"Macbeth" de Verdi en la Staatsoper de Berlín

Cuatro fueras de serie: Domingo, Netrebko, Barenboim y Kupfer

El pasado verano tuvo lugar en la Ópera Estatal de Berlín una de esas representaciones de ópera que uno nunca podría olvidar. Fue arte de primera magnitud, pues todos los elementos básicos aunados resultaron ser fueras de serie. Aunque pronto circuló en You Tube (con muy baja calidad), ahora ha sido divulgada por la cadena de televisión francoalemana Arte con imagen y sonido más que notables. La primera ópera genial de Verdi posee en mi opinión (junto, es cierto, a algunas debilidades) unas cualidades que podríamos echar de menos incluso en algunos de los títulos compuestos por completo en su madurez (es sabido que Macbeth fue retocada varias veces después de su estreno en 1847). Pese a algunas debilidades -los coros de brujas pueden resultar musicalmente banales, si bien también puede vérselos con cierto sentido del humor- posee una fuerza, una sinceridad y un sentido dramático imponentes, ya desde el mismo tremendo Preludio (que en su concisión y contundencia se adelanta al de Rigoletto). En más de una ocasión había yo comentado con amigos melómanos que el coro "Patria oppressa" me gustaba tanto o más que el mucho más famoso "Va pensiero" -bellísima melodía- de Nabucco; me ha alegrado oírle a Barenboim en la entrevista que el de Macbeth le parece el mejor coro de todo Verdi.

Macbeth es ópera de director, como ya habían demostrado con claridad Abbado y Muti (quienes dejaron en la cuneta a Leinsdorf, Schippers o Gardelli). Pues bien, el bonaerense nada tiene que envidiar a aquellos, poseyendo la electrizante potencia trágica de uno y otro, si bien el acerado sonido de su orquesta se acerca más al primero que al segundo. Como afirma Barenboim en la referida entrevista, la orquesta berlinesa suena aquí como si fuese italiana; lo cual es cierto si puntualizamos que ninguna orquesta de la península itálica es la mitad de buena que la de la Staatsoper berlinesa. Para muchos -bastante sordos o llenos de prejuicios- el pianista/director no es verdiano (si se es wagneriano, se ve que es imposible ser también verdiano). Pero ya van no pocos Verdis suyos de veras extraordinarios, desde los preludios y las oberturas a Il Trovatore, Simon Boccanegra, Aida y Otello, por no hablar del Requiem y las Cuatro Piezas Sacras. Lástima, no le he escuchado su Traviata ni su Falstaff).

También me ha gustado mucho la escena de Harry Kupfer (83 años en 2018), uno de los régisseurs más audaces y lúcidos de las últimas décadas. Todos sus escenarios y sus proyecciones son muy sugerentes, adecuados y conformes a lo que ocurre, y además ha debido de trabajar a fondo con los cantantes para que actúen de forma tan convincente. Descontextualiza la acción, que ocurre en la actualidad en cualquier parte, y aporta multitud de ideas siempre, en mi opinión, atinadas (por ejemplo, tras conocerse el asesinato del rey Duncan, Macbeth se apresura a colocarse descaradamente los atributos reales, ante la estupefacción de los presentes. Y nada más morir Macbeth, en el último instante de la ópera, Macduff y Malcolm ya se los están disputando). 

Plácido Domingo parece tener un pacto con el diablo, pues su voz está, a sus 77 años, en un estado incomprensiblemente firme. Solo parece fallarle un poco el aliento, pero -perro viejo- sabe lidiar hábilmente con esa limitación. A su incomparable dominio del estilo y la declamación verdianos añade, como suele, una inteligencia fuera de serie y una fuerza expresiva descomunal (ayudada por su enome comunicatividad actoral). Pero todas estas virtudes no valen nada -según algunos críticos- porque, lo más importante de todo es -afirman- que su color no es estrictamente baritonal. Ya ven: esta carencia anula todas las demás virtudes, que -según ellos- al parecer no valen un pimiento. Lo que en realidad hacen es poner por encima de todo lo que les interesa en cada ocasión, en este caso el color vocal: de lo que en el fondo se trata es de echar por tierra al cantante más panabarcador del último medio siglo (tras Dietrich Fischer-Dieskau): ¡cómo van a tolerar que Domingo pueda hacer tantas cosas tan bien! No, se niegan, sin más, a aceptarlo.

Si asombrosa es la segunda vida de Plácido -la de barítono-, no menos estupefactos nos deja Anna Netrebko, la soprano lírico-ligera, luego lírica, después lirico-spinto y ahora plenamente dramática. ¡Todo ello sin perder su bellísimo esmalte tímbrico! Que solo ha ido cambiando sus tonalidades. Vocalmente su Lady Macbeth es un portento, pero es que además ha asimilado el personaje como nadie que yo conozca haya superado: en pocos años ha ahondado en él de modo impresionante. Sí, ya sé lo que aducirán los críticos que van a descalificarla aquí: que se ve obligada a ralentizar la coloratura de su cabaletta del Acto I, "Or tutti sorgete". Sí, es cierto: que cada uno le dé la importancia que quiera. Yo, por mi parte, le resto a su magnífica, arrolladora encarnación de Lady Macbeth un 1%, poco más o menos. Banco fue muy correctamente cantado por Kwangchul Youn, bajo de espléndida técnica y línea, pero que comienza a acusar un apreciable trémolo. Y Macduff fue también resuelto con espléndida voz y certero estilo por Fabio Sartori, un tenor verdiano no lo suficientemente aprovechado (¿debido tal vez a su muy corpulento físico?). Grabado y filmado por todo lo alto, esperemos que esta versión vea la luz en DVD y Blu-ray.