lunes, 28 de noviembre de 2016

El recital de Barenboim con su nuevo piano en Ibermúsica



El nuevo instrumento, que yo solo había escuchado en disco, es, escuchado en directo, en efecto, una pura maravilla, por su calidez y a la vez su transparencia. Aun así, debo matizar que, estando -como yo anoche- a casi veinte metros de distancia, no se nota tanto la diferencia con un gran piano Steinway como en el disco, que comenté el pasado día 9 de noviembre. Cuya grabación es fidelísima, absolutamente sensacional.

Schubert

En la primera parte, que constó de dos Sonatas del divino Schubert, quedó patente que también a este compositor le sienta de perlas el nuevo piano. La No. 13, D 664, es la que en su reciente integral menos que convenció, pues tratándose, creo, de una de las más amables de su autor, Barenboim la entiende también como bastante tensa y dramática. Ayer volvió a ello, si bien aportó algunos pequeños hallazgos que mejoraron quizá la del disco. Y eso que en el primer movimiento no logró el grado de concentración que sí consiguió en el resto de recital. Tampoco es muy de extrañar, pues durante los dos primeros movimientos hubo un recital paralelo de toses que también afectó a mi concentración como oyente. Al terminar el Andante, el pianista se detuvo, miró al público y se puso un pañuelo delante de la boca; a partir de ese momento, las toses, oh milagro, se redujeron muchísimo y solieron sonar más sofocadas o apagadas.

La Sonata No. 20, D 959 (también, como la anterior, en La mayor) de ayer está entre las interpretaciones más geniales que le he escuchado en mi vida -de cualquier obra- a cualquier pianista. Realmente, no tengo palabras: por referirme a algún fragmento, el Andantino fue absolutamente sublime, y el Allegretto final, todo un redescubrimiento.

Chopin y Liszt

Pero aún no había llegado lo más asombroso y alucinante de la velada: tras una Primera Balada de Chopin de extraordinaria belleza, creo que algo más chopiniana (al menos por su rubato) que la del disco, llegaron unos Funerales rigurosamente históricos. Curiosamente, frente a lo que muchos melómanos piensan, resulta, en mi opinión, que Liszt es el compositor pianístico que -junto a Beethoven- mejor se aviene al temperamento de Barenboim. La imaginación sonora (las campanas del comienzo), la inmensa humanidad del fraseo más doliente, la dolorosa furia, la inmensa elocuencia, el planteamiento de las tensiones hasta alcanzar unos clímax inimaginables, son algo que quedo muy lejos de poder explicar a quienes no estuvieran allí. Para terminar, el endemoniado -en varios sentidos- Vals Mefisto No. 1, una versión algo más furibunda que la del disco, con un clímax también abrumador, cerró el comprometido recital, en el que, por supuesto, no faltaron fallos de dedos (allí estaba Beckmesser, imagino que con su pizarrita y su tiza, anotando y llevando la cuenta de los errores), pero en el que se derrochó arte hasta tal grado que esos quedan en nada. 

El éxito fue inenarrable: parece que el público (que, excepcionalmente, abarrotaba el auditorio, con un montón de niños y jóvenes donde se sitúan el viento y la percusión de las orquestas) fue consciente de haber asistido a un torrente de música de una de las pocas leyendas vivas del piano. Pese a que la megafonía había pedido expresamente que no se hicieran fotos, ni con ni sin flash, no faltaron quienes se saltaron la prohibición. Mientras Barenboim saludaba al final al público puesto en pie, tres personas le deslumbraron con sus cámaras; a la tercera, el pianista se le encaró con aparente mal humor, que terminó -como se verá- diluido: "No deben hacer esto, por tres razones: la primera, que está prohibido; la segunda, porque me molesta en los ojos, y la tercera y más importante, que mientras hacen la foto no pueden aplaudir". Me temo que este hecho pudo decidirlo a no ofrecer propinas (ya le ha ocurrido otras veces: si se enfada no las toca). A continuación, Barenboim firmó discos en el hall durante más de media hora a varios cientos de admiradores, entre los que se encontraba, entusiasmada, Teresa Berganza.   

2 comentarios:

  1. Ayer estuve en el concierto de Barenboim y me firmó el disco. Estoy bastante de acuerdo con lo que dice del concierto. Ahora, perdóneme, pero cuando leí lo que decía de las sonatas de Scarlatti pensé que exageraba, porque sé que Barenboim le gusta mucho. Pero cuando las he escuchado NO HE DADO CRÉDITO: ¡¡dedos humanos no pueden tocar así!!. Y detrás de los dedos hay una SENSIBILIDAD infinita. ¡Gracias!. JORGE.

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  2. Extraordinaria reseña, señor Carrascosa Almazán
    "El recital de Barenboim con su nuevo piano en Ibermúsica"
    pero a mí lo que me ha impactado verdaderamente, es que usted
    haya tenido la posibilidad, de ver a Mme. Berganza.-

    Le pido por favor y encarecidamente, tenga usted la merced
    -si la encuentra nuevamente- de saludarla en mi nombre;
    porque buenas hubieron y hay muchas, pero La Distinguida
    Señora Teresa Berganza, ocupa todos los apodos, motes,
    alias, sobrenombres, de todas juntas y más...

    Mis respetos y saludo a Ud. muy cordialmente.-







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