"Rabia y orden"
En su breve introducción explicativa a la Cuarta Sinfonía
de Brahms, que precede a su interpretación de la obra en DVD con la Orquesta
Filarmónica de Viena, ese enorme comunicador que fue Leonard Bernstein –no sólo
batuta en mano sino también con la palabra– pone el dedo en la llaga al afirmar
que esta partitura, “gloria suprema de la producción sinfónica de Brahms”, es
“la más estrictamente ordenada y formalmente concebida de todas sus
creaciones”, y que a la vez expresa una “rabia apasionada, una furia
desesperada: ¡rabia y orden yendo de la mano!” Brahms, que “se autoerigió en el
guardián del orden musical en una época de total desorden romántico”, era en el
fondo “un verdadero romántico que contenía y controlaba sus pasiones en un
ropaje clásico”.
El compositor hamburgués escribió su última sinfonía (pero
no su última obra orquestal, que es el Concierto para violín, violonchelo y
orquesta, de 1887) en Mürzzuschlag am Semmering, durante los veranos de
1884 y 1885, completándola, por tanto, dos años después de concluir la
precedente. Pero su idea venía gestándose desde 1880: ese año, en Berlín, en
casa del director Siegfried Ochs, Brahms pidió a éste y al gran pianista y
director Hans von Bülow su parecer sobre la idea que le rondaba de componer una
sinfonía con un último movimiento basado en el final (“Meine Tage in den
Leiden”, “Mis días de sufrimiento”), en forma de chacona, de la Cantata
BWV 150 “Nach dir, Herr, verlanget mir” (“Es a ti, Señor, a quien
anhelo”) de Johann Sebastian Bach (cuya autenticidad, por cierto, es hoy
cuestionada). A Bülow no le pareció mal, “pero habría que alterarla
cromáticamente de algún modo”.
La idea, por tanto, de un final que coronase su producción
sinfónica en una forma arcaica y estricta fue lentamente premeditada y
constituye toda una declaración de intenciones, pues durante bastantes años
Brahms no pretendía ir más allá de una cuarta sinfonía (hoy se sabe que más
adelante le asaltó la tentación, muy breve y pasajera, de abordar una quinta).
Es decir, que en medio de la extendida descomposición formal que imperaba en la
música europea de aquellos tiempos (con el gran auge del poema sinfónico dentro
de la música orquestal), quiso nadar a contracorriente y, muy seguro de sí
mismo, demostrar al mundo musical lo que todavía podía crearse dentro de las
formas tradicionales. Algo que, por lo demás, también estaba haciendo, de modo
muy diferente, el otro mayor sinfonista de la segunda mitad del XIX, su
antitético Anton Bruckner. Quien, no se olvide, mientras Brahms concluía su Primera
Sinfonía, estaba ya rematando su impresionante Quinta, coronada con
una gigantesca fuga; mientras Brahms se ocupaba en su Cuarta, Bruckner
estaba ya en su Octava.
El primer movimiento de la Sinfonía en Mi menor, op. 98,
“Allegro non troppo”, se parece poco al que da comienzo a las tres anteriores
de su autor: no hay repetición indicada, y la sección de desarrollo está en
parte construida a base de variaciones; la coda es la única que termina en
punta, creciendo en fuerza e intensidad hasta desembocar en cuatro fuertes
golpes y un redoble de timbal. El tema inicial, una bellísima frase de los
violines que surge imperceptiblemente del silencio, tiene, según observó
Hermann Kretzschmar, un gran parecido con la canción popular alemana “O, wüsst’
ich doch den Weg zurück” (“Ah, si yo encontrase el camino de retorno”). La
atmósfera, menos conflictiva que en el dramático primer movimiento de la Primera
Sinfonía, resulta más reflexiva e interior pero no menos vehemente; parece
impulsada por una constante ambigüedad armónica, hallándose cubierta de
nubarrones cargados de aflicción.
El “Andante moderato” es abierto por una llamada de las
trompas en una clave que pronto rectifica remansadamente el clarinete. Tan
bello como emotivo es el segundo tema, enunciado por los cellos. El episodio no
evita desembocar en una tormentosa y nada tranquilizadora sección antes de
volver a la calma en la que se extingue; como ha escrito John Warrack, “el
consuelo es la esencia de este movimiento; sin embargo lo que se afirma es la
dificultad de conseguirlo”.
En el “Allegro giocoso”, el movimiento sinfónico brahmsiano
más cercano al carácter de scherzo, se añaden a la plantilla orquestal
contrafagot, piccolo (en lugar de la segunda flauta), un tercer timbal y
–algo insólito– un triángulo, que además da mucho juego. La urgencia rítmica y
la energía desplegadas son enormes; la indicación “jocoso” es probable que sea
más sarcástica que literal.
Para coronar su última sinfonía, Brahms optó finalmente no
por una chacona, sino por una passacaglia, que permite un poco más de
libertad. Pero se sigue ateniendo, sometiendo diríase, a un esquema en extremo
riguroso y conciso: el tema, anunciado por los metales, de ocho compases, es
seguido de treinta variaciones y una coda; ésas constan así mismo de ocho
compases cada una, alcanzando su clímax en el sexto. Con la variación
duodécima, un punzantemente expresivo solo de flauta, el compás cambia de 3/4
al de 2/3, llegándose así a una sección más lenta; el tempo inicial se
recupera en la décimosexta, pero ahora con intensidad sonora mucho mayor. En la
penúltima variación reaparece “el esqueleto” –así lo denominó Schönberg– del tema
inicial de la Sinfonía. En la breve, pero furiosa, demoledora coda Brahms
“aprieta el puño desafiando ardientemente a los cielos”, concluye Bernstein.
Aunque hoy cueste creerlo, en realidad no debe extrañarnos
el desconcierto que en su día produjo la Sinfonía en Mi menor, incluso
entre los amigos y partidarios del compositor: nada menos que Eduard Hanslick,
Clara Schumann y Max Kalbeck, su primer biógrafo; éste rogó al compositor que
retirase su obra si no quería arruinar su reputación (!). Pero Brahms, por
fortuna, no se dejó convencer ni un ápice por ellos. El estreno, en Meiningen
el 25 de octubre de 1885 con la reputada orquesta de esa ciudad bajo la
dirección del compositor, obtuvo una buena acogida del público, que se prolongó
e intensificó en la gira que hicieron con ella Hans von Bülow y el autor por
varias ciudades alemanas y holandesas. Sólo la tan conservadora Viena se mostró
hostil cuando la dirigió, el 17 de enero de 1886, Hans Richter al frente de la
Orquesta Filarmónica: “Una vez más, Brahms ha demostrado carecer de
imaginación”, se escribió. Todavía Nietzsche añadiría que evidenciaba “la
melancolía de la impotencia”: una afirmación muy controvertida que podría no ser
necesariamente peyorativa, pues podría reflejar que Brahms, a diferencia de
Beethoven, no se sentía capaz de vencer o sobreponerse a la adversidad. Once
años más tarde, fue la Cuarta Sinfonía la que le valió a Brahms, en la
capital austríaca, el mayor (y último) triunfo de su vida, al ser interpretada,
de nuevo por Hans Richter, el 7 de marzo, 26 días antes de su muerte.
Mis grabaciones
favoritas de la Cuarta Sinfonía de
Brahms:
1943 Music&Arts Furtwängler/OFilBerlín 12’08+12’16+6’12+09’16 9/4
1945 Tahra Celibidache/OFilBerlín 12’06+12’16+6’12+09’23 9/5
1948 EMI Furtwängler/OFilBerlín 12’43+12’17+6’23+09’45 9/5
1949 Tahra Furtwängler/OFilBerlín 13’06+12’59+6’28+09’59 9,5/5
1953 RColonia Knappertsbusch/OSinfRColonia 12’34+11’27+6’45+09’46 8,5/4
1954 Testament Klemperer/ORealDanesa 11’52+09’32+6’24+09’30 9/5
1958 EMI Klemperer/OPhilharmonia 12'25+10'18+6'38+09'47 9/7
1959 DG Markevitch/OLamoureux 12'09+11'50+6'06+10'12 9/6
1958 EMI Klemperer/OPhilharmonia 12'25+10'18+6'38+09'47 9/7
1959 DG Markevitch/OLamoureux 12'09+11'50+6'06+10'12 9/6
1969 EMI Barbirolli/OFilViena 14’07+12’48+7’29+11’24 9/8,5
1970 EMI Giulini/OSinfChicago 12’50+12’22+7’00+10’48 9,5/7
1976 DG Böhm/OFilViena 13’18+12’06+6’42+10’23 9/8,5
1979 Decca Solti/OSinfChicago 12’41+12’53+6’13+10’18 9/8
1981 DG C.Kleiber/OFilViena 12’54+11’24+6’09+09’14 10/9
1983 DG Bernstein/OFilViena 13’24+12’47+6’15+11’37 9/9
1990 Philips Muti/OFiladelfia 13’15+11’36+6’28+10’15 9/9
1990 DG Giulini/OFilViena 14’18+13’01+7’10+11’51 9/9
*1996 DG C.Kleiber/OEstBaviera 13’17+11’27+6’12+09’34 9,5/8
*2013 DigitalConcertH Nelsons/OFilBerlín 13’38+12’25+6’34+10’42 9,5/8
2016 BSO Nelsons/OSinfBoston 13’03+12’16+6’35+10’02 9/8
2018 DG Barenboim/StaatskBerlin 14’45+12’50+7’00+10’49 9/10
Hola!! Desde Compostela. Una lista de interpretaciones impresionante. Yo, si me permite, añadiría la soberbia de Klemperer con la Philarmonia del año 1958,Emi producción de W. Legge. Acompaña en el cd a la tercera, también excelente. Un saludo!!
ResponderEliminarYo la había puntuado con un 8,5, por lo que ha quedado fuera de la lista por los pelos. Pero había unas cuantas más con esa puntuación.
EliminarHe vuelto a escucharla y decidido añadirla.
EliminarGracias por su texto. Me ha gustado especialmente cómo destaca la incomprensión de los contemporáneos de Brahms hacia una obra hoy tan asentada en el repertorio ¡Una buena lección para todos esos melómanos recalcitrantes que se oponen de manera generalizada a cualquier creación de su propio tiempo sólo por el hecho de ser contemporánea! Seguramente en el siglo XIX ese tipo de oyente se hubiera opuesto igualmente a Brahms, Beethoven o cualquier otro compositor que, sí, en su época también era contemporáneo y tanto o más radical que los del siglo XX... y XXI. Saludos
ResponderEliminarPor supuesto. Casi todos los grandes compositores fueron y han sido contestados o ignorados en su tiempo. Lo cual no quiere decir que todos los que son menospreciados sean buenos... eso es lo que querrían algunos "impostores" o seudoartistas.
EliminarNo, por supuesto que el rechazo no es señal de validez. Lo que trasluce su texto y me gustaba es eso, tan obvio, pero que muchos se niegan a querer asumir: toda música fue en el momento de su escritura, "contemporánea". Rechazar hoy en día a Lutoslawski, Messiaen o Carter, por decir sólo tres nombres incuestionables, es como negar a algunos de los que forman el corazón del repertorio de cualquier orquesta. Saludos
EliminarCompletamente de acuerdo. Hay algunos aficionados a la música que parecen olvidar esto: solo admiran las músicas de 50, 80 o 100 años atrás.
EliminarUna anécdota: al salir de una "Elektra" de Strauss que dirigió Barenboim en el Teatro Real, una señora que iba detrás de mí le dijo a una amiga: "A mí es que no me gusta la música contemporánea". No pude reprimirme: le dije a quien me acompañaba, en voz bastante alta: "¡Contemporánea de su abuela!". Y creo que la que había dicho aquello, me oyó (por la cara, que momentos después le vi, con que me miraba). ¡Es que a veces se oye cada cosa...!
¡Divertida anécdota y muy ilustrativa de la actitud de ciertos aficionados a eso que llamamos, a falta de mejor término, música clásica!
EliminarMe parece que incluso se queda muy corto con lo de 50 u 80 años atrás. Las décadas pasan y el aficionado medio sigue sin moverse, negándose a escuchar a Schonberg o Webern ¡algunas de sus obras tienen ya más de 100 años! Más saludos
EliminarMe permitiría recomendarle la interpretación de Celibidache con la Radio de Stuttgart (1978 creo) que se publicó en el álbum DG. Muy personal, exquisitamente tocada, más alejada de la sombra de Furtwängler que la de 1945 y más compacta que la de Munich de EMI; y con muy buen sonido.
ResponderEliminarEn el caso de Kleiber prefiero una versión en vivo de diciembre de 1979, también con la Filarmónica de Viena, que publicó el sello pirata Exclusive. Incluso prefiero su sonido a la dureza de la primitiva grabación digital de DG.
¡Ay,el álbum de Celi en DG con Stuttgart no me compré, y parece que contiene interpretaciones muy buenas!
EliminarY tampoco conozco esa versión Carlos Kleiber en Exclusive.
Aurora: hay un reprocesado de la Cuarta de Brahms por Carlos Kleiber con la Filarmónica de Viena realizado en 2009 por Esoteric que mejora el sonido original. Quizá ahora te parezca menos "duro".
EliminarHermosa sinfonía. Afortunadamente tengo la versiones de Kleiber y Furtwängler, y coincido plenamente con los puntajes aquí otorgados. A modo de sugerencia, me encantaría un post similar al presente pero referido al también hermoso concierto para violín y orquesta de Mendelssohn. Muchas gracias.
ResponderEliminarNo sé si alguna vez he escrito un comentario sobre el Concierto en Mi menor de Mendelssohn; me parece que no. Pero sí que podré aportar una discografía de sus conciertos: no será mala idea.
EliminarOjalá la pueda hacer (cuando pueda, claro está). Sería de enorme utilidad para los amantes de la música clásica.
EliminarPor si acaso le gusta: Markevich, Lamoureux https://www.youtube.com/watch?v=RELgyD5WgtM
ResponderEliminarSí, señor: me había olvidado de ella por estar en un álbum con muchos otros compositores. Tanto la Primera como la Cuarta de esa caja ("Igor Markevitch: un véritable artiste", DG) son excelentes. La añado a la lista.
EliminarCoincido en la valoración de las versiones de Kleiber/Viena y Giulini/Chicago, para mí son las mejores. Sorprende ver en esa lista a Muti, ¿el resto del ciclo merece la pena? Un saludo.
ResponderEliminarSegún mis notas, la Cuarta de Muti es la que más me gusta del ciclo, seguida de la Segunda. Primera y Tercera, sobre todo esta última, no están entre las grandes.
EliminarNo has escuchado nunca el ciclo Brahms-Sanderling-Dresde-RCA? Es el que tengo yo, con muy buenas críticas en general. Saludos
ResponderEliminarNo, lo siento. Tengo el otro suyo, con la Sinfónica de Berlín, reeditado por Hänssler en el álbum conmemorativo, que lleva entre otras cosas también las tres Sinfonías de Rachmaninov.
EliminarEsta mañana hacía un comentario en radio clásica Jorge Barriuso, periodista de radio tres pero que también colabora en esta emisora citada. Se mostraba en sus palabras muy airado con el columnista de El País Manuel Rodríguez Rivero pues es una reciente columna dice que camina por su casa con RC, que cada vez es peor y más infantiloide, lo cual como muchos sabemos es cierto y no veo, por lo tanto, los motivos para el enfado de Barriuso. Es curioso, por lo negativo, la mala dinámica que llevan hace años en este país los medios más o menos dedicados a la cultura, o sea, RC y Radio tres de RNE y la dos de TVE. Lo cual denota que por mucho que haya gobiernos con mayor contenido social, el asunto de la educación y la cultura sigue sin tomarse en serio en este país, lo cual se desprende sin ir más lejos de las recientes declaraciones del ministro del ramo. Mucha salud a todos y todas.
ResponderEliminarGracias por la noticia. No lo conocía. El reprocesado de la serie Originals limaba un poco las aristas y las durezas, pero me hacía suponer que el margen de mejora en las grabaciones digitales pioneras era más bien escaso, supongo que por las limitaciones de los convertidores A/D. Será un placer repasar en las mejores condiciones una interpretación trepidante.
ResponderEliminarHay una versión de Knappertsbusch de 1953 con la Orquesta Sinfónica de la radio de Colonia, la intensidad es indecible.
ResponderEliminarAdjunto el enlace [1], aunque si se puede escuchar en la edición de Hänssler de 2018 el sonido es mucho mejor.
1. https://www.youtube.com/watch?v=P7G59LhnGao
Me ha gustado mucho, es tremendamente ardorosa. Solo me extrañan un pelín algunos cambios de tempo tal vez no muy justificados.
EliminarMe alegra que le haya gustado, si escuchó esa versión de Youtube es mejor todavía el sonido en la edición de Hänssler (2018) en el box set 'Brahms & Bruckner: The Symphonies' [1][2][3] el único problema con esa caja es que la Sinfonía 1 no es de Kna sino de Klempi del 55' con la WDR. Muchas Gracias, que tenga una buena semana.
Eliminar1. https://www.amazon.com/-/es/Hans-Knappertsbusch/dp/B07JKKWYFM
2. https://open.spotify.com/album/7AWrETV1nvbENioKbgjT9p
3. https://music.apple.com/us/album/brahms-bruckner-the-symphonies/1439504014
Escuchó la cuarta [1] de Mengelberg de 1938? con el Concertgebouw, es también una referencia. La edición de Naxos tiene un mejor sonido.
ResponderEliminar1. https://www.youtube.com/watch?v=o2sRmT3XXLo
Sí, la conozco. Y lamento decirle que me gusta bastante poco. Le puse 6/3. Puede que la nota al sonido subiera en el reprocesado de Naxos.
EliminarexesQspon_chiBaltimore Mark Mastracci https://marketplace.visualstudio.com/items?itemName=0cumixnibi.Deadly-Land-gratuita-2021
ResponderEliminarelpiapenci