Attila en Bolonia por
Mariotti, con D'Arcangelo, Siri, Piazzola y Sartori
El sello C
Major ha publicado recientemente en blu-ray una de las óperas más exigentes del
primer período verdiano. Las versiones audiovisuales precedentes no eran muy estimulantes,
por unas u otras razones, coincidiendo en ellas una calidad técnica bastante
precaria y una neutra, insípida dirección escénica: Nesterenko, Chiara,
Carrolli, Luchetti/Arena de Verona/Santi, Montaldo (NVC 1985) y Ramey, Studer, Zancanaro,
Kaludov/Scala/Muti, Savary (VL 1989). La versión que ahora aparece (recogida en
Bolonia el año 2016) tampoco es para tirar cohetes, pero es musicalmente
notable, escénicamente muy sensata, y de espléndido nivel técnico. Solo le
faltan los subtítulos en castellano.
La dirección de Michele Mariotti me parece
muy bien enfocada, pero se ve un poco lastrada por una orquesta -la del Teatro
Comunal- que suena un poco débil, con escasa garra, y que no atraviesa su mejor
momento. Algo mejor el coro. La escena, a cargo de Daniele Abbado,
semiconvencional, creo que constituye un acierto. El protagonista, Ildebrando D’Arcangelo,
aun sin poseer la personalidad de Ramey o de Raimondi, posee una voz que ya es
de bajo propiamente dicho y canta bastante bien, tras un comienzo un tanto
inseguro. La soprano uruguaya María José Siri (n. 1976) posee la infrecuente voz
requerida por Odabella: una dramática de agilidad. Pese a ciertas vacilaciones,
Siri logra convencer en uno de los papeles más arduos de todo Verdi. Muy destacado
como Ezio el joven barítono Simone Piazzola (Verona, 1985), de color quasi verdiano
y de línea más que correcta: un cantante a seguir. Y más que notable como
Foresto el tenor spinto Fabio Sartori; en un momento en que tanto
escasean las voces de esa tipología, está hoy, sin duda, entre los más destacados.
Monográfico
John Williams de Dudamel
También C
Major lanza un programa dedicado en exclusiva al compositor (no confundir con
el guitarrista) John Williams (Nueva York, 1932), concierto que tuvo lugar en
el Auditorio Walt Disney de Los Angeles el 30 de septiembre de 2014, apertura
de la temporada de la Orquesta Filarmónica de Los Angeles. No soy precisamente
un experto en música de cine -la mayor parte del concierto lo fue-, pero creo
que las de Williams son muy apropiadas para los filmes a los que sirve. No creo
que sea un compositor grande, pero sí es muy hábil -incluso para inspirarse
en otros- y efectista, y un brillante orquestador.
Comenzó el
concierto con la espectacular Fanfarria para los Juegos Olímpicos de
1984, en la que intervinieron trompeteros de la Armada estadounidense, seguida
de una destacada composición sinfónica, no cinematográfica: Soundings,
de 2003, encargo del Auditorio Disney, diseñado por Frank Gehry (autor también
de la Sala Pierre Boulez de Berlín). En las tres piezas de La lista de
Schindler (1993) y la Cadenza y Variaciones de El violinista en
el tejado (1971) actuó como solista Itzhak Perlman, que se halla aún en
espléndida forma y conservando todo su magnetismo y su esplendoroso sonido. Escapades,
del film (también de Steven Spielberg, como todos excepto El violinista,
de Norman Jewison) Catch me if you can (Atrápame si puedes, 2002),
excelente música de jazz, estuvo a cargo de tres soberbios solistas de la
orquesta: Dan Higgins, saxo contralto, Glenn Paulson, vibráfono, y Michael
Valerio, contrabajo. El programa oficial terminaba con Throne Room, de La
guerra de las galaxias (1977).
Pero faltaban aún por escucharse tres propinas: Seca, África, tus lágrimas, del film Amistad (1997), música tontorrona en consonancia con el sensiblero momento tan recurrente en Spielberg. Sin duda, la pieza de la velada que menos me gustó. Los componentes del Coro de Niños de Los Angeles, que intervino en esta pieza, salieron aterrorizados de la sala al escucharse las amenazadoras notas de Tiburón (1975). Para culminar el show, durante la Marcha Imperial de El imperio contraataca (1980), con la batuta empuñada por el compositor, desfilaron unos cuantos soldados clones del Ejército de la República y Darth Vader, para gran regocijo del público.
Pero faltaban aún por escucharse tres propinas: Seca, África, tus lágrimas, del film Amistad (1997), música tontorrona en consonancia con el sensiblero momento tan recurrente en Spielberg. Sin duda, la pieza de la velada que menos me gustó. Los componentes del Coro de Niños de Los Angeles, que intervino en esta pieza, salieron aterrorizados de la sala al escucharse las amenazadoras notas de Tiburón (1975). Para culminar el show, durante la Marcha Imperial de El imperio contraataca (1980), con la batuta empuñada por el compositor, desfilaron unos cuantos soldados clones del Ejército de la República y Darth Vader, para gran regocijo del público.
La verdad es
que Gustavo Dudamel dirigió de modo tan espectacular como entusiasta y magnífico
estas músicas, apoyado en una orquesta formidable y de extraordinaria
brillantez. El blu-ray, de nitidez y sonido fenomenales, incluye como bonus
entrevistas con Williams del director venezolano y con Perlman. Dudamel,
demasiado elogioso con el compositor, afirmó que era una enorme ventaja
contar con la presencia de Williams, que era como si hubieran estado presentes Bach,
Mozart o Beethoven en conciertos con la música de estos… Me acordé de la
anécdota de Otto Klemperer, que -también en Los Angeles- dirigió en una ocasión
una obra de Gershwin. En los ensayos se le acercó el compositor y le dijo que
podía pedirle opinión si tenía dudas, a lo que el socarrón director le
contestó: “Gracias, pero no me hace falta; cuando dirijo la Heroica no
le puedo preguntar a Beethoven”.
Ganial la anécdota final, muy propia del temperamento adusto pero irónico de Klemperer.
ResponderEliminarLas anécdotas de Klemperer (recopiladas en un libro, en inglés) son una verdadera mina: ¡qué personaje!
EliminarSolti cuenta una muy buena en su propia autobiografía. La recuerdo más o menos así: conoce a Klemperer en un hotel, pues sube a saludarlo estando el alemán en Budapest por un concierto después de la guerra, y Solti se lo encuentra en pelotas, tapado apenas con una toalla, tumbado en un sofá y con todo el cuerpo lleno de besos femeninos... hablan de Toscanini, y Klemperer le dice que el italiano carece de gusto y que además lleva una vida familiar escandalosa, con su mujer en Italia y él en Nueva York.
ResponderEliminarSolti señala que era maníaco depresivo y tenía un comportamiento muy variable e impredecible, aunque se estabilizó al establecerse en Londres.