El recital de Barenboim con su nuevo piano en Ibermúsica
El
nuevo instrumento, que yo solo había escuchado en disco, es, escuchado en
directo, en efecto, una pura maravilla, por su calidez y a la vez su
transparencia. Aun así, debo matizar que, estando -como yo anoche- a casi
veinte metros de distancia, no se nota tanto la diferencia con un gran piano
Steinway como en el disco, que comenté el pasado día 9 de noviembre. Cuya
grabación es fidelísima, absolutamente sensacional.
Schubert
En
la primera parte, que constó de dos Sonatas
del divino Schubert, quedó patente que también a este compositor le sienta de
perlas el nuevo piano. La No. 13, D 664,
es la que en su reciente integral menos que convenció, pues tratándose, creo,
de una de las más amables de su autor, Barenboim la entiende también como
bastante tensa y dramática. Ayer volvió a ello, si bien aportó algunos pequeños
hallazgos que mejoraron quizá la del disco. Y eso que en el primer movimiento
no logró el grado de concentración que sí consiguió en el resto de recital.
Tampoco es muy de extrañar, pues durante los dos primeros movimientos hubo un recital paralelo de toses que también
afectó a mi concentración como oyente. Al terminar el Andante, el pianista se detuvo, miró al público y se puso un
pañuelo delante de la boca; a partir de ese momento, las toses, oh milagro, se
redujeron muchísimo y solieron sonar más sofocadas o apagadas.
La
Sonata No. 20, D 959 (también, como
la anterior, en La mayor) de ayer está entre las interpretaciones más geniales
que le he escuchado en mi vida -de cualquier obra- a cualquier pianista. Realmente,
no tengo palabras: por referirme a algún fragmento, el Andantino fue absolutamente sublime, y el Allegretto final, todo un redescubrimiento.
Chopin y Liszt
Pero
aún no había llegado lo más asombroso y alucinante de la velada: tras una Primera Balada de Chopin de
extraordinaria belleza, creo que algo más chopiniana
(al menos por su rubato) que la del
disco, llegaron unos Funerales
rigurosamente históricos. Curiosamente, frente a lo que muchos melómanos
piensan, resulta, en mi opinión, que Liszt es el compositor pianístico que
-junto a Beethoven- mejor se aviene al temperamento de Barenboim. La
imaginación sonora (las campanas del comienzo), la inmensa humanidad del fraseo
más doliente, la dolorosa furia, la inmensa elocuencia, el planteamiento de las
tensiones hasta alcanzar unos clímax inimaginables, son algo que quedo muy
lejos de poder explicar a quienes no estuvieran allí. Para terminar, el
endemoniado -en varios sentidos- Vals
Mefisto No. 1, una versión algo más furibunda que la del disco, con un
clímax también abrumador, cerró el comprometido recital, en el que, por
supuesto, no faltaron fallos de dedos (allí estaba Beckmesser, imagino que con
su pizarrita y su tiza, anotando y llevando la cuenta de los errores), pero en
el que se derrochó arte hasta tal
grado que esos quedan en nada.
El éxito
fue inenarrable: parece que el público (que, excepcionalmente, abarrotaba el
auditorio, con un montón de niños y jóvenes donde se sitúan el viento y la percusión
de las orquestas) fue consciente de haber asistido a un torrente de música de una de las pocas leyendas
vivas del piano. Pese a que la megafonía había pedido expresamente que no se
hicieran fotos, ni con ni sin flash, no faltaron quienes se saltaron la
prohibición. Mientras Barenboim saludaba al final al público puesto en pie,
tres personas le deslumbraron con sus cámaras; a la tercera, el pianista se le
encaró con aparente mal humor, que terminó -como se verá- diluido: "No
deben hacer esto, por tres razones: la primera, que está prohibido; la segunda,
porque me molesta en los ojos, y la tercera y más importante, que mientras
hacen la foto no pueden aplaudir". Me temo que este hecho pudo decidirlo a
no ofrecer propinas (ya le ha ocurrido otras veces: si se enfada no las toca). A
continuación, Barenboim firmó discos en el hall
durante más de media hora a varios cientos de admiradores, entre los que se
encontraba, entusiasmada, Teresa Berganza.
Ayer estuve en el concierto de Barenboim y me firmó el disco. Estoy bastante de acuerdo con lo que dice del concierto. Ahora, perdóneme, pero cuando leí lo que decía de las sonatas de Scarlatti pensé que exageraba, porque sé que Barenboim le gusta mucho. Pero cuando las he escuchado NO HE DADO CRÉDITO: ¡¡dedos humanos no pueden tocar así!!. Y detrás de los dedos hay una SENSIBILIDAD infinita. ¡Gracias!. JORGE.
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ResponderEliminarExtraordinaria reseña, señor Carrascosa Almazán
"El recital de Barenboim con su nuevo piano en Ibermúsica"
pero a mí lo que me ha impactado verdaderamente, es que usted
haya tenido la posibilidad, de ver a Mme. Berganza.-
Le pido por favor y encarecidamente, tenga usted la merced
-si la encuentra nuevamente- de saludarla en mi nombre;
porque buenas hubieron y hay muchas, pero La Distinguida
Señora Teresa Berganza, ocupa todos los apodos, motes,
alias, sobrenombres, de todas juntas y más...
Mis respetos y saludo a Ud. muy cordialmente.-