Un pequeño álbum conmemorativo: Schumann, Berlioz, Brahms, Mahler y Tchaikovsky
La plataforma de streaming de la Orquesta
Filarmónica de Berlín celebra su 15º cumpleaños con la edición de un precioso
álbum con dos DVDs y dos Blu-rays (unos y otros contienen lo mismo). La
selección de las obras es un tanto extraña y ecléctica, pero contiene alguna
interpretación de indudable valor, así como una primicia absoluta.
Esta última figura como bonus. En mayo de 2008
se produjo un incendio en el techo (¿o en el tejado?) de la sede de la Orquesta
Filarmónica, la Philharmonie de Berlín, y el concierto programado para pocos
días después hubo de trasladarse a toda prisa a la Waldbühne (ya saben, el gran
escenario al aire libre situado, como su nombre indica, en medio del bosque que
rodea la capital alemana), donde tuvo lugar el 24 de mayo de 2008. Se trataba
del Te Deum de Berlioz dirigido por Claudio Abbado. Es la
tercera versión que se ha publicado, en diferentes formatos, de esta
composición por este director, aún delgado y con no muy buena cara tras la
grave crisis sufrida por su enfermedad. Las dos versiones anteriores a que me
refiero son la de audio de DG 1982 con el tenor Francisco Araiza, Coros de
Londres y la Orquesta Juvenil de la Comunidad Europea, y la de vídeo (DVD) del
sello Arthaus en 1992, con José Carreras, Coros de Viena, Praga y Tolz y la
Orquesta Filarmónica de Viena.
Esta tercera versión ahora publicada abunda de nuevo
en la extraordinaria calidad de la dirección del milanés. Parece que es una
composición por la que sentía especial aprecio. En 2008 contó con un tenor muy
flojito, Marius Brenciu (menos mal que su intervención se limita al “Te ergo,
quaesumus”), con la organista Iveta Apkalna (en las dos anteriores había sido
Martin Haselböck), Coros de Berlín y Múnich, y, por supuesto, con la
Filarmónica berlinesa. Lo del órgano, por cierto, me ha dejado pasmado: en
la Waldbühne no hay tal instrumento,
pero, sin que se viera más que el teclado (¡los tubos no aparecen!), lo cierto
es que el “instrumento rey” sonó mucho y muy bien (me imagino que a través de los
grandes altavoces o columnas que se ven delante de la orquesta), pero ignoro
cómo puede hacerse técnicamente eso, sin tubos. Versión cálida, intensa,
apasionada y grandiosa, como claramente pide Berlioz.
Del mismo año 2008 (del 29 de agosto) es la Tercera
Sinfonía de Brahms por Simon Rattle. Algo decepcionante la versión,
tirando a rápida pero sin que esto se traduzca en mayor tensión, sino todo lo
contrario: en el primer movimiento, sobre todo, donde hay varias transiciones no
muy bien enhebradas. Solo el “Andante” me parece bastante bien conseguido. Es
curioso, de los Brahms que le conozco a Rattle (entre otros las cuatro
Sinfonías) solo me convence plenamente en el Primer Concierto para piano,
tanto en Atenas como en Berlín. En esta orquesta es difícil destacar a algún
instrumentista, pero en este caso está muy justificado hacerlo con el trompa
Radek Baborák.
La Primera Sinfonía de Mahler por Zubin
Mehta que se nos ofrece es del 2 de octubre de 2011, y contiene (tras el
movimiento inicial) el “Blumine” que luego el autor retiró, y que rara vez se
incluye. Creo que este episodio, algo empalagoso, no mejora la Sinfonía, la que
menos me gusta de su autor (coincido aquí con Klemperer y Karajan: me parece
tirando a vulgar, poco sincera y de un efectismo desmesurado). Creo también que
esta no es la mejor interpretación de las que ha grabado Mehta, al que solo
parece motivarle aquí de veras el aparatoso finale.
Ocho años posterior, del 9 de marzo de 2019, es la Quinta
Sinfonía de Tchaikovsky por Kirill Petrenko. Versión
globalmente bastante apresurada -se salva, y sale muy bien, el “Andante
cantabile”-, me ha defraudado de ella sobre todo el primer movimiento, con un
clímax algo histérico. El actual director titular sigue pareciéndome una batuta
tremendamente capaz, pero un músico no poco desconcertante, que solo me
ha convencido plenamente en varias obras (óperas, sobre todo) del siglo XX. Y
hay algo que, aunque no tenga importancia, me pone un poco nervioso: ¿por qué
sonríe casi constantemente?
La toma más reciente es de este mismo año, del 7 de
enero de 2023. Se trata del Concierto para piano de Schumann por Martha
Argerich y Daniel Barenboim, en la primera vez que aparecían juntos
con la Filarmónica de Berlín. Lo que de entrada llama la atención es el
asombroso estado de los dedos de la pianista de Buenos Aires. Salvo algún
pasaje un poco demasiado veloz, casi mecánico, su interpretación, cuajada de
frases memorables, es de un lirismo de la mejor ley, de gran ternura. Una vez
más, me parece que Schumann es el compositor en el que más acierta. La labor de
Barenboim, que dirigió sin partitura (¿no decían algunos que desde el último
Concierto de Año Nuevo había perdido la memoria?), fue tan lírica (Eusebius:
qué inolvidable, excelsamente cantado, movimiento lento) como apasionada
(Florestán), y, por cierto, nada morosa (15’23”, 5’37”, 10’51”). En el finale,
es curioso, se tiene la sensación en varios momentos de que él trata de frenar un
poco el tempo de Argerich, mientras ella trata de convencerlo de que
corra un poco más. Amigos desde su infancia en la capital argentina, y que han
actuado juntos en innumerables ocasiones, la verdad es que suelen entenderse de
maravilla.
Todas las tomas de sonido del álbum, incluso la del Te
Deum, son más que buenas; esta última es, con cierta diferencia, la mejor
(¿será que van mejorando conforme pasan los años? Ojalá).
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