Barenboim: mucho Brahms, poco Haydn

 

Las 4 Sinfonías de Brahms en DVD

El sello Arthaus acaba de publicar en un doble DVD (¡no en Blu-ray!) las 4 Sinfonías de Brahms, filmadas en Buenos Aires el 13 y el 15 de julio de 2018. Conciertos memorables de Barenboim con la Staatskapelle Berlin, que obtuvieron un éxito arrollador.

El primer ciclo (Erato, 1994, con la Sinfónica de Chicago), aparte de no muy bien grabado, no estaba precisamente entre los mayores logros del director Barenboim. Casi un cuarto de siglo después, en 2017, venturosamente, volvió de la mano de Deutsche Grammophon a estas obras fundamentales, para alcanzar un logro muy superior, sin duda uno de los mejores ciclos sinfónicos brahmsianos en CD. Aparte de, quizá, el que mejor suena.

Al año siguiente le filmaron estas versiones que, ciertamente, se parecen mucho a las de los discos de DG, si bien aportan -como suele ocurrir en los grandes intérpretes- numerosos matices o detalles un tanto diferentes. Entre unas y otras ha cambiado la sala (de la Pierre Boulez de Berlín al Centro Kirchner de la capital argentina) y la ausencia antes o la presencia después de un público, por cierto ¡entusiasmado! Lo que no ha variado ha sido el equipo de grabación sonora: Friedemann Engelbrecht y Julian Schwenkner, de los Estudios Teldex de Berlín.

Hay varios aspectos interpretativos que llaman poderosamente la atención: Barenboim ha individualizado cada una de las Sinfonías más de lo habitual: sus caracteres se diferencian entre ellas más de lo que es costumbre. Asimismo impresiona la especialísima transparencia orquestal conseguida, sin perjuicio del sonido denso, robusto, profundo del empaste de conjunto, cálido y brahmsiano cien por cien: en esta diafanidad es seguro que las tomas de sonido son responsables en buena parte del éxito. Por otro lado, Barenboim maneja la agógica con una soltura, aparente espontaneidad y fluidez que es digna de asombro: hay que estar muy atento para darse cuenta, pues nada se fuerza ni es gratuito. Se pone en juego una sutilísima gama de tiras y aflojas, de acelerandos y ritardandos y de gradaciones dinámicas que recuerdan sin duda a Furtwängler: el de Buenos Aires se consagra como un maestro consumado del arte de la transición, lo que según su genial antecesor es el verdadero meollo de la dirección orquestal. También se consigue una riquísima paleta de claroscuros. El manejo de las tensiones es prodigioso en, por ejemplo, el primer movimiento de la Primera Sinfonía, seguramente la cumbre del ciclo, y acaso una y otra las más formidables que conozco, tanto la de audio como la audiovisual. Son versiones juveniles -ardientes, impetuosas- y, a la vez, maduras, hondas, reflexivas (cualidades del Primer Concierto para piano, sin ir más lejos), en la que los timbales juegan un papel preponderante (como un latido del corazón). El finale es en ambas ocasiones abrumador.

La Segunda, menos pastoral y placentera que en otras ocasiones (Giulini, Barbirolli), es, por el contrario, más dramática y amarga de lo que se frecuenta; ni siquiera la casi siempre exultante coda final se libra de cierta ambigüedad. De gran empuje los movimientos extremos, y excelsos los dos centrales de la Tercera, sin almibarar el Poco allegretto. 

La Cuarta posee un primer movimiento -que arranca al modo de Furtwängler, surgiendo casi de la nada, imperceptible- no tan combativo como en otras ocasiones, lo que me ha traído a la mente el dicho de Nietzsche aplicado a Brahms: “melancolía de la impotencia” (lo que no me parece peyorativo: no todos los grandes músicos poseen la determinación y la fuerza de Beethoven para luchar contra la adversidad). El Andante moderato continúa la senda del pesimismo. Pero en el scherzo Brahms, de alguna manera, recobra su mala uva y se rebela con sarcasmo contra su destino. En el finale, admirable a más no poder, el compositor recupera toda su rabia y fiereza tras atravesar por momentos de intensa pesadumbre y amargura.

Es de justicia manifestar, una vez más, que la Staatskapelle Berlin, como conjunto y por sus solistas, nada tiene que envidiar -en particular en el repertorio germano- a las orquestas más reputadas del orbe.

Estas versiones audiovisuales de Buenos Aires fueron accesibles gratis, por gentileza de la Staatsoper Berlin, en streaming durante el primer encierro de la pandemia. Conservo esas tomas en DVD de datos, y he podido comprobar con gran enfado que la imagen fue sensiblemente más nítida que la de los DVDs de Arthaus. El sonido, por suerte, no ha empeorado. No me puedo explicar qué demonios han hecho los técnicos al procesar esas imágenes. O sea, que no se ve mejor que el ciclo Brahms de Bernstein (DG), aunque claramente peor que el de Thielemann (DVD/Blu-ray de C Major). Este de Barenboim, desde el punto de vista interpretativo, resiste la comparación con el justamente célebre del director norteamericano, y es muy superior al del alemán.

AÑADIDO: ¡Más Brahms!

Hace unos días, el 15 y el 16 o el 16 y el 17 de diciembre ha hecho en Berlín dos programas camerísticos de Brahms interesantísimos: el primer día las 3 Sonatas para violín con Pinchas Zukerman, y el segundo las dos de viola (Zukerman) y las mismas dos en la versión de clarinete (con Jörg Widmann, nada menos). 

Haydn

A Brahms siempre, a lo largo de toda su carrera, le ha prestado Barenboim mucha atención: en cuanto a grabaciones, tiene muchísimas (no hay que olvidar todos los Lieder, bastantes de ellos en más de una ocasión). Sin embargo esa actitud contrasta con la poca que le ha prestado y le presta a Haydn, y no será porque no se le dé bien. Repasemos sus grabaciones: salvo las 6 Sinfonías “de París”, de 1973-74 (EMI), que en conjunto no son del todo satisfactorias, sí lo son, y de qué manera, pese a ser anteriores, el Concierto en Do mayor para cello (Du Pré) y la Sinfonía concertante (ambos de 1968). 

Cuando hizo para DG (1976-78) las 6 “Sturm und Drang” (44-49) ya demostró ser un haydniano de bandera. La No. 48 “María Teresa” que hizo en 1993 con la Sinfónica de Chicago (todo lo anterior fue con la English Chamber) es uno de los mejores Haydn de la historia del disco. Hace unos cinco años hizo el Concierto en Do con Soltani y, poco después, la Sinfonía 95 con la Filarmónica de Berlín: sencillamente antológicos. Y ahora acaba de hacer, con la Staatskapelle, una Sinfonía 104 “Londres” absolutamente extraordinaria. En una entrevista que le hice hace años en Salzburgo me aseguró que en su juventud había dirigido las 12 “Londinenses”, pero no hemos vuelto a saber nada de ellas. Una verdadera pena que no se prodigue más con el autor de La Creación.