No es la primera vez
que escribo sobre este asunto, pero algunos lectores de este blog no conocen mi
opinión al respecto. Estos últimos días, el más que curtido Observador, así
como Felirosi y Platón, han sacado a la palestra este tema. Intentaré resumir
mi punto de vista:
Aunque no tanto como en el campo de la ópera, donde la
batalla entre admiradores y detractores de ciertos cantantes es tremenda,
fortísima, tantas veces ofuscada por las manías personales, también en el ámbito
de los directores o los solistas instrumentales hay claras filias y fobias.
En el caso de Barenboim, hay un punto de partida -que viene
desde hace ya ¡medio siglo!- que resulta intolerable para muchos
aficionados a la música: que sea pianista y director. Se niegan a aceptar que
se pueda ser muy bueno en ambos desempeños. ¡Como si fuera el único: ahí están
Menuhin, Rostropovich, Ashkenazy, Zukerman…!
En los años 70 del siglo pasado algunos empezaron a hablar
recurrentemente de “pianista notable metido a director” (vamos, como si fuera como
un Geza Anda, o, años más tarde, un Perahia o un Pollini); a esos se les vio
mucho el plumero: lo de notable y adjetivos parecidos ya les delataba.
Puedo decir que yo fui de los primeros en escribir que me parecía un pianista excepcional,
un intérprete extraordinario nada menos que de Mozart, Beethoven y Brahms: ahí están
sus grabaciones de los 60 y principios de los 70 de estos compositores (la
primera vez que le escuché en directo fue tocando y dirigiendo un programa Mozart con la
English Chamber: me dejó asombrado). Por oposición a mí, o por celos, algunos
críticos que se creían mejor preparados que yo (y algunos lo estaban, que
conste), empezaron a ridiculizar mis opiniones y a llevarme la contraria por
sistema. Alguno queda aún que no ha sido capaz de dar su brazo a torcer a lo
largo de cuatro o cinco décadas.
Pero si ya en los comienzos artísticos y discográficos de
Barenboim pasaba esto, conforme se fue consolidando como pianista y convirtiendo
en un director objetivamente cada vez más importante (su estrecha relación con
la English Chamber, la Philharmonia y la London Philharmonic, y más estable aún
con la Orquesta de París y la Sinfónica de Chicago…), las posiciones de algunos
se enquistaron, negándose a reconocer las evidencias.
Algunos críticos y melómanos que conocí empezaron a aceptarlo
algo más, reconociendo que era un gran músico como intérprete de piano, y que
esa musicalidad le dotaba de solidez -musical, no técnica- cuando empuñaba la
batuta. Pero claro, quienes sostenían esto han tenido que enfrentarse al hecho
de que con el tiempo ha convertido a una orquesta en ruinas -la Staatskapelle
Berlin- en una maravilla, y que ha logrado desde la nada, con un puñado de
jóvenes de muy diversa procedencia, conformar una orquesta espléndida: la
West-Eastern Divan. O sea, que lo de "musicalidad sí, pero técnica no"
se sostenía cada vez menos, hasta llegar al cero absoluto.
Estoy convencido por larga experiencia de que el hecho de
que en los últimos cuarenta años Barenboim se haya afirmado como uno de los
mayores pianistas (pese a no ser lo que se entiende por un virtuoso) y en uno de los más indiscutibles directores, es algo que
se niegan a aceptar muchas personas. Todavía hay aficionados que te
dicen que a ellos como pianista les convence mucho más que como director:
realmente opino que estos no se han enterado de que en los últimos años ha llegado
a ser no uno de los grandes, sino el más grande. También, quizá en el
músico con más grabaciones a sus espaldas (después de Fischer-Dieskau) y, de
lejos, en el más filmado. Con un repertorio que, en cualquiera de sus dos
actividades, no ha sido probablemente sobrepasada por nadie en cuando a
cantidad/importancia/calidad.
Por supuesto que se puede legítimamente disentir de su forma
de entender la música, pero nunca negarle su enorme estatura. Lo que me parece
menos disculpable es el desconocimiento de aquellos que se niegan a escuchar
sus interpretaciones; esta actitud también me consta que se da en muchos.
A todo esto hay que añadir que otros lo detestan por sus
ideas políticas; esto se da mucho más entre las personas muy conservadoras, a quienes
Barenboim les cae muy gordo por su firme compromiso político-social, su claro
posicionamiento contra los nacionalismos excluyentes, la xenofobia, por la
crítica por cómo estrangulan a Palestina de los gobiernos derechistas de Israel...
Sí, que nadie se llame a engaño: hay bastante de todo esto, incluso
entre críticos de reputación internacional, por muy mezquino que nos parezca.
Agréguese a todas las virtudes que usted cita el que toque y dirija de memoria casi todo lo que hace.
ResponderEliminarF. Aguado.
Su CD "Mi Buenos Aires querido" es delicioso.No me canso de escucharlo.Se lo recomiendo.
ResponderEliminarConoció de cerca el tango desde muy pequeño, y se nota además que le gusta mucho ese baile, y su música, claro.
EliminarYo fui uno de los que sintió aversión por Barenboim, y no por hechos extra musicales. Me dejé influir por afamados "críticos" estadounidenses, británicos y hasta argentinos (de las extintas Radio Clásica y Revista Clásica). Consumía muchas revistas nacionales y extranjeras y escuchaba la precitada radio, hasta que llegó internet. No tenía CDs de Barenboim gracias a la mala prensa contra éste. Pero todo fue cambiando cuando pude palpitar el odio personal de dos críticos hacia Furtwängler. Ahí noté la falta de objetividad de éstos hacia lo musical. Luego conocí los blogs de Ángel y Fernando y, en principio, no comprendía por qué Barenboim reunía ahí grandes calificaciones y elogios. Me animé a comprar algunos CDs del porteño y finalmente comprendí su enorme talento musical. Desde entonces, Daniel Barenboim es uno de mis directores y pianistas favoritos.
ResponderEliminarAhora bien, pienso que NADA tiene que ver el tema xenófobo. Muchos directores, pianistas, violinistas, etc., son judíos y, sin embargo, no son ninguneados por los críticos de todo el mundo.
Tampoco creo que el tema político sea el verdadero causante. Si bien es cierto que sus actividades políticas POTENCIARON la aversión tanto en Israel como en Occidente. Basta con recordar cuando Daniel interpretó Wagner en Israel, varios desde el publico empezaron a pelearse entre sí a golpes de puño. O cuando Barenboim discutió, "acaloradamente", con una ministro israelí en público. Todo sumado a la Fundación con el palestino Said y a la Orquesta de palestinos, árabes e israelíes. ¡CUÁNTA GRANDEZA! Sin embargo, me parece que desde los 60' y 70' ya se lo descalificaba como artista de primer orden. De ahí, que tiempo atrás comenté en el presente blog que me parecía una incógnita el desprecio contra Barenboim.
Sí, creo que lleva razón. Pero cuando yo me refería a la xenofobia no quería decir que Barenboim no guste a los xenófobos, sino que él siempre se ha pronunciado claramente contra la xenofobia.
EliminarYa digo que además es judío, y en este mundo nuestro hay un claro rebrote del fascismo, del antisemitismo. Creo que eso también puede influir.
ResponderEliminarEntre los melómanos no conozco muchos casos de antisemitas, pero lo que sí me viene a la mente fue la afirmación de Thielemann: "¿Cómo un judío va a poder ser el mejor intérprete de Wagner?"
EliminarY, "cómo un negro va a interpretar a Wotan?". Grave acusación de discriminación de Simon Estes contra Solti:
Eliminarhttps://elpais.com/diario/1993/07/22/cultura/743292004_850215.html
Si es verdad, muy malo lo de Solti. Él es judío y debió saber lo que se siente ser discriminado.
No he sido seguidor de Barenboim ni de casi ningún otro. Un poco Furtwangler, Bohm, Solti, etc, pero también Ferensik, Lehel, Rozhdensvensky, y así muchos mas. Me gusta escuchar mis obras preferidas en distintas interpretaciones. Creo que es la postura consecuente. Basta ver como los aficionados andan rebuscando tal y cual versión. En cada una se aprecia algo nuevo.
ResponderEliminarPero tengo que decir que he escuchado, rudimentariamente, algunas sinfonías de Beethoven en los Proms y es del mejor Beethoven que he vivido.
Una curiosidad. Hay en youtube una grabación de la 7 de Bruckner con la orquesta de Paris en el Teatro Real. Su forma superortodoxa de moverse no tiene nada que ver con la economía actual. Y no creo que sea el físico sino la edad.
Lo de Thielemann, aparte de que es un fascista confeso y un antisemita, creo, es pura envidia, aunque he de decir algo en su descargo, por mal que me caiga, y es que las veces que le he escuchando dirigir Wagner en Bayreuth en la radio me ha gustado, sin llegar a los niveles de Barenboim, claro, pero diría que no es mal wagneriano del todo...
ResponderEliminarSí, Thielemann es un buen wagneiano, y yo he comentado varias de sus óperas bien favorablemente.
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ResponderEliminar¿Y qué? ¡Estoy en mi blog, no te fastidia!
EliminarÚltimamente he leído por ahí que muchos no soportaron "su trato a Jacqueline Du Pré". La verdad no estoy enterado de ese capítulo y me parece inverosímil, pero lo he leído
ResponderEliminarNo creo que se sepa con exactitud cómo Barenboim se portó con Jacqueline cuando estaba enferma, porque pertenece a la intimidad. Lo que sí se sabe es que estaba muy pendiente de ella, hasta el punto de volar desde París a Londres con mucha y constante frecuencia para visitarla.
EliminarYo puedo aportar una anécdota que parece bastante significativa: una vez que acompañé a Alfonso Aijón al aeropuerto de Barajas para recibir a Barenboim, lo llevamos hasta el Hotel Ritz. Y nada más llegar, lo primero que hizo, antes de pasar por recepción o de subir a su habitación, fue llamarla desde un teléfono de la planta baja del hotel y hablar con ella varios minutos (aún no había móviles, claro).
En todo caso, aunque fuese -que no lo creo- reprobable su comportamiento con ella, eso nada tiene que ver con el músico, con el pianista y el director. Pertenece a otra esfera.
Es como si a alguien no le gusta la música de Wagner porque el personaje era más, mucho más que antipático.