Dos sopranos excepcionales, una de ellas un descubrimiento
Me parece un misterio que
Meyerbeer tuviese tanto éxito en su tiempo, mientras otros autores componían
óperas espléndidas y desbordantes de inspiración. Por cierto, ¿qué es eso de la
inspiración? He leído muchas veces que esta no existe. Entonces, al margen de
la sabiduría de los más grandes compositores, ¿a qué se debe que Schubert,
Chopin, Verdi, Dvorák o Tchaikovsky hayan parido tal cantidad de hermosísimas
melodías? Yo creo que llamarle así a esa capacidad de inventiva no está mal, a
falta de otro término que convenza más a todo el mundo. Me ha costado terminar
de escuchar esta grand opéra
estrenada en París en 1836 (un año después, para situarnos, de Lucia di Lammermoor. Le Prophéte es de 1849, el año de Luisa Miller, y L'Africaine de 1865, el año de Tristan
und Isolde). En tres horas y media de música (y parece que ha sido
abreviada) y con el concurso de 23 personajes apenas hay quince minutos con
algo (¡no mucho!) de inspiración melódica: el aria de Marguerite "O beau
pays de la Touraine" y poco más. Hay, en cambio, grandes dosis de
efectismo, de innecesario abuso de estruendos, una palpable ausencia de tensión
dramática, exhibicionismo vocal desencajado y sin maldita gracia, y un oficio
de componer no siempre sólido: me atrevo a decir que hay pasajes abiertamente
mal escritos. Pero en el siglo XIX esta ópera y otras de su autor convocaron a
muchos de los mejores cantantes de entonces. Hoy apenas se representan; aun
así, me parece que más de lo que merecen. ¡Genial el brevísimo comentario
-tres letras- de Schumann al estreno de El profeta:
"R.I.P."!
Pese a todo esto, la Ópera
Bastilla logró reunir el año pasado a varios (varias, en realidad) cantantes
de primer orden, en particular a dos sopranos excepcionales: Lisette Oropesa y
Ermonela Jaho. La primera, aclamadísima en el Teatro Real como Lucia, me parece
un auténtico descubrimiento: a sus 34 años luce una timbradísima y bastante
potente voz lírico-ligera y una técnica deslumbrante. Al insípido personaje de
Margarita de Valois difícilmente se le puede sacar más partido, desde el punto
de vista interpretativo (¿quién dice, pues, que hoy no hay grandes cantantes?
Pues lo dicen muchos operófilos que se quedaron anclados en sus épocas...) Ermonela
Jaho demostró una vez más sus grandes dotes de cantante y de actriz, y acertó
también a transmitir credibilidad, sacando
-como quien dice- de donde casi no hay.
De todas formas, es el de Valentine un papel, creo, demasiado dramático para
ella (es inútil pedirle que no abuse de cantarlo: no creo que vuelva a
representarse esta ópera en otro lugar en bastante tiempo).
Raoul de Nangis es uno de los
roles de tenor más disparatados de la historia de la ópera: no posee una línea
melódica recordable en un solo momento, pero está cuajado de agudos imposibles
y tan mal colocados que desafían toda lógica canora; en principio, parece
requerirse un tenor dramático... con notas estratosféricas que ninguno que lo
sea puede alcanzar. El pobre Yosep
Kang, con una voz difícil de precisar pero sin duda no dramática, fue decididamente temerario aceptando
cantarlo; cometió multitud de errores de toda índole: gallos, interrupciones de
su flujo vocal y apuros innumerables. Casi tan demencial como este papel es el
del bajo Marcel, con una escritura que baja a zonas cavernosas que casi nadie
puede alcanzar; tampoco pudo Nicolas Testé (el marido de la Damrau), que hizo vanos
esfuerzos con su endemoniada parte. Niveles aceptables en los restantes
papeles, si bien la mezzo Karine Deshayes merece una mención especial por su
asunción de la breve pero también muy difícil parte de Urbain. Michele Mariotti,
un director generalmente notable, hizo lo que pudo con la partitura, pero no es
dios para poderla salvar. Una escritura orquestal que contiene por cierto algunos solos
igualmente dificilísimos, antinaturales. Destacadas las actuaciones de la orquesta
y el coro.
La producción de Andreas
Kriegenburg me pareció plásticamente muy bella en su desnuda sencillez
escenográfica, con un precioso vestuario y una iluminación realmente de chapeau. Otra cuestión es entender lo
que ocurre en la escena, lo que no siempre se logra, a no ser que se esté muy
atento a los subtítulos.
La vi en los cines, y coincidiendo contigo en que no es una obra maestra, me gustó, me gustaron los cantantes que citas (sobre todo ellas dos) y me gustó mucho la producción..me entretuve, que es de lo que se trata....Juraría que si vas a ver una ópera, ya sea en directo o en cines, lo que pretendes es entretenerte, es lo propio del género....otra cosa es lo sinfónico, de cámara, o lied....
ResponderEliminarQue una ópera entretenga está muy bien (a mí Los Hugonotes no me entretuvo gran cosa, la verdad: se me hizo bastante cuesta arriba), pero creo que hay que pedir algo más. Lo mismo que al resto de la música. Yo lo veo así.
EliminarÁngel, muy de acuerdo con todo lo que dices. Como sabrás, París celebra esta temporada sus 350 años y querían abrirla con un título paradigmático de su género “par excellence”, la “grand opéra”. Así que se reunieron un reparto estelar que encabezarían Diana Damrau, Bryan Hymel y Ermonela Jaho. Un par de meses antes del estreno se descolgó Damrau, por enfermedad, y -muy afortunadamente- consiguieron traer a Lisette Oropesa, que tuvo que anular otros compromisos pero tuvo tiempo de estudiar el papel y ensayar con el resto del elenco. Habían empezado ya los ensayos cuando Hymel se retiró de la producción. Hymel es hoy en día el tenor (lírico) especializado en ópera francesa más destacado. Pero no sé qué problema tiene: Suspendió Fausto en Berlín en junio, suspendió en octubre Hugonotes en París, y para febrero ha vuelto a suspender Troyanos en París, “por razones familiares”.
ResponderEliminarEl caso es que a ver dónde encuentra cualquier teatro, con tan poca antelación, un tenor que se sepa semejante papel y que no arruine su maravillosa producción de inicio de temporada-efeméride. Fue misión imposible. Trajeron lo que encontraron. Hacía falta alguien con superpoderes y sólo encontraron un pobre chico que, a saber por qué, se sabe el papel y tiene una voz medianamente bonita, pero es incapaz de dar un agudo manteniendo la voz en su sitio. Un desastre técnico e interpretativo. Una gran lástima, porque la producción es preciosa y las dos sopranos están fabulosas. Ya venía maravillado por Oropesa tras la Lucia de Madrid, pero salí más convencido aún después de Hugonotes. Ermonela Jaho estuvo igual de bien, pero no fue ninguna sorpresa.
Hola, Ángel:
ResponderEliminarEn su "Historia de la ópera", Leibowitz decía con malicia que el destino de Richard Strauss sería como el de Meyerbeer, el de un brillo caduco sin trascendencia...Quién sabe.
¿No salvas nada de la "Grand Opera"? ¿Tampoco te gusta Auber? ¿Conoces la grabación de Kraus de "La Muette de Portici".
Saludos cordiales.
Leibowitz dijo tonterías por un tubo, y esa es, evidentemente, una de ellas. Poner a Richard Strauss al nivel de Meyerbeer es un problema muy serio de sordera. ¿Quién sabe? Yo sé: ¡es una estupidez!
EliminarDentro de ese género "grand opéra" podrían incluirse óperas valiosas, que se ajustarían a él tan dudosamente como "Tosca" podría ajustarse al verismo. Auber me gusta lo justo: regular. Y sí, conozco esa grabación. No es una ópera que me atraiga especialmente, la verdad. Sería "Los Troyanos" de Berlioz una grand opéra?... Las clasificaciones son a veces bastante dudosas.
Sí, es descabellado que haya vanguardistas antiwagnerianos, pero los hay: el propio Guerrero al parecer lo era. Y sí, los seguidores de Schoenberg metieron la pata en muchas cosas, entre ellas su desdén por Sibelius (con la honrosa salvedad de Rosbaud), que se extendió a más modernos apóstoles como Abbado o Sinopoli.
EliminarSaludos cordiales.
Pues yo voy a la ópera a entretenerme, no pido tanto ni creo que haya que complicar ya más la vida...Lisette y Ermonela me gustaron y además son guapísimas...¿alguien va a escuchar luego la dama de picas en los cines?..creo que es Pappano el director, aunque el miércoles que viene en la Traviata, de nuevo con Ermonela no es él...sed felices, ha muerto Antonio Román, de radio clásica, un buen tipo, sólo tenía sesenta años...
ResponderEliminarMe temo que pocas óperas de este género son verdaderamente grandes. Hombre, si aceptamos “Don Carlos” como una de ellas, pues sería la mejor de ellas. Pero pocas más. Curiosamente, las mejores óperas francesas se estrenaron en la Opéra-comique por no ser consideradas “grandes”, principalmente por tener diálogos en vez de recitativos (Carmen o Manon) o por otras circunstancias (Los cuentos de Hoffmann).
ResponderEliminarAnoche la dama de picas, que no es grand opera, me aburrió...una puesta muy sobrecargada y unos cantantes que, exceptuando a Ana-Maria Westbroek no fueron gran cosa....la orquesta, con Pappano, muy bien como es habitual...compré antes en una tienda de esas anticrisis dos dvds: el concierto emperador de Beethoven con el malogrado Rafael Orozco y Marriner y el concierto para violín de Brahms con López Cobos, no recuerdo el solista..es la orquesta de RTVE y deben ser los noventa...un saludo...
ResponderEliminarNo puedo estar más en desacuerdo con usted. Les huguenots es una ópera maravillosa avanzada a su tiempo que indudablemente influenció a sus admirados Verdi y Wagner. Por tanto es un capítulo indispensable en la evolución de la ópera en el siglo XIX. La puesta en escena de París era aburridíssima y la mayoría de cantantes no hicieron justicia a la obra.
ResponderEliminar¡Claro! ¡Un descendiente de Meyerbeer tiene que defenderlo a capa y espada!
EliminarBellón...
EliminarSí, efectivamente es un misterio que Meyerbeer, por acción del péndulo de la historia, esté renaciendo en muchos teatros europeos, sobre todo alemanes, y que directores como Palumbo, Minkowsky o Enrique Mazzola estén deseando dirigir sus óperas. Pero también es inextricable cómo pudo ser admirado por Chopin, por qué Liszt le homenajeó hasta el final, quien puede justificar el que Tchaikovsky lo tuviese por un genio -para el que la escena de Raul y Valentina del IV acto era la más grande en su género- y desde luego, Thalberg estaba loco versionándolo... ¿ y qué podemos decir de la admiración de Rossini? Todo esto, claro, no tiene fundamento alguno para quien siguiendo las directrices wagnerianas -una desviación ya epigenética- vuelve a hablar del manido efecto sin causa... Pero es que también es un misterio que Berlioz calificase como sublime el cuarto acto de los Hugonotes, y que fuese una obra maestra para Wagner hasta que le fue negado un préstamo que convirtió a Meyerbeer en el siniestro banquero judío, que para algunos sigue siendo. Parece, sin embargo, que el creador de Struensee ha vuelto para recuperar el lugar que le fue arrebatado por intereses ajenos a la música.
ResponderEliminarEstoy buscando verla con subtítulos para conocerla pero no es fácil de encontrar aún sin ellos. Gracias
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