miércoles, 15 de julio de 2020

Tres óperas desde el Met: Mozart, Donizetti, Shostakovich


La flauta mágica con James Levine y Julie Taymor 

Data de 2017; James Levine ya no era director musical del coliseo neoyorkino, pero fue recibido con entusiasmo por el público, que parece convencido de haber tenido al más grande entre los grandes. Lo cierto es que el envejecido director (74 años), que ni siquiera pudo subir al escenario para saludar, no había cambiado ni mejorado mucho desde sus años de frenética actividad en aquel foso. Tras una correcta introducción, la maravillosa obertura sonaba mucho más a Rossini que a Mozart. En su desigual desempeño, a lo largo de la ópera abundó la ligereza lindando con la banalidad, pero también hubo momentos muy buenos, sin que faltasen otros empalagosos. Vuelta a sus tan queridos acordes cortos y secos… 

El reparto contó con muy buenos cantantes, si bien no todos: me gustó Charles Castronovo como Tamino, no estrictamente en estilo, pero cantando muy bien y con una voz masculina, no tan blanquecina como la de tantos tenores en este papel. Vocal y musicalmente, Golda Schultz fue una Pamina de veras ideal: ¿cómo no se ha hablado más de esta deliciosa soprano lírica? La voz de Markus Werba es buena, y adecuada para Papageno, pero hizo el ganso mucho más de la cuenta, en un papel en el que agradezco la contención (¡Berry, Prey!). Kathryn Lewek fue una Reina de la Noche algo estridente y no muy ágil, y René Pape no tuvo su mejor noche; aun así impuso su extraordinaria clase. Engolado el Orador, aceptable Monostatos, regulares las Damas (menos que eso la primera) e insufribles los tres niños. 

La escena (Julie Taymor), cargante a más no poder, no dejó un minuto de respiro con sus incontables ocurrencias, algunas tontorronas y otras cursis hasta decir basta. Particularmente horrible el vestuario. Éxito arrollador.

La fille du régiment con Yende y Camarena

Lamento que esta ópera me guste poco; creo que, de no ser por su famosa aria de tenor de los nueve Dos, se representaría mucho menos. La reconocida puesta en escena de Laurent Pelly es ingeniosa y entretenida; tanto, que acapara buena parte de las funciones conocidas. Correcta batuta de Enrique Mazzola en esta versión de marzo de 2019. La pareja protagonista Marie/Tonio fue excelente: Pretty Yende es una impecable, realmente destacada, soprano lírico-ligera, si bien debería evitar alguna que otra nota altísima en la que se ve obligada a gritar: ¿qué necesidad tiene?... Javier Camarena borda el papel, con una exhibición apabullante de agudos, hasta el punto de repetir sin resentirse la dichosa aria “Ah! Mes amis, quel jour de fête!”. Y luego canta su elegíaca aria “Écoutez-moi, de grâce!” de modo tan perfecto como conmovedor. Muy mayor y temblón Maurizio Muraro (Sulpice), bien Stephanie Blythe (la Marquesa) y admirable en su breve cameo Kathleen Turner (la Duquesa).

La nariz de Shostakovich

Compuesta en 1928, cuando contaba 22 años, La nariz es una ópera de la que por lo general está bien visto hablar muy bien, pero que -comprensiblemente- se representa muy poco. La ironía y el sarcasmo, tan asociados a este sobrevalorado compositor, pueden estar bien en ciertas dosis, pero quizá no para dos horas seguidas de galimatías musical. Contiene, eso sí, un número destinado solo a los instrumentos de percusión, extraordinariamente moderno y audaz. Pero la mayor parte de la obra es caótica, está mal escrita para las voces (disculpable en un autor de esa edad) y resulta francamente desagradable (¡nada que ver con la genial dureza de las óperas de Alban Berg o de Die Soldaten de Zimmermann!... Tampoco con su mucho más estimable Lady Macbeth en Mzensk). Es la primera vez que veía representada esta ópera basada en Gogol, pero recordaba que la grabación de audio de Rozhdestvensky ya se me hizo muy cuesta arriba; ahora, en esta función de 2013, ha resultado para mí toda una pesadilla, agotadora y casi insoportable (varias veces estuve tentado de tirar la toalla). 

La batuta de Pavel Smelkov no logró concertar bien el descomunal lío que a menudo se monta entre voces e instrumentos: quizá los frecuentes desajustes se deban a que la música no está muy bien escrita. El protagonista, Paulo Szot, luchó a brazo partido, sin mucho éxito, contra una parte de baritenor sumamente incómoda. Salvando a una joven soprano oriental realmente buena, con una intervención brevísima (no me he molestado en averiguar cómo se llama o cuál de los numerosos papeles cantó), el resto de las voces osciló entre lo tolerable y, mucho más frecuentemente, lo de todo punto insufrible. La escena de William Kentridge desconcertaba, pues no sabía uno a dónde mirar entre tal cantidad de proyecciones y de incesante acción. Para mí, seguir esta obra ha sido un esfuerzo tal, de la que no he obtenido la menor satisfacción, que no pienso volver a intentarlo. El público del Met, tan generoso siempre, aplaudió mucho menos que de costumbre: probablemente celebrando que aquello por fin se había acabado.  

4 comentarios:

  1. Lo de sobrevalorado compositor por Shostakovich queda, por supuesto, como una opinión personal. Otros (unos cuantos) no pensamos lo mismo.

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  2. Si, yo considero a shostakovich el gran músico del siglo xx tras britten, pero los gustos.....

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    1. Yo he llegado a escuchar que los dos compositores más importantes, de cualquier época, son Mahler y Shostakovich... fíjense hasta dónde pueden llegar los disparates. A algunos aficionados la música muy ruidosa es la que más les gusta...
      R.E.C.

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  3. Dmitri es un gran músico, con un dominio de la orquesta y la música de cámara absoluto. Ahora, en el siglo XX caminaron por este planeta Bartók, Ligety, los caballeros de la segunda escuela de Viena,y el propio Gustav o el compatriota de Dmitri don Igor....Ayer escuché su tercera sinfonía Primero de mayo por Haitink y la Filarmónica londinense y me volvió a dejar con la boca abierta su dominio de la paleta orquestal. Es sin duda Dmitri un grande!!! Y la versión: antológica!!! Saludos desde Compostela!!!

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