Dudaba si comprarme este
blu-ray, por las razones que exponía en este blog el 3 de enero. Finalmente me
animé al encontrarlo muy barato en una tienda (creo que estaba mal etiquetado:
me parece que le habían puesto el precio del doble CD). No me arrepiento de la
compra, pese a que el repertorio de 2017 ha sido en conjunto el más flojo desde
que tengo recuerdo. Las 8 piezas que se ofrecían por primera vez son, sin duda,
demasiadas, pues muy rara vez una nunca tocada en la Musikverein un primer día
del año puede resultar un descubrimiento
musical. Me pregunto quién elige el repertorio de estos conciertos: supongo que
será un acuerdo entre el director y representantes de la Filarmónica de Viena.
No es preciso llegar a lo que ocurrió en el dirigido por Karajan, en el que no
hubo ni una sola pieza de poco valor musical; comprendo que se quieran añadir
algunas rarezas, ¡pero no ocho! Creo que Dudamel se equivocó al aceptar esto
(pues supongo que no sería idea suya...)
Los dos primeros títulos del
programa fueron nuevos: una poco valiosa Marcha
Nechledil de Franz Lehár (de la poco conocida opereta Wiener Frauen, Mujeres de Viena) y la irrelevante Les Patineurs de Waldteufel. No era
novedad Es gibt nur a Kaiserstadt, es
gibt nur a Wien (Solo hay una ciudad
imperial, Viena solo hay una) de Johann Strauss hijo, pero es si cabe más
endeble aún que las dos anteriores. Creo que es un poco injusto decir que las
interpretaciones de Dudamel fueron muy flojas: me parece simplemente que es
poco menos que imposible sacar algo
más de esas partituras. Con la cuarta pieza, la notable polca Winterlust de Josef Strauss, las cosas
mejoraron. Volvemos al irregular "rey del vals": Mephistos Höllenrufe, nada mefistofélico, es una página insulsa, y
así resultó (de hecho, ni Boskovsky ni Mehta sacaron mayor partido de ella).
Algo mejor es, y algo mejor salió, So
ängstlich sind wir nicht! del mismo autor (lejos, en cualquier caso, de
Boskovsky y Barenboim).
El comienzo de la segunda
parte marcó el punto más alto de todo el concierto: un rotundo diez para la
obertura Pique Dame de Suppé:
vibrante, ardiente, de tempo muy
flexible, con final exultante y brillantísimo. ¡La Filarmónica de Viena,
absolutamente insuperable! Parece que tras la entusiástica reacción del público
Dudamel se sintió más seguro de sí mismo y actuó con mayor soltura. Así, en el
apreciable vals de Ziehrer Hereinspaziert!
aplicó sin rubor, con decisión y sin que suene postizo o forzado un descarado rubato que parece marca de la casa de
este continuador de los Strauss (escúchese, si no, este vals a Boskovsky o a
Maazel, seguidores del genial Knappertsbusch con esta orquesta, Decca 1958, en otro
vals de Ziehrer: Wiener Bürger).
Delicada, emotiva y plateada Salida de la luna (Mondaufgang) de Las alegres
comadres de Windsor de Otto Nicolai, fundador oficial de la Filarmónica
vienesa, con el Coro Wiener Singverein.
Volvemos a una de las piezas más tontorronas del concierto, la supuestamente españolista Pepita-Polka de Strauss II, seguida de otras dos del mismo autor: la más llevadera Rotunde-Quadrille y el vals Die Extravaganten, referido a un tipo de caballos que no veo qué puedan tener de extravagantes. Dudamel respondió a estos tres títulos en función del interés musical de cada uno. La vulgaridad impregna por completo el Indianer-Galopp de Strauss padre; su hijo Josef vuelve a elevarse bastante por encima de él (y de su hermano Johann cuando le abandona la inspiración) en en ländler Die Nasswalderin; también sube algo el nivel en la polca rápida Auf zum Tanze! de Johann hijo, autor también de una de las partituras más notables del programa, el vals Las mil y una noches, llevado por Dudamel con elegancia y tempo adecuadamante fluctuante (aunque aquí Carlos Kleiber y, sobre todo, Maazel resultan inalcanzables). Muy bien también la Tik-Tak-Polka del mismo, llevada a lo más alto por Boskovsky en el concierto de 1979.
Volvemos a una de las piezas más tontorronas del concierto, la supuestamente españolista Pepita-Polka de Strauss II, seguida de otras dos del mismo autor: la más llevadera Rotunde-Quadrille y el vals Die Extravaganten, referido a un tipo de caballos que no veo qué puedan tener de extravagantes. Dudamel respondió a estos tres títulos en función del interés musical de cada uno. La vulgaridad impregna por completo el Indianer-Galopp de Strauss padre; su hijo Josef vuelve a elevarse bastante por encima de él (y de su hermano Johann cuando le abandona la inspiración) en en ländler Die Nasswalderin; también sube algo el nivel en la polca rápida Auf zum Tanze! de Johann hijo, autor también de una de las partituras más notables del programa, el vals Las mil y una noches, llevado por Dudamel con elegancia y tempo adecuadamante fluctuante (aunque aquí Carlos Kleiber y, sobre todo, Maazel resultan inalcanzables). Muy bien también la Tik-Tak-Polka del mismo, llevada a lo más alto por Boskovsky en el concierto de 1979.
La polca rápida Mit Vergnügen de Eduard Strauss, primera
de las propinas, marcó para mí el punto más bajo de todo el concierto: es una
pieza vulgar, casi chabacana, que comprensiblemente no motivó al director
venezolano (aun así, Maazel logró extraer algo de pólvora de ella en 1996). El Danubio azul fue notable gracias a su
elegancia, con algo de decadente antes que de apasionado. Y especialmente muy
bien la Marcha Radetzky, matizadísima
en la dinámica. En casi todo el programa la Filarmónica de Viena lució su bellísimo
e insustituible sonido, así como una precisión extraordinaria y una altura
excepcional en los solos. Dudamel optó por una sonoridad ni especialmente
liviana (Carlos Kleiber) ni especialmente robusta y rotunda o sinfónica (Karajan, Barenboim), manteniéndose
en la línea más bien de Maazel, Muti o Prêtre, aun sin alcanzar en general el
grado de belleza y sensualidad del primero y el tercero de esos.
En este blu-ray del sello
Sony, técnicamente al más alto nivel imaginable, tanto en imagen como en sonido
(¡a diferencia del de Mehta en 2015, en el mismo sello!) no se da opción de ver
solo la Sala Dorada o bien los ballets, sino que ofrece como bonus el vals Hereinspaziert! con solo baile (creo que muy conseguido en la
coreografía de Renato Zanella). El documental de 24 minutos que constituye el
otro bonus, El ritmo de Viena,
firmado por Robert Neumüller, me ha parecido visualmente fascinante, uno de los
mayores atractivos de esta publicación.
Estoy bastante de acuerdo con usted (yo lo que tengo son los cedés). Lo que me asombra es que algunos (críticos y aficionados) que me consta elogiaron mucho a Jansons, e incluso que "le perdonaron la vida" a Welser-Möst, han puesto verde a Dudamel, quien me ha parecido superior a uno y a otro. R. M.
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