Las 6 Polonesas habituales más la Polonesa-fantasía de Chopin por Rafal Blechacz es el primero de ellos, y es el único que he devuelto: con eso está dicho todo. Bueno, no todo: no me he quedado con él porque me ha gustado poquísimo, porque carece de fuerza, de elocuencia, de grandeza, de hondura, de humanismo: se trata de lecturas muy rápidas (¡el disco dura unos ocho minutos menos que el de Pollini, que no es precisamente parsimonioso!), atropelladas, en las que la música no respira, en las que frases no tienen trasfondo ni continuidad (transiciones hechas a tropezones). ¡Menudo chasco! No es que me haya entusiasmado un solo disco de este pianista (creo que, en general, sobrevalorado), pero al menos me había parecido serio, y notable, desde sus Preludios de Chopin hasta su programa Debussy/Szymanowski. Pero en las Polonesas ha metido la pata a base de bien: tiene toda la pinta de que las ha grabado no por iniciativa propia, sino porque se lo han pedido, ya que es la música más comercial de Chopin.
Mucho más disfrutable es el de tres poemas sinfónicos de Richard Strauss por Gustavo Dudamel con la Filarmónica de Berlín: Así habló Zaratustra es una versión sólida, muy en estilo, que empieza bien y va a más; Don Juan es caliente, sensual y apasionado sin descontrol. Till Eulenspiegel, en cambio, me ha parecido menos interesante, una versión más rutinaria aun dentro de un buen nivel, pues carece de la plasticidad de las grandes lecturas y es un tanto parca en incisividad. La formidable y tan straussiana orquesta ayuda no poco a que el disco resulte recomendable, si bien las tomas, en público, podrían ser un poco más transparentes; resultan un poquito espesas. El violín solista en el primer poema es el espléndido Daniel Stabrawa, y en los otros dos el sensacional Guy Braunstein. (Aprovecho para citar mis recomendaciones máximas: Maazel/Viena, DG, para Zaratustra; Sinopoli/Dresde, DG, para Don Juan, y Klemperer/Philharmonia, EMI, o Solti/Chicago, Decca, para Till).
El tercer disco es el primer registro de Yannick Nézet-Séguin como flamante director titular de la formidable Orquesta de Filadelfia, con la que ha tenido la loable idea de homenajear a su predecesor Leopold Stokowski, ya que éste estrenó en Estados Unidos la obra base del disco, La consagración de la primavera de Stravinsky, realizando, de nuevo con la misma orquesta, la primera grabación americana. El CD se completa con tres transcripciones para orquesta realizadas por Stokowski de otras tantas composiciones para órgano de J. S. Bach: la famosa Toccata y fuga BWV 565, la Fuga 578 y la Passacaglia y fuga 582.
La partitura stravinskiana conoce aquí una lectura un tanto desconcertante, pues en “La adoración de la tierra” el cuerpo orquestal queda como en segundo plano frente a los sucesivos solistas. No ocurre lo mismo, por suerte, en “El sacrificio”, que alcanza una lectura de primer orden. No sé muy bien cómo calificar la interpretación en conjunto: más que la violencia primitiva parece que se persigue ante todo la claridad orquestal. Yo diría que es una visión interesante, más que otra cosa.
En la Toccata y fuga 565 Nézet sigue los pasos de una grabación (la de Decca con la London Symphony) del propio Stokowski, con gran ampulosidad y acusadas libertades en el tempo. Espléndida y esplendorosa también la BWV 582, pero la joya del disco es para mí la Fuga 578, y no sólo porque la orquestación creo que es la más acertada, sino porque es toda una revelación. Impresionante siempre la Orquesta de Filadelfia, acaso la segunda más fabulosa de su país (después de la Chicago). Soberbia la toma de sonido (con la salvedad de ese extraño ¿desequilibrio? en la primera parte de Le sacre.
Si puede, escuche la versión anterior de Maazel en EMI. Creo que mejor, aunque suene peor. Reinventa la obra. Absolutamente personal. Si dejar de ser Stauss.
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