Con el título “...les sons et les parfums”, Harmonia Mundi publica el sexto y último disco por ahora -¿y acaso el mejor?- del pianista onubense, de Nerva en concreto. Grabado en el estudio Teldex de Berlín por el reputado equipo Martin Sauer/Tobias Lehmann, la toma de sonido es en verdad ideal. El programa es sumamente original y establece paralelismos entre obras del polaco y del francés, presentándolas una tras otra, por parejas.
En el DVD que se adjunta (muy bien filmado por Josep Molina), Perianes y el musicólogo francés Yvan Nommick explican con acierto estas concomitancias, que son de índoles diversas. Aunque el disco tenga menos uniformidad que un ciclo de todos los Preludios o los Estudios de uno u otro compositor, por ejemplo, lo cierto que la escucha continuada del programa es sumamente agradable e interesante (máxime, insisto, si se leen los comentarios de Nommick, que ¡oh milagro! vienen también en español).
Quizá la Berceuse chopiniana que abre el disco, divinamente tocada y sonada, no tiene toda la fluidez y naturalidad de las versiones más excelsas. Con algún instante tal vez más vehemente de la cuenta (¡el niño se puede despertar!), queda claro que el pianista no es uno más ni se limita a la rutina; por el contrario, es una versión sumamente personal, lo que siempre se agradece (siempre que no sea algo caprichoso o arbitrario). Fascinante el Clair de lune del francés, que logra una delicadísima luz azulada, una dulce sensualidad y una belleza de sonido fuera de serie. ¡Antológico!
Curioso el parentesco entre el primero de los Estudios op. 25 de Chopin y el Undécimo (“Pour les arpèges composés”) de Debussy, a cuál mejor tocado y entendido (lo de menos es, por suerte, la dificultad técnica, de la que el oyente se olvida). La Cuarta Balada del polaco, repleta de hallazgos sutiles, alcanza una de las lecturas más poéticas y elocuentes que recuerdo, no desmereciendo al lado de las más eminentes. Se empareja con el Cuarto Preludio del Primer Libro (“Les sons et les parfums tournent dans l’air du soir”), de carácter sin embargo muy diferente: quizá el parentesco más cogido por los pelos, pero que nos permite comprobar una vez más que las cualidades del pianista –y no sólo el sonido– se avienen de maravilla a la música del autor del Preludio a la siesta de un fauno.
El Vals No. 3, op. 34/2 (que no le dura 15’35” como dice el disco, sino, claro está, diez minutos menos) expresa una pudorosa melancolía sin que se resienta la elegancia; asoma, en él, incluso, una cierta coquetería: versión singular, creativa, acertada (que me trae a la mente la versión, filmada, de Barenboim en su recital de 2010 en Varsovia). La plus que lente, igualmente un vals lento, obtiene aquí una memorable recreación que la aproxima, a mi modo de ver, curiosamente, a Granados y a Ravel.
El brevísimo Primer Preludio de Chopin puede servir de eso mismo al también Primero del Libro I (“Danseuses de Delphes”) de Debussy: dos impecables lecturas. Intimista y recatada versión del Quinto Nocturno (op. 15/2) del polaco que da paso a una mágica puesta en sonidos de “La terrasse des audiences du clair de lune”, Séptimo Preludio del libro II.
La Barcarola chopiniana, pieza de mucha más enjundia de lo que su título haría pensar (¡tan diferente de las tiernas y melancólicas breves páginas de Mendelssohn!), es recreada por Perianes dotándola de toda la dimensión que encierra, sin caer en lo pretencioso: arte magistral, sin duda. También en L’isle joyeuse que cierra el disco hay referencias a la luminosidad de Italia: profusión de trinos en ambas piezas, hechos sin el menor mecanicismo, sino con una fluidez y flexibilidad admirables. Un deseo que me deja la audición de este disco es el de querer escuchar más Chopin, e incluso más aún, más Debussy grabados por Javier Perianes.
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