Conversión wagneriana
El joven músico que a sus 16 años había afirmado, atolondradamente, que “dentro de diez años nadie sabrá quién es Wagner”, estaba a punto de convertirse en ferviente wagneriano. El principal responsable fue el concertino de la Orquesta de Meiningen, Alexander Ritter, compositor de amplia cultura casado con una sobrina del autor de Parsifal. “La influencia de Ritter fue como un huracán: me apremió a desarrollar lo poético de la música [la música poemática], siguiendo los ejemplos de Berlioz, Liszt y Wagner”. Cuando Bülow dejó su puesto en Meiningen, no logró que nombrasen a Strauss sucesor suyo. De este modo, retornó a Múnich para ocupar el puesto de tercer director de la Ópera de la Corte.
Antes de ello, en 1886, hizo una escapada a Italia, país que –como a tantos otros nórdicos o centroeuropeos– le fascinó. Ese viaje le inspiró su fantasía sinfónica Aus Italien, “punto de inflexión entre mi antigua y mi nueva manera”, entre las pretensiones formales de Beethoven o Brahms y el reino programático iniciado por Liszt. El estreno de esa obra, el 8 de marzo de 1887 en el Odeón Muniqués bajo su dirección, dio lugar a un sonado escándalo a causa de su “modernidad”.
Pese al conservador entorno de la capital bávara, allí nacieron entre 1886 y 1889 sus tres primeros poemas sinfónicos: Macbeth, Don Juan y Muerte y transfiguración. Además conoció a la que sería su esposa, la soprano Pauline de Ahna, a la que encauzó como cantante hasta convertirla en una excelente intérprete de sus lieder y de algunos de sus personajes operísticos. Por este tiempo conoció también, en Leipzig, a Gustav Mahler, con el que mantuvo una rivalidad que no empañó la mutua estima.
Bülow logró que nombrasen a Strauss asistente en el Festival de Bayreuth de 1889 –donde estudió a fondo Tristán y Parsifal– y que en octubre de ese año le asignasen el cargo de director de la Ópera de Sajonia-Weimar, de la que tiempo atrás había sido responsable Franz Liszt. Allí pudo al fin Strauss desplegar sus dotes creativas como intérprete, dirigiendo representaciones muy cuidadas no sólo en lo musical, sino también en lo escénico, de óperas de Gluck, Mozart y Wagner, mereciendo elogios incluso de Cósima, viuda de este último. También actuó como pianista, tocando sobre todo conciertos de Mozart. Esta intensa actividad le llevó hasta el agotamiento, acarreándole una seria enfermedad pulmonar de la que estuvo recuperándose, entre noviembre de 1892 y junio de 1893, en Grecia, Egipto, Corfú y Sicilia. Durante este viaje terminó su primera ópera, Guntram, en cuya composición trabajaba desde hacía un lustro. El estreno, en Weimar el 10 de mayo de 1894, con su esposa en el rol principal y él dirigiendo, se saldó con un sonado fracaso.
El 1 de octubre de ese año se reincorporó en la Ópera de Múnich, pero sólo a partir de la retirada de su primer director, Hermann Levi, pasó a ocupar ese puesto; el nivel artístico de la prestigiosa institución se elevó aún más. Dirigió también como invitado, con gran éxito, la Orquesta Filarmónica de Berlín. En abril de 1897 nació Franz, su único hijo.
Berlín
El 1 de noviembre de 1898 abandonó la capital bávara para trasladarse a Berlín como director de la Orquesta Real de Prusia, sucediendo a Felix Weingartner. En esta ciudad, de ambiente cultural mucho más aperturista, permanecería dos décadas. El nombramiento se debió al propio káiser Guillermo II, quien pronto lamentó su decisión, afirmando haber “alimentado a una serpiente en mi seno” y prohibiéndole montar Salomé. Durante esta etapa Strauss dirigió, más aún que óperas, música sinfónica clásica, romántica y moderna –rivalizando con Arthur Nikisch, el director de la Filarmónica berlinesa– y actuando también en Bayreuth, Milán, Moscú, París, Amsterdam, Barcelona y Madrid.
A su llegada a Berlín ya había terminado sus grandes poemas sinfónicos, desde Las travesuras de Till Eulenspiegel (1894-95) a Don Quijote (1896-97) pasando por Así habló Zaratustra (1896), y ultimaba Vida de héroe (1897-98). A partir de entonces centró su interés en la ópera debido en parte a que Berlín era entonces la ciudad teatralmente más floreciente de Europa. El reencuentro con su amigo de juventud Friedrich Rösch, músico y abogado, posibilitó la idea de fundar la Asociación de Compositores Alemanes, institución pionera en la defensa de la propiedad artística y en la reivindicación de los derechos de autor sobre la edición de partituras y la celebración de conciertos, derechos que más tarde se ampliarían a los de reproducción de música a través de instrumentos mecánicos. Para satirizar a los editores que se opusieron con uñas y dientes a estas conquistas, Strauss compuso en 1918 su colección de doce lieder Krämerspiegel (Espejo de tenderos); en uno de ellos se dice: “los comerciantes aportan a la música la muerte, y a sí mismos la transfiguración” (en referencia, claro está, a su poema sinfónico Muerte y transfiguración).
Una digresión. El calificativo "atolondradamente" me ha evocado inmediatamente a Boulez y sus provocaciones juveniles. Matar al padre, creo que dicen.
ResponderEliminarEn este caso, se cumplía muy claramente lo de "matar al padre".
Eliminar