El pianista Igor Levit tiene, sin duda, un gran talento, pero su nombre está siendo elevado hasta los cuernos de la luna gracias sobre todo a una hábil y enorme campaña promocional de Sony. Que, en España, tiene un aliado fiel en una revista musical, la veteranísima “Ritmo”, que contribuye nítidamente a ser muy generosa (a menudo por encima de sus merecimientos) valorando buena parte de los productos de ese sello.
En el número de septiembre de dicha publicación, la portada está dedicada a Levit y hay en el interior una entrevista a él realizada por el editor (el redactor jefe, para entendernos), Gonzalo Pérez Chamorro. El comentario de Darío Fernández Ruiz a su último disco, un álbum de 3 CDs dedicado a Shostakovich (los 24 Preludios y fugas op. 87) y a Ronald Stevenson (Passacaglia sobre el nombre de Shostakovich), recibe, por supuesto, la más alta puntuación posible, tanto en interpretación como en sonido y “presentación especial” y atribuyéndole la R de recomendabilidad máxima. (No sé si la merece o no; aún no lo he escuchado).
Sin embargo, hace pocos días hemos sabido que la estupenda colega de Levit que es Hélène Grimaud lo admira, considerándolo “especial” (¿?). Pero dos de los más grandes pianistas vivos, Grigory Sokolov y Daniel Barenboim, no son tan complacientes con Levit como la francesa: el primero “señaló su limitada paleta de dinámica y articulaciones”, y el segundo le recomendó que “debía fiarse menos de su instinto y madurar más”. Reproches que, en mi opinión, justamente se les puede hacer a sus desmesuradamente ensalzadas grabaciones de las 32 Sonatas de Beethoven.
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Por otra parte, me ha dejado bastante molesto el muy duro comentario al blu-ray del sello C Major con Falstaff de Verdi en la versión de Daniel Barenboim y Mario Martone (escena) escrita en "Ritmo" por Javier Extremera. Mi comentario a dicha publicación es extremadamente laudatorio, tanto a la escena, a la dirección musical y a la interpretación de los cantantes (Volle, Frittoli, Barcellona, Daza, Sierra, Demuro). Me ha molestado, sí, pero no sorprendido gran cosa, pues tengo a Extremera por un tipo estupendo y entrañable, pero por un crítico muy poco fiable y aquejado de serios prejuicios.
Barenboim no es muy santo de su devoción (¡y eso que el compositor favorito de este crítico es Wagner!), y ya discutí hace tiempo con él cuando calificó muy tibiamente en “Ritmo” el reportaje musical probablemente más premiado que haya sido publicado en DVD, “Knowledge is the beginning”, sobre Barenboim y la Orquesta del West-Eastern Divan. Ese disciplente comentario sí que me dejó estupefacto, y Extremera me confesó entonces que “el proyecto de la Orquesta del Diván no le caía nada bien, y que estaba harto de él”. Nunca me explicó por qué un proyecto tan loable y reconocido internacionalmente, y que tan magníficos frutos musicales ha deparado, le caía mal. En fin, que me parece que Extremera estaba muy predispuesto contra ese en mi opinión maravilloso Falstaff (lo comenté en este blog el 15 de junio de este 2021).
Cuando afirma que “a veces parece que esté dirigiendo Wagner” creo, sinceramente, que no entiende nada. (Por cierto, en sus últimos años, Verdi estudió muy a fondo la música del autor de Tristán). Dirige, escribe, “olvidándose del color, la sensualidad y el lirismo que lleva impregnados la partitura” (¿dónde tiene los oídos?). “Sin gracejo ni burbujas” (si así fuera, que no lo es exactamente, le recuerdo que un tal Carlo Maria Giulini hace un Falstaff casi permanentemente amargo). Hacer todos esos reparos es, para mí, escuchar prejuzgando.
Ejemplos: ya he “cazado” en mi casa a algún crítico musical que opinaba algo parecido sobre el Verdi del de Buenos Aires (los tópicos pueden alcanzar una amplia acogida) haciéndole escuchar algunos fragmentos de Simon Boccanegra (el blu-ray dirigido por Barenboim) sin imágenes y sin decirle quién dirigía; creyó que era, así me lo dijo, “el mejor Abbado”. A otro gran aficionado a la ópera italiana y a Verdi en particular -reticente también a todo director no italiano haciendo Verdi- le hice escuchar algo de la segunda grabación barenboimiana del Requiem (en La Scala, con Harteros, Garança, Kaufmann y Pape) y decidió que tenía que ser “obra del gran Muti”. ¡Estoy más que escaldado con estos (y otros) prejuicios!
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Finalmente, otro apunte: el pasado miércoles tuve la posibilidad de escuchar unos buenos ratos Radio Clásica. En “Vistas al mar”, un señor ponía y ponía músicas sin decir qué obras eran ni quiénes los intérpretes. “Acabamos de escuchar el Kyrie y ahora escucharemos el Ofertorio”: se trataba de un Requiem de Verdi muy bien cantado por los coros y las dos féminas y mal por los dos hombres. También emitió una vulgarísima versión de las Danzas Polovtsianas de Borodin grabadas en público; tras sonar los aplausos, añadió el siguiente comentario: “¡No me extraña que les gustase tanto a los presentes!”. Hubo más inconveniencias (“ha sido la escena final de El lago de los cisnes por la Orquesta Sinfónica de Montreal”: ¡como los directores no suenan, qué más da quién fuese!...), pero me bastará citar con que “una de las obras más interesantes compuestas en la Rusia de aquellos años fue la Quinta Sinfonía de Rachmaninov!”… (por favor, que en otra emisión nos diga dónde encontrar la Cuarta y esa Quinta…)
Por la tarde de ese día, creo que era Amaya Prieto, se lució ampliamente con su selección personal de músicas, entre otras una pieza instrumental y otra vocal de Arvo Pärt. Me confirmaron una vez más que ese compositor es totalmente vacío e irrelevante. ¡Pero algunos de sus admiradores están convencidos de que les gusta y comprenden la “música contemporánea” y “de vanguardia”!
El gran problema de Radio Clásica es que han puesto al frente de numerosos programas a gente que no tiene ni idea de música clásica, y pasa lo que tiene que pasar.
ResponderEliminar"¡Sactamente!", como habría dicho el llorado Forges. Esta misma mañana, en el programa "Contra viento y madera", se nos ha "regalado" a los oyentes con varias interpretaciones realmente atroces, impresentables, de páginas de zarzuela. La famosa romanza "No puede ser", de La tabernera del Puerto, ha sido cantada por un tenor más que endeble (¡al que, para la frase final, se le han unido otros dos tenores!). Podría ser que el conductor del programa sea un fiel seguidor de Arturo Reverter, que ve en Plácido Domingo -intérprete descomunal de esta página- la encarnación de casi todos los vicios que puede tener un cantante.
EliminarNo se preocupen. Mientas están ahí no están en política.
ResponderEliminarYa que estamos en festivo me permito ponerles un enlace a una 7 de Beethoven que me ha dejado asombrado. Celebidache. La orquesta de RTV Fancesa. No esperen que la orquesta toque gloriosamente, sólo hace música con el maestro. Lo dejo como tentación en la confianza de que el tiempo que empleen no me lo reclamen.
https://uptobox.com/nzprefpq9gv8/Alt.SC.ORTF.LR03.rar
Se te olvidó poner la contraseña: pippo9
EliminarGracias. ¿Le ha gustado?
EliminarLo siento, no he podido escucharla aún.
EliminarMuchas gracias Bruno. Con la misma orquesta hay una gran segunda de Schumann y 102 de Haydn publicadas.
EliminarCoincido con lo que dice usted, Ángel. Lo que aparentemente ocurre con Ritmo es sólo un ejemplo del estado actual de la prensa: sólo hay que ver los grandes periódicos, cada vez menos independientes y más pobres en contenido.
De Radio Clásica nada sé, porque hace lustros que no la escucho.
ResponderEliminarSobre Javi Extremera, he tenido varios desencuentros con él. El primero, cuando atacó de manera agresiva a un amigo en un foro sin venir a cuento. El segundo, cuando me dijo que yo no era nadie para criticar a Perianes por su manera de interpretar el Concierto de Schumann (sé que Perianes estuvo un tiempo mosca conmigo: posiblemente este señor tuviera algo que ver). El tercero, cuando me harté de las cosas que estaba escribiendo en Ritmo y le dije que era patético lo que estaban haciendo. Nos pusimos a caer de un burro y no nos hemos vuelto a hablar. Dudo que volvamos a hacerlo.
Por si alguien no se ha dado cuenta, cuando Gonzálo Pérez Chamorro se convirtió en redactor jefe de Ritmo lo primero que hizo es convertir en crítico estrella a su íntimo amigo Extremera, aunque este no tuviera ni la más pajolera idea de intepretación (cosa que ha quedado bastante clara a lo largo de todos estos años) y de que hubiera que cambiarle todos los signos de puntuación a sus textos, de lo mal redactados que estaban. Lo segundo, quitarnos de enmedio a la "vieja guardia" para que nadie hiciese sombra al dúo Chamorro/Extremera.
¿El resultado? Hoy Ritmo es una carísima revista de publirreportajes en el que solo se pone bien a músicos, orquestas, teatros y sellos discográficos (¡Sony!) que pagan publicidad en sus páginas. Literalmente, se ha han cargado.
Definitivamente esta oposición a Barenboim y otros grandes músicos es insoportable. Ya lo he dicho en este blog, no sé por qué las revistas francesas Diapason y Classica que considero realmente excelentes, sistemáticamente califican muy mal las grabaciones de Barenboim, y de otros grandes como Mutter. Recuerdo las calificaciones tan malas al ciclo Brahms DG y a “on my new piano”, sin hablar del último ciclo de sonatas de Beethoven. Todos estos los considero grandes logros discográficos, verdaderos tesoros en mi discoteca. Recuerdo además en una edición que seleccionaron las mejores grabaciones de la sonata de Liszt y descartaron de entrada la de Barenboim porque según decían era muy egocentrista o algo por el estilo. De verdad? Barenboim? Esto sí que me enfureció, apenas podía creerlo, lo lei una y otra vez. Llegué a la conclusión que en estas revistas entre más famoso el músico peor le va. Es como un resentimiento o algo así. Tanto que he decidio fijarme en las grabaciones que tienen excelentes calificaciones y también en las que tienen las peores, y lo más divertido es que he podido comprobar lo que sospechaba.
ResponderEliminarSobre que los directores deben ser del país del compositor ¡habría tanto que hablar! De entrada es una tontería solemne: ¡hay tantos ejemplos que demuestran lo contrario! En el caso de la ópera italiana, tenemos fenomenales grabaciones de directores extranjeros: Falstaff, Bohème y Butterfly por Karajan, Ballo, Otello y Falstaff por Solti, Trovatore y Turandot por Mehta, Tosca por Colin Davis, etc. y, sí, también el Requiem, Trovatore, Bocanegra y Falstaff por Barenboim. De otros países (música rusa, francesa, alemana, etc.) se podrían poner muchos ejemplos parecidos.
ResponderEliminarBachArroyo
Le doy completamente la razón. Y así, a botepronto, habría que añadir sin dudarlo el Rigoletto de Kubelik y el Otello y la Butterly de Barbirolli: otras tres maravillas.
EliminarContra Barenboim siempre hubo algo, no sólo en Ritmo, pero no sé el porqué. ¿Antisemitismo quizás? No sería disparatado en algún caso (algún crítico o revista durante un tiempo), pero la mancha es mucho mayor que eso y no logro explicarlo.
ResponderEliminarCreo que la cosa va más bien por un cierto nacionalismo musical: para Wagner, alemanes; para Debussy, franceses; para Elgar, ingleses; para Mahler, discípulos austrohúngaros. Esto pudo ser así antes (más o menos) de la Segunda Guerra Mundial, cuando las óperas se traducían (¡y se recortaban!). Pero después, desde los años 50, década en que desaparece prácticamente la antigua generación y aparece la nueva (Solti/Knappertsbusch, Karajan/Furtwangler, etc.), todos los directores y cantantes se hacen cosmopolitas, políglotas y omnívoros (Verdi y Wagner, italiano y alemán, etc.). Los viejos críticos (generalmente vagos) criticaban desde un gusto que cuajó en su tierna juventud, allá por los 50 o primeros 60, si no antes, ¡y no se han molestado en revisar nada después!
ResponderEliminarCreo que la cosa va más bien por un cierto nacionalismo musical: para Wagner, alemanes; para Debussy, franceses; para Elgar, ingleses; para Mahler, discípulos austrohúngaros. Esto pudo ser así antes (más o menos) de la Segunda Guerra Mundial, cuando las óperas se traducían (¡y se recortaban!). Pero después, desde los años 50, década en que desaparece prácticamente la antigua generación y aparece la nueva (Solti/Knappertsbusch, Karajan/Furtwangler, etc.), todos los directores y cantantes se hacen cosmopolitas, políglotas y omnívoros (Verdi y Wagner, italiano y alemán, etc.). Los viejos críticos (generalmente vagos) criticaban desde un gusto que cuajó en su tierna juventud, allá por los 50 o primeros 60, si no antes, ¡y no se han molestado en revisar nada después!
ResponderEliminarEstimado Ángel:
ResponderEliminarSobre Igor Levit, supongo que habrá que esperar a si tiene cosas interesantes que decir en otros repertorios antes de volver a Beethoven.
Pregunta aparte, ¿pudo escuchar el último disco de Alice Sara Ott para DG? Sería un gusto saber si considera que su acercamiento a los Preludios de Chopin está a la altura de su grabación de los valses del polaco.
Saludos!
Procuraré escuchar ese disco de Alice Sara Ott.
EliminarYa he encontrado los 24 Preludios op. 28 de Chopin por Alice Sara Ott. ¡Estaban "escondidos" en un CD titulados "Ecos de la vida"!... Sin comentarios.
EliminarDe entrada, no me parece de recibo interrumpirlos cinco o seis veces con piezas de otros autores: estos Preludios constituyen una unidad, y la continuidad se esfuma. Las versiones de Ott son atentas y cuidadosas, pero en mi opinión algo más comedidas de la cuenta: apenas hay tensiones o conflictividad en ellos.
Radio clasica es una basura y lo que es peor, radio 3, que me entretenía algo, esta tomando los mismos derroteros. Como bien nos dice aquí un amigo, peor estarían de ministros.
ResponderEliminarLa actual valoración negativa a Barenboim destaca mucho ya que Ritmo en otros tiempos fue muy favorable, mientras que Scherzo era muy crítica. Como ya hemos comentado en otras ocasiones algo tiene Barenboim que concita tantas reservas como aplausos apasionados. Pero a estas alturas ya nadie le puede discutir su posición entre los grandes de la dirección y del piano.
ResponderEliminarY sobre Radio clásica estoy con la opinión mayoritaria aquí de que ya no está en sus mejores momentos, muy evidente, pero por favor no la tomen con el programa de Amaya Prieto que tiene otros objetivos. Ese tipo de programas van mas dirigidos a un público muy popular, para gente solitaria, personas que se escuchan y recrean en pequeños dircusos, contar sus penas y alegrías, personas quizás necesitadas de atención y en ese sentido Amaya lo hace de maravilla.
Otro tanto diría de la revista Ritmo y su dependencia publicitaria. Los tiempos están siendo muy duros con todos los medios impresos desde la prensa diaria y el que subsista la revista decana de la música ya es un milagro.
Es bastante lamentable, pero me temo que llevas razón en todo esto.
EliminarEl Blu de Falstaff con Volle y Barenboim me ha encantado. También la escena. Me fío más de usted que otros.
ResponderEliminarRubén S.
Gracias, Rubén, por su confianza.
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