lunes, 16 de noviembre de 2020

Richard Strauss en sesenta años de historia de la música (III)

 

Strauss y la ópera

En 1901 Strauss fue nombrado presidente de la Asociación General de Música, fundada por Liszt cuarenta años antes. El 21 de noviembre de ese año fue estrenada en Dresde su segunda ópera, Feuersnot. Tras su último poema sinfónico, Vida de héroe, Strauss volvió su vista al género operístico. Pero si en el campo orquestal ya había llevado su maestría y virtuosismo a la más alta expresión, en el escénico empezaba titubeante: Feuersnot era aún, ocho años después de Guntram, una obra carente de unidad y demasiado sujeta al directo influjo wagneriano. Pese a la labor del excelente Ernst von Schuch, director de la Ópera de Dresde desde 1872 hasta su muerte en 1914, amigo de Strauss y gran intérprete de su música, y a la innegable talla de los cantantes, el estreno de su segunda ópera fue un rotundo fracaso, que sumió al compositor en el mayor desánimo, hasta el punto de descartar nuevos proyectos escénicos.

En 1903 fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Heidelberg. Al año siguiente viajó por primera vez a Estados Unidos con motivo de un festival Richard Strauss organizado en Nueva York por el director de orquesta Hermann H. Wetzler. Allí dirigió el compositor veintiún conciertos con casi otras tantas orquestas; en uno de ellos estrenó su Sinfonía Doméstica, concretamente en el Carnegie Hall neoyorkino. También acompañó a su esposa al piano en varios recitales de lieder.

El reconocimiento pleno como compositor escénico le llegó con el estreno de Salomé, en Dresde, el 9 de diciembre de 1905, bajo la dirección de Schuch. Era su primera ópera auténticamente personal y lograda. Basada en el drama homónimo de Oscar Wilde, el escándalo acompañó también a la ópera: la censura prohibió a Mahler que la dirigiese en Viena. “¡La censura la rechaza! Para impedir este absurdo remuevo cielo y tierra, pero en vano. No podría expresarle la fuerte impresión que su ópera me produce al releerla. Es su obra maestra. Me confirma lo que pensaba desde hace tiempo: es usted un dramaturgo nato”, le escribía Mahler.

Hasta el estreno de su siguiente obra teatral, Electra, merece destacar su gira de conciertos con la Orquesta Filarmónica de Berlín por Francia, España, Portugal, Italia, Suiza y Baviera, en marzo y abril de 1908: 31 conciertos en otras tantas ciudades. Reelegido para diez años más como director de la Orquesta Real, fue nombrado Director general de Música de Prusia y se incorporó a la Academia de las Artes en sustitución del fallecido Joachim.

Con Electra inició Strauss una de las más fértiles colaboraciones de la historia entre un literato y un músico: el poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsthal (1874-1919), hombre de extensa cultura y consumado oficio literario, fue hasta su muerte el libretista de Strauss. Presentada en Dresde el 25 de enero de 1909, Electra supuso un acontecimiento extraordinario, pero su éxito fue menos unánime que el de Salomé: Strauss había llegado con esta ópera, basada en Sófocles, “demasiado lejos” en lo que refería a lo novedoso en música, pese a continuar la senda iniciada en el título precedente. Con la que siguió, El caballero de la rosa, Strauss emprendió un rumbo distinto, moderando un tanto, al menos en apariencia, la modernidad extrema de las dos anteriores. El estreno, que tuvo lugar en Dresde el 26 de enero de 1911, dirigiendo también Schuch, fue un triunfo indescriptible.

 

La Primera gran Guerra 

Poco antes había cumplido Strauss el encargo de prologar, revisar y actualizar el célebre Tratado de instrumentación (1844) de Hector Berlioz en su reedición alemana de 1909. La obra es una admirable conjunción del saber de los tal vez más grandes orquestadores de sus respectivas épocas. A sus 46 años, apenas franqueada la mitad de su vida y antes de llegar al centro cronológico de su actividad como creador, había compuesto ya la mayor parte de su producción total. A partir de este momento compuso más espaciadamente y dio a luz obras que no lograrían la popularidad de muchas de las anteriores. Pero faltaba por llegar la etapa final, en la que se reavivaría su creatividad.

Poco después de celebrar, colmado de honores, su quincuagésimo cumpleaños, y de recibir en Oxford la investidura de doctor honoris causa, estalló la Primera Guerra Mundial. Mientras duró el conflicto se estableció en Garmisch-Partenkirchen y desatendió en parte sus obligaciones con la Ópera Real Prusiana, en la que dirigió unos pocos conciertos y sólo óperas suyas. Con la abdicación del káiser Guillermo al final de la guerra, la institución no quiso seguir contando con él; Strauss se despidió dirigiendo Parsifal de la Ópera Real de la Corte, que pasó a convertirse en una institución republicana, la Ópera Estatal.

 

Viena

La Ópera de la Corte de Viena, ahora también Ópera Estatal, acaso la institución más prestigiosa de Europa en su género desde los tiempos de Mahler y del director de escena Alfred Roller, atrajo entonces a Strauss, cuyo Feuersnot había alcanzado allí un notable éxito, sensacional en los casos de El caballero de la rosa y Ariadna en Naxos. Esta última ópera, tras su estreno en Stuttgart el 25 de octubre de 1912 bajo la dirección del autor, conoció en Viena su segunda y definitiva versión el 4 de octubre de 1916. El 1 de mayo de 1919 se hacía cargo de la Ópera de Viena en calidad de director general, para lo cual se trasladó con su familia a la ciudad, instalándose en una lujosa mansión cedida por el Ayuntamiento. Allí dirigió memorables interpretaciones de Mozart, Beethoven, Weber, Wagner, Johann Strauss, Bizet, de óperas recientes y, por descontado, de las suyas propias. Además, rehabilitó el salón de baile Redoutensaal del antiguo Palacio imperial como escenario para óperas de cámara y se convirtió en uno de los principales promotores del Festival de Salzburgo, pionero en su género.

Resulta curioso comprobar cómo el paisaje y el ambiente de las ciudades en las que Strauss desarrolló su actividad fueron calando en su música, y también a la inversa, puesto que la fuerte personalidad de sus obras contribuyó a configurar la imagen que hoy se tiene de esas ciudades.

Con La mujer sin sombra cristalizaron definitivamente una serie de ideas sobre una ópera mágica y orientalista que desde hacía años rondaban en la mente de Strauss y su libretista; hacia 1907, por ejemplo, su interés se centró en Semíramis, el personaje femenino de La hija del aire de Calderón. La mujer sin sombra, estrenada en Viena el 10 de octubre de 1919, con un elenco estelar y dirección musical de Franz Schalk y escénica de Roller, cosechó un enorme triunfo.

En 1920 dirigió Strauss por primera vez en Sudamérica; dos años después, en gira por Estados Unidos, se subió al podio de la Orquesta de Filadelfia y al de la Filarmónica de Nueva York, y en 1923 regresó a Argentina y a Brasil al frente de la Filarmónica de Viena, junto a Schalk, codirector de la Ópera vienesa. Con ésta rescindió Strauss su contrato en 1924, a causa precisamente de diferencias surgidas con Schalk, quien continuó en solitario.

 

1 comentario:

  1. Hace un par de días que no recibo comentario alguno. He comprobado que al buscarlos en el blog, solo me aparecen los ya publicados: ignoro por qué ha empezado a ocurrir esto. Entonces me he puesto a rebuscar en la configuración del blog y he hallado y activado que los comentarios me lleguen a mi correo electrónico; espero que a partir de ahora pueda publicarlos. Entretanto, es posible que se hayan perdido algunos; si quieren, pueden volver a enviarlos. Gracias.

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