con la Orquesta de San Francisco mucho más tarde, también en youtube. Con menos vida que la que le indicaba de Salonen.