Uno de los numerosos álbumes blancos, tantos de ellos
interesantes, que Sony/BMG está publicando, a precio muy reducido, es la
recopilación de grabaciones con música de Beethoven realizadas por el pianista
austriaco-estadounidense Rudolf Serkin (1903-1991). A primeros de los 80 grabó
algunas sonatas más, de última época, para Deutsche Grammophon (que, claro
está, no se recogen aquí). Creo que, de todas estas interpretaciones, solo
conocía algunas pocas sonatas de las 18 (17 diferentes, entre ellas dos
versiones de la No.31) que contiene, además
del Concierto "Emperador".
Confieso que, aunque le tengo mucho respeto, son pocas las
grabaciones que haya escuchado hasta ahora a Serkin que de veras me hayan
entusiasmado. Lamento adelantar que, de los 11 CDs de este álbum, siguen siendo
pocas las que me parecen de veras extraordinarias. Pero por descontado que no
me arrepiento de haberlo escuchado e incorporado a mi colección, pues es, sin
duda, un artista a conocer. Su mecanismo es pulquérrimo, muy nítido y
transparente, si bien su pulsación es muy poco variada, casi siempre breve e incisiva,
resultando de ella un sonido más metálico de lo que suele ser mi gusto.
Los cuatro primeros Conciertos (1962-65) se ven lastrados
por la batuta nada beethoveniana y bastante superficial de un despistado Eugene
Ormandy con su Orquesta de Filadelfia; con tempi
casi siempre muy rápidos, el movimiento inicial del Tercero es un completo fiasco: se esfuma toda su carga dramática.
Curiosamente, el concierto normalmente más problemático, el Cuarto, sale mejor parado en una versión
bastante paladeada. El "Emperador"
(1962) por suerte, lo dirige Leonard Bernstein con la Filarmónica de Nueva
York; aun siendo de mayor nivel que los anteriores, también me resulta un tanto
expeditivo. Bernstein vuelve a dirigir con nervio una Fantasía coral tocada a todo correr; claramente superior es otra
versión, 19 años posterior (1981), ahora en público en el Festival de Marlboro,
de la misma Op. 80 dirigida -muy
bien- por su hijo, Peter Serkin. ¡Curioso! Es lo único que le he escuchando
empuñando la batuta a este notable pianista (n. 1947).
El último CD contiene otro Cuarto Concierto (Marlboro 1974, en público) interpretado con poso
por el pianista, pero con una dirección algo blanda y sentimentalona de
Alexander Schneider, así como un notable Concierto
triple (Marlboro, 1960) junto al violinista Jaime Laredo y al cellista
Leslie Parnas, y dirigido con más acierto por Schneider.
Las Sonatas datan
de entre 1962 y 1977 y en ellas, con notables altibajos, aprecio un sonido poco
beethoveniano, de escaso cuerpo y pulsación casi invariablemente incisiva y
percutiente; rara vez canta Serkin las melodías con delectación, resultando
apresurado -la música no suele respirar
lo suficiente-, frío y poco comprometido: más ejecutante que intérprete, vaya,
pues se le escapa en buena parte el trasfondo de la música. La "Patética", la "Claro de luna" y la "Hammerklavier"
están entre las que menos me han gustado. Pero hay un par de sorprendentes
aciertos, tan sorprendentes que no parecen realmente debidas al mismo músico:
una bellísima "Waldstein"
de 1975 y una de las dos Nos. 31 (la
de 1960), interpretación honda, poética y lúcida.
El CD restante contiene una floja versión de las Variaciones Diabelli (¡qué partitura tan
difícil, no solo de escuchar y de tocar, sino sobre todo de desentrañar!
¡Cuántos pianistas importantes se han columpiado
en ella! Una vez más hay que afirmar que Barenboim ha sido, de lejos, el más
lúcido de todos en sus cuatro grabaciones), en la que son apreciables algunas
variaciones, mientras otras están realmente mal (las Nos. 21, 23, 27 y 28 están
ejecutadas bajo mínimos). Se completa el disco con unas correctas, algo
insípidas 11 Bagatelas op. 119 y con
una desigual, a ratos atropellada, Fantasía
op. 77. Extrañamente, casi todas las tomas de sonido están por debajo de
los estándares de aquellos años; la de la "Hammerklavier"
(1969-70) es insufriblemente chillona.
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