lunes, 8 de junio de 2020

Dos Donizetti y dos Verdi desde el Met


Esta Maria Stuarda (2014) está publicada en DVD/Blu-ray por Erato, pero no la conocía. Sobria, desnuda, admirable escena de David McVicar. Espléndida batuta de Maurizio Benini, que suele dar de lleno en el clavo en el repertorio belcantista. Joyce DiDonato es -creo que nadie lo duda- una de las mayores cantantes de nuestros días. Pero su empeño -¡qué tentación!- en cantar papeles de soprano le pasa una cierta factura, pues su registro agudo se vuelve un poco metálico y adquiere un vibrato poco agradable. Esto en lo puramente vocal, puesto que su intepretación de Maria Stuarda es estupenda. Ahora bien, comparémosla con la de la también mezzo Janet Baker (DVD Warner, 1982, ¡en inglés! Con Mackerras y John Copley) y comprobaremos que en la genial cantante británica no se da ninguno de esos problemillas; ni ese, ni ningún otro, por cierto. Y su primacía como intérprete continúa inalcanzable. No me ha entusiasmado la soprano sudafricana Elza van den Heever como Reina Isabel: voz de cierta prestancia pero no muy bella, y de canto correcto, sin más: creo que este decisivo personaje requiere, merece algo más (¡lo han grabado Eileen Farrell, Verrett y Baltsa!). Francamente bien el tenor lírico (entonces más aún que ahora) Matthew Polenzani, valor en alza. Y sobrevalorado para mi gusto, como casi siempre, el bajo casi baritonal Matthew Rose (Talbot): creo que es un cantante no mucho más que mediano que aparece en multitud de desempeños.  

Roberto Devereux, igualmente desde el Met (2016), es a ratos claramente preverdiana, y, con muy buen criterio, Maurizio Benini parece verlo así: su orquesta suena más poderosa y contundente, ya desde la destacada obertura. El aria de entrada de Sara, Elina Garanca, es ya una palpable demostración de musicalidad de los más altos vuelos, de una voz privilegiadamente bella cantando de modo insuperable: se lo pone muy difícil a sus colegas. Así, a la soprano Sondra Radvanovsky como Reina Isabel: posee una muy cabal técnica belcantista, pero la voz posee un filo metálico algo desabrido. Por supuesto, no me hace olvidar a Beverly Sills en sus grabaciones disco (1969) y videográfica (1975) ni a Caballé en alguna piratada. En solo dos años se aprecia la evolución del tenor Polenzani (Devereux), de voz ahora algo más plena y más bella: creo que es un cantante a tener muy en cuenta. Marius Kwiecien, dotado de una espléndida voz baritonal, está bastante desigual a lo largo de la función: desde el acierto canoro al exceso. La escena de McVicar, muy cuidada, es más suntuosa pero igualmente acertada que la de Stuarda. Devereux no está entre las óperas serias más conocidas de Donizetti, pero creo que sí entre las mejores. 

Luisa Miller es, pese a sus altibajos, una de las más estimables óperas de Verdi anteriores a Rigoletto. La función (14-4-2018) retransmitida desde el Met es más que notable, aunque pudo, con algún cambio, haber sido excelente. La escena de Elijah Moshinsky, absolutamente convencional, es de las más notables que le recuerdo a este régisseur. Pero la batuta de Bertrand de Billy recuerda demasiado al Levine más inquieto y superficial. Sonya Yoncheva, casi demasiado dramática pero sin problemas en las agilidades, convence claramente en el papel titular, y lo haría más si la batuta adoptase unos tempi más pausados y más cantabile en varios pasajes. Este Rodolfo es uno de los personajes verdianos en los que más me ha gustado Piotr Beczala, y ello pese a ciertos apuros en el registro agudo; a lo que -perdónmenme algunos operófilos- disto de concederle una importancia trascendental. Triunfan su entrega y su impecable gusto musical. Miller no es uno de los papeles que mejor permiten el lucimiento de Plácido Domingo (en tiempos el más admirable Rodolfo), aun así se impone su conocida clase (casi unánimemente reconocida, salvo por algunos conocidos críticos precisamente españoles). Correctos tanto Alexander Vinogradov como Conde Walter y Dmitry Belosselskiy como Wurm. A la soprano Rihab Chaiev, a juzgar por su ideal encarnación del breve papel de Laura, podría esperarle un halagüeño futuro. 

Nabucco de diciembre de 2016 repite los dos principales papeles -el titular y Abigaille- de tres años antes en el Covent Garden, edición publicada en blu-ray por Sony (muy recomendable). Pero tanto Plácido Domingo como Liudmyla Monastyrska estuvieron algo menos bien; aun así estupendos, quiero dejarlo claro. Él había perdido un poco de fuelle, y ella aproximaba sus imponentes agudos algo más al grito. Dimitry Belosselskiy mostraba aquí, mucho más claramente que como Wurm, en el muy exigente papel de Zaccaria, sus limitaciones: sí, una muy buena voz de bajo en el centro, pero tasada arriba e incapaz de apianar debidamente. Muy bien, en cambio, tanto el tenor (lírico ancho) Russell Thomas (Ismaele) como, más aún, la mezzo Jamie Barton (Fenena). Correcta, inofensiva escena de Moshinsky, tradicional pero de escenografía más esquemática que de costumbre. Gran sorpresa: reaparecía James Levine a la batuta para dirigir como en sus primeros tiempos, es decir mucho mejor que después, en su etapa de frenética actividad disco y videográfica. Casi no se reconocía su nerviosismo (que un conocido crítico español describía así: “tiene la teatralidad en la punta de los dedos”), su gusto por los acordes secos, breves y cortantes. Sin embargo, ay, el famosísimo coro “Va pensiero” le quedó bastante insípido. Aun así, lo repitió (pero no para mejorarlo).

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