Disco modélico de una maravillosa joven oboísta
Al ir a comentar el CD con los Conciertos para oboe de Mozart y Richard Strauss me he acordado de que tenía escrito un comentario sobre esta última obra, así que lo he revisado y lo cuelgo aquí a continuación del texto sobre el disco.
Hace tiempo que me había llamado mucho la atención esta oboísta de Linares (por cierto: ¿cómo es posible que surja en ese pueblo una chica con semejante inclinación?), cuando la escuchaba en la Orquesta del West-Eastern Divan. No pude escucharle, cuando aún era una cría, el Concierto de Mozart que tocó en Sevilla con ellos y su director, Barenboim, pero mis amigos más fiables me aseguraron que había sido una delicia.
Más tarde la he seguido en su posición de oboe solista en la Staatskapelle Berlin (son muy pocos los músicos que Barenboim ha atrapado de aquella orquesta para encajarlos en esta), y siempre me ha admirado; varias veces la he citado en este blog, y el colmo hasta ahora había sido su papel -el más solista de todos- en la Gran Partita para viento, K 361 de Mozart del año pasado, que me ha dejado literalmente pasmado.
El 8 de noviembre de 2021 le escuché en Madrid la Sinfonía “Heroica” de Beethoven, en cuya Marcha fúnebre tiene un muy destacado papel, intervención que elogié vivamente; al día siguiente pude escuchar cómo en los camerinos del Auditorio Nacional Barenboim le decía: “Cristina, siempre tocas de maravilla, pero lo de anoche fue especial”.
Por una entrevista que le hicieron a Cristina hace pocos meses en “Ritmo” supe que había grabado “los dos Conciertos para oboe más importantes” y supuse que eran los de Mozart y Strauss. Así ha sido, y el disco, Warner, acaba de ser publicado.
Pues bien, en estas dos comprometidas obras -que cuentan con una imponente competencia discográfica, a cargo de los mejores oboístas y de no pocas importantes batutas- están servidas por Gómez Godoy con un enorme despliegue de musicalidad, de buen gusto y de sensibilidad, con sonoridad de las más bellas que recuerdo y una técnica consumada: un fraseo de nitidez y un legato, por ejemplo, de ensueño.
Barenboim grabó el Concierto (K 314) de Mozart en 1976 (publicado por EMI en 1977) con la Orquesta de París a la que había llegado como titular en 1975, y con su oboe solista, Maurice Bourgue (partenaire habitual del enorme Heinz Holliger en numerosos discos), de sonoridad ciertamente maravillosa. Pero el conjunto orquestal francés, eminente ya en Berlioz o en Debussy, no estuvo del todo fino en Mozart. La dirección actual es sensiblemente mejor -Barenboim es ahora mejor mozartiano que nunca- y la Orquesta del West-Eastern Divan deja claramente atrás a la de París de entonces. Creo, en fin, que esta interpretación que acaba de publicarse es mi favorita entre las diez que tengo repasadas.
En cuanto al Concierto (1945) de Richard Strauss, una de mis obras predilectas de este compositor, es la tercera vez que lo graba Barenboim: más que ningún otro director (no conozco ninguno que lo haya hecho más de una vez), y podemos asegurar que son admirables las tres interpretaciones: con Neil Black, solista de la English Chamber (Sony 1977), a la que le asigné en mi lista particular un 9,5. Un 10 merecen en mi opinión las dos siguientes: la segunda es la de Alex Klein con la Sinfónica de Chicago de la que era solista (Teldec 2001). Las diferencias de enfoque entre las tres interpretaciones me parecen mínimas; lo único que percibo es que la dirección se ha aquilatado un poco más entre la primera y las dos siguientes, volviéndose algo más madura, cálida y entrañable aún. En definitiva, un disco corto de duración pero absolutamente extraordinario (suena que da gloria: Sala Pierre Boulez de Berlín, Estudio Teldex, julio y agosto de 2019), y una oboísta a seguir con atención.
Richard Strauss: Concierto para oboe y pequeña orquesta, en Re mayor, AV144
Las últimas composiciones orquestales de Richard Strauss, las de entre 1935 y 1946, fueron en una ocasión descritas irónicamente por el propio músico como “ejercicios para la muñeca de mi mano […], trabajos de taller para que mi muñeca derecha, que ya apenas dirige orquestas, no se anquilose definitivamente”. Sin embargo, se inscriben entre estas composiciones títulos como Metamorfosis, el Segundo Concierto para trompa, el Dúo-Concertino para clarinete y fagot y este Concierto para oboe, no muy conocidos por el público melómano, pero de enorme valor musical: todos ellos tienen en común la aparente sencillez y economía de medios o, en cualquier caso, la renuncia expresa a toda opulencia orquestal -en un compositor que había llegado más lejos que nadie en esa característica-. En esos años finales se repliega a un conjunto siempre reducido, renunciando a las amplitudes, a todo rastro de retórica, de grandilocuencia o de pretensiones.
Lo primero que Strauss compuso en su retiro o exilio suizo en Baden, el año 1945, fue el Concierto de oboe, a sugerencia del entonces joven primer oboe de la Orquesta de Filadelfia, John de Lancie (1921-2002, movilizado en Centroeuropa), quien lo ha contado así: “Durante una de mis visitas a Strauss, le pregunté si, en vista de los numerosos y bellos solos para oboe presentes en casi todas sus obras, nunca había considerado la posibilidad de escribir un concierto para oboe. Contestó que no, y no volvió a haber más conversaciones sobre este asunto. Luego Strauss le diría a un músico amigo mío que que la idea le había prendido tras aquella observación mía”. En 1948, Strauss sometió la partitura a una, al parecer somera, revisión. Previamente, el 26 de febrero de 1946, fue estrenado en Zúrich por Marcel Saillet y la Orquesta Tonhalle dirigida por Volkmar Andreae.
La obra -orquestada para corno inglés y parejas de flautas, clarinetes, fagotes y trompas, más la cuerda- se articula en los tres movimientos habituales, pero como están encadenados y aparecen en ellos temas y motivos comunes, la forma se aproxima a la del Kontertstück (pieza de concierto), aunque de duración -unos 25 minutos- algo mayor. El Concierto comienza, casi imperceptiblemente, con una especie de mordente de cuatro notas en la cuerda grave: motivo del que se extraerá buena parte del material de toda la partitura. La primera frase del oboe consta de 56 compases sin pausa: un anticipo de las dificultades con las que se habrá de enfrentar el instrumentista, al que sin embargo apenas se le pone a prueba en escalas veloces. Este “Allegro moderato” inicial, en forma de sonata un tanto libre sobre dos temas principales, es pródigo en diálogos, de intimismo camerístico, del oboe con la flauta y el clarinete, haciendo pensar en un Mozart un siglo y medio posterior. Se insiste a menudo en lo que de retorno a Mozart, su compositor predilecto, tienen estas últimas partituras concertantes de Strauss, lo que es verdad solo en cierto sentido, pues esta sencillez esconde pero revela una anterior complejidad sin la cual ella no habría sido posible.
Casi inadvertidamente empieza el movimiento lento, un “Andante” a modo de larga aria cantada sin respiros por el oboe, del que Strauss sabe extraer multitud de posibilidades tímbricas y melódicas: es como una elegía de carácter otoñal y cuyo material procede, más o menos encubiertamente, casi por completo del movimiento anterior. Contiene reminiscencias de su ópera postrera, Capriccio (1942) y tiene puntos en común con los maravillosos Cuatro Últimos Lieder (1948). El final, más o menos un rondó introducido mediante una cadenza del solista, mira aún más abiertamente al Clasicismo; se abre con un tema de profunda y luminosa alegría, fresca, sincera y a primera vista sorprendente en un compositor octogenario. A esta sección, “Vivace”, y tras una cadencia que hace pensar que se llega a la coda, sigue inesperadamente otro episodio, “Allegro”, de un aire que transfigura el recuerdo del Barroco, que enlaza, ahora sí, con la coda, en un aire de animado vals (¿o siciliana?), concluyendo la obra con el motivo inicial invertido.
El Concierto, de ambiente predominantemente otoñal y melancólico pese a su alegre conclusión, debió de ser muy entrañable para el compositor, que incluyó en él, muy sutilmente disimuladas, citas de algunas de sus obras más queridas: Till Eulenspiegel, Don Quijote, la Sinfonía Doméstica y Ariadne auf Naxos. No solo es probablemente el más bello de los conciertos de Strauss, sino además el mejor concierto de oboe del siglo XX, o tal vez de cualquier siglo.
Excelentes comentarios del disco y de la obra de Strauss. Gracias.
ResponderEliminarSabrá, me imagino, que Barenboim ha sido operado de la espalda y que tardará al menos un par de semanas en volver a actuar, ¡ojalá que pueda dirigir el Requiem de Verdi que tiene previsto para primeros de marzo con la Filarmónica de Berlín!. RUDOLF.
No sé si estará listo para marzo. Yo he leído que va a tardar bastante en recuperarse y poder seguir con su actividad musical. A ver si no es así y vuelve pronto. De momento, nos espera en marzo el disco de Encores en piano grabado en la sala Pierre Boulez y una nueva grabación de la sinfonías de Schumann.
EliminarUn saludo
Veremos.
Eliminar¿Cuál o cuáles de las versiones del concierto de oboe de Mozart eran las que más le gustaban hasta ahora, si no le importa decírmelo? A ver si hay suerte y la tengo... PIEDRA.
ResponderEliminarNo tengo puntuadas más que ocho grabaciones, y de ellas las que más me gustan son la de Gerhard Turetschek con la Filarmónica de Viena y Böhm (DG 1975) y la de Heinz Holliger con la Academy St Martin y Marriner (Philips 1984). La de Gómez Godoy y Barenboim la situaría hoy en primer lugar, ligeramente por encima de esas dos.
EliminarSin duda, los dos conciertos reseñados son la cumbre en el repertorio de oboe, especialmente el de Mozart que marca un antes y un después en el repertorio de este instrumento. En el Barroco Telemann, Vivaldi, Zelenka, Platti, Albinoni,etc, escribieron numerosas de obras para oboe. Lo propio hicieron Lebrun, Hummel, Cimarosa.. en el Clasicismo. Pero es el concierto para oboe en do mayor de Haynd (con dudas en su autoría por una especulación histórica), uno de los más relevantes de este periodo. El oboe que está considerado como el instrumentos más difícil de tocar!. Dentro de sus variedades en los modelos francés, vienes (con peculiaridades distintas), existen multitud de marcas Buffet, Rigoutat, Loree, Marigaux, que eligen los instrumentistas en función de su criterio personal e intereses económicos de patrocinio, en muchos casos. Por último señalar la gran versión de Schellenberger ( Conciertos para oboe, Mozart, Bellini, Strauss) DG, 1990.
ResponderEliminarGracias por tu interesante información; en lo que no estoy de acuerdo es en que el de Mozart sea superior al de Strauss; yo opino lo contrario.
EliminarLa importancia del concierto para oboe de Mozart (1777) radica en que supuso un auténtico hito en las posibilidades técnicas y expresivas del instrumento. Fue revolucionario en su época!. Marcó un antes y un después en el repertorio de oboe. Compararlo con el de Strauss (1945), por estilo y época, quizás no sea del todo acertado, independientemente del criterio y gusto de cada cuál!. No obstante todo es posible. Hay músicos y oboistas formados que consideran el concierto para oboe de Joseph Haynd (1790), HbVIIg:C1 igual o incluso superior al de Mozart...
EliminarNo dudo del hecho de que el Concierto de oboe de Mozart supusiera un gran avance en el tratamiento del instrumento, si bien hay unos cuantos conciertos anteriores (los no pocos de Vivaldi, entre ellos) que obtienen considerables posibilidades del oboe. En el conjunto de la obra de Mozart dista de ser comparable a sus grandes conciertos para piano o el de clarinete.
EliminarEl de Haydn, por cierto, sea o no suyo, me parece estupendo (¡y es casi desconocido!).
El de Strauss es para mí una obra crepuscular de extraordinaria belleza y emotividad, así como producto de una sabiduría esencializada: para mi gusto, el mejor que conozco para este instrumento.
Gracias, Ángel.
ResponderEliminarEl CD todavía está en pre-order en Amazon de USA. Ni bien salga, lo encargo. Esta música sí tiene corazón.
Entonces en Europa ha salido semanas antes que en Estados Unidos.
EliminarYo pude adquirir el CD el pasado sábado en el Corte Inglés de Cádiz. Estoy de acuerdo, como casi siempre, con las opiniones de Don Angel. Y asistí al concierto de Cristina G.G. con Barenboim y la W.E.Divan en Sevilla en enero de 2015 y, efectivamente, fue magnífico.
EliminarTotalmente de acuerdo con usted en que el concierto para oboe de Strauss es una obra maravillosa.
ResponderEliminarLe recomiendo dos versiones no incluidas. Una del oboista de la orquesta del Concertgebouw (un ruso de apellido impronunciable que toca olimpicamente) con su admirado Andris Nelsons.
La otra con Meyer, el oboista de la Fil Berlin, con su menos admirado Thielemann.
Las dos son fantasticas en mi opinion y quizas superan las versiones mencionadas por usted.
Un saludo
Gracias por sus recomendaciones. Conozco, y me gusta un montón, la versión de Nelsons, pero de la otra no tenía noticia. Meyer es, sin duda, excelente, aunque hay otros oboístas que me gustan más aún. Y Thielemann tiene en Strauss al compositor que mejor dirige. A ver si encuentro esta última versión.
EliminarPerdón, no es Meyer, sino Mayer (Albrecht Mayer): ambos apellidos se pronuncian igual. No, no encuentro ese disco.
EliminarPerdon, no es un disco, esta en la digital concert hall.
ResponderEliminarY se me ha olvidado decir que tengo muchas ganas de escuchar la version de Barenboim y Cristina Gomez Godoy
Gracias