Alexis Weissenberg. ¿"The Champagne Pianist"?
Álbum EMI de 10 CDs
En
la FNAC de Madrid hay (o había) un álbum EMI de 10 CDs con ese extraño título
(¿pianista burbujeante?), a muy bajo precio. Dado que yo tenía muy pocos discos
de este pianista búlgaro (Sofía, 1929 - Lugano, 2012), que no goza de mi
especial predilección, me animé a comprarlo. La principal conclusión después de
escucharlo es que no cambia gran cosa mi opinión sobre él. Admito su magnífico
mecanismo y que ha hecho cosas admirables, pero hay algo en él, sobre todo, que
me disgusta, y es su sonido, casi invariablemente muy percutivo y recortado.
Eso, que puede ir muy bien para Prokofiev o Gershwin, por ejemplo, es sumamente
inconveniente, en mi opinión, para buena parte de la literatura pianística.
En
todo caso, encuentro a Weissenberg como intérprete no poco desconcertante. En esta
caja no vienen sus Valses de Chopin,
pero sí los dos Conciertos. Los Valses los recuerdo muy bien, pues los
tuve grabados en una cassette y los
escuché varias veces: eran una vuelta atrás en toda regla, un monumento a la superficialidad,
a la frivolidad felizmente enterradas ya desde, al menos, Dinu Lipatti. Los Conciertos (1968), sin embargo, están
muy bien por lo que al piano respecta (la dirección de Skrowaczewski, con la
Orquesta del Conservatorio de París, es zafia y hasta brutal en algunos tutti), con multitud de frases muy
creativas, muy paladeadas y de un rubato
cabal; lo mejor, curiosamente, los respectivos Larghettos. Ahora bien, incluso aquí no me termina de gustar ese
sonido recortado e incisivo. Este es el 2º CD; el 1º contiene los Conciertos 9 y 21 de Mozart (Sinfónica de Viena, Giulini. 1979). En el No. 9, frente a un Andantino lentísimo (14'05") encontramos sin embargo carreras
bastante mecánicas en los movimientos extremos, sobre todo en el Rondó. Defectos
que aumentan en los mismos del No. 21,
con unas cadencias suyas muy inconvenientes. Lo triste es que la batuta de
Giulini es excelente (no como en el insípido No. 23 que le dirigió al hipersuperficial Horowitz, interpretación
horrible puesta por las nubes en su día por un conocido crítico musical
español, que la elogió en su día como inmensamente ¡poética!). Más triste aún
me resulta el incomprensible maridaje con Giulini en el Primero de Brahms (London Symphony, 1973): la batuta del italiano
es muy acertada (aunque no tanto como en su grabación con Arrau, una cima que
desafía el paso del tiempo), pero el pianista es incapaz de legato: aun cuando no corre, las frases
lentas constan de notas no unidas entre sí, sino independientes. ¿Y el sonido
del piano? Es el más inadecuado que recuerdo para Brahms de cualquier pianista
conocido. Me puede servir como ejemplo de lo más indebido para mis clases. Para
colmo (aunque no es lo más importante), en el Rondó se produce un tremendo
desajuste, algo incomprensible en una grabación de estudio. Las dos obras de
Franck que completan el disco están francamente muy bien, hondas y sentidas:
tanto las Variaciones sinfónicas
(Filarmónica de Berlín, Karajan. 1973) como el Preludio, fuga y variación (1969).
El
Primer Concierto de Tchaikovsky
(Orquesta de París, Karajan. 1970) no carece, ni mucho menos, de pasajes muy
bellamente fraseados, si bien en otros no resiste la tentación de exhibir
vacuamente su virtuosismo o una ruda contundencia. El Andantino es el más lento que conozco, y algo relamido. En su
efectismo y grandilocuencia se entiende muy bien con el gran director
salzburgués (que ha grabado cuatro veces este Concierto: Richter, Berman y Kissin; el mayor logro, sin duda, con
este último, tanto por la batuta como por el solista). El disco se completa,
adecuadamente, con el Segundo de
Rachmaninov (Filarmónica de Berlín, Karajan. 1973), de nuevo con el Adagio más lento que conozco
(14'26", dos minutos más que el que le sigue). Pero, carente de legato, Weissenberg aporrea a base de
bien, sobre todo en el primer movimiento. Brillantísima -en todos los sentidos-
dirección de Karajan.
No
mucho mejor está el Tercer Concierto
de Rachmaninov (Orquesta Nacional de Francia, Bernstein. 1979), con las mismas
debilidades que el 2º. La dirección,
mucho más lírica y soñadora que el piano, no consigue hacer remontar la
interpretación, con martilleante y a veces rápido hasta el absurdo desempeño
del teclado. La pulsación habitual de Weissenberg es, sin embargo, idónea para
el Tercer Concierto de Prokofiev
(Orquesta de París, Ozawa. 1971), en una efervescente versión de solista y
batuta. Los mismos intérpretes firmaban el año anterior un también espléndido Concierto en Sol de Ravel, que sin
embargo no se libra de algún desajuste en el Allegramente inicial, por precipitación -al parecer- del pianista.
También juntos harían ambos (Filarmónica de Berlín. 1984) dos magníficas
versiones de Gershwin, seguramente lo mejor del álbum: la Rapsodia en blue y las Variaciones
sobre I got rhythm. Los Cuadros de
una exposición en la versión original de Mussorgsky (1972) vuelven a pecar
de velocidad excesiva y de una pulsación martilleante hasta irritar; la
imaginación cromática es muy escasa, y algunos episodios, como Bydlo, son realmente lamentables.
Bach
es uno de los autores en los que más fama tenía Weissenberg; a falta de las Variaciones Goldberg, no incluidas aquí
(y que recuerdo solo borrosamente), se incluyen unos acelerados Fantasía cromática y fuga y Concierto italiano (con un sereno y
cabal Andante), así como diversas
transcripciones de Liszt, Busoni, Siloti y Myra Hess, entre las que defrauda
sobre todo la gran Chacona, veloz y
agresiva. Las tomas datan de 1967, 1972 y 1973. Schumann se le daba mejor, en
mi opinión: el Álbum para la juventud (1974)
constituye todo un acierto en una obra apenas grabada. Sin embargo, las Escenas de niños (1970), tocadas con
gran delicadeza y cuidado, creo que pecan de forzada pretenciosidad y de escasa
espontaneidad. En la Fantasía en Do mayor
(1970) extrema quizá en exceso los tempi,
mientras que la Humoresca (1977)
constituye otro notable logro, sobre todo su Intermezzo.
El décimo
y último CD es un batiburrillo de 17 piezas de 10 autores en grabaciones de
1976, 78 y 79. Contiene de lo mejor y lo peor del pianista: en el Adagio de la Sonata "Claro de luna" se olvida de sus aporreos y, aun
con un tempo inflexible, logra la indicada
atmósfera de intimismo. Pero acto seguido nos ofrece una Para Elisa cuadriculada y ¡agresiva! Las piezas de Chopin y
Schumann no me gustan; lo mejor vuelve con Tchaikovsky y Debussy, mientras
Scriabin es desigual y Rachmaninov bruto y atropellado. En fin...
Sobre Bach existe un disco de DG con las partitas 4 y 6 junto con el Concierto Italiano. En su día me pareció interesante. Mecanismo excelente y tiempos lentos convenientemente matizados.
ResponderEliminar
ResponderEliminarEn su oportunidad, escuché por este pianista la
Suite Bergamasque y otras Obras, incluídas en el
CD's "Clair De Lune & Other Piano Works" y no
me terminó de convencer.-
Más adelante escuché casi lo mismo, por Mme. Angela Hewitt
y pude apreciar la diferencia o por lo menos, la diferencia
que a mí más me agradó.-
Saludos Cordiales y tengan todos los que estas líneas
están leyendo, un Muy Feliz Año 2017..!!