La mejora "técnica"
Con el aumento progresivo del número de orquestas de
gran profesionalidad y nivel que se ha producido últimamente ha ido disminuyendo
en paralelo la personalidad de las mismas. Es evidente que hace 60 o 70 años,
en los siguientes al final de la segunda gran guerra las mejores
orquestas del mundo eran mucho menos buenas -sobre todo mucho menos seguras o infalibles- que ahora, como puede comprobarse claramente en las grabaciones
de finales de los 40 o de los 50 del siglo pasado, incluso con los directores
más reputados de entonces. Pero no es ya que esas de la élite mundial sean
ahora mejores y mucho más fiables, es que actualmente hay -en mi opinión,
claro- un buen puñado de ellas que superan a las tres o cuatro más reconocidas de
aquellos tiempos.
Supongo que la principal razón es que hay un número
mucho mayor de instrumentistas de alta cualificación que entonces. Otro motivo
es, sin duda, la técnica más acabada de muchos de los directores punteros de
las más recientes generaciones, lo que se traduce en un dominio superior de las
posibilidades de ejecución de los conjuntos orquestales a cuyos podios se
suben.
Otro asunto muy diferente es que las generaciones
áureas de los directores nacidos a finales del XIX y en el primer tercio del
siglo XX no se dan ahora mismo, donde abundan los batuteros (perdón por
la expresión, que espero no sea demasiado negativa) de excelente técnica directorial, pero
donde escasean los de fuerte personalidad y dotes artísticas de primer
orden. Seguramente varios de los jóvenes de ahora mismo lleguen a ser con el
tiempo grandes maestros, pero hoy por hoy hay pocos nombres que sean auténticas
luminarias.
La personalidad sonora
Volviendo a las orquestas: hace pocas décadas era
todavía bastante fácil reconocer por su sonido varias de ellas. Y no solo se
debía a las salas donde grababan, algo que también influía en la sonoridad que
se percibe en sus discos: ahí está la seca, amojamada, casi desabrida sonoridad de la Sinfónica de la NBC de Arturo
Toscanini, a quien al parecer satisfacía ese tipo de sonido (por tanto, en
parte él mismo era responsable final de esos resultados. Para poder hacer esta
afirmación no hay más que recurrir a unas pocas grabaciones suyas con la
Orquesta de Filadelfia o la Philharmonia, a las que nebeciza un tanto).
Bueno, lo cierto es que hoy hay varias decenas de
orquestas estupendas, aunque sea cada vez más difícil distinguirlas por sus
peculiaridades sonoras. El incesante tráfico de músicos de unas a otras
influye en la uniformización sonora, al mismo tiempo que se diluyen poco a poco
las características específicas de las escuelas de instrumentistas de
determinados países (las cuerdas rusas o belgas, las maderas francesas, incluso
los metales soviéticos). Mientras antaño era fácil reconocer a varias de ellas,
hoy hay que andarse con pies de plomo para averiguar qué orquesta es la que
está sonando. Hace unos pocos años me llevé un gran chasco al escuchar una obra
sinfónica de primera magnitud, extremadamente crítica para juzgar la calidad de
una formación: creía estar escuchando la London Symphony y resultó ser… ¡la
Saito Kinen de Japón! Bien pensado, es que, dentro de un nivel de calidad
similar, hoy se hace difícil muy a menudo reconocer, distinguir unas de otras.
Por suerte, aún hay unas pocas orquestas todavía
bastante reconocibles; son precisamente las mejores, o sea la Sinfónica de
Chicago, la Filarmónica de Berlín, la Concertgebouw de Amsterdam y, sobre todo,
la Filarmónica de Viena, que es la más impermeable a acoger a músicos de
formación no vienesa.
¿No es lo que era?
Más de una vez he oído decir que esta orquesta “no es
lo que era”, que su edad de oro ya pasó. Puede que tomen como referencia las
grabaciones que hicieron con ella en los años 70 y 80 directores excepcionales
que se entendían con ella a la perfección y le extraían lo mejor de lo mejor: Karl
Böhm, Sir John Barbirolli, Herbert von Karajan, Sir Georg Solti, Leonard Bernstein o Carlo Maria
Giulini. Y si ahora la Filarmónica de Viena no suele sonar tan
maravillosamente bien como en esos discos se debe en primer lugar a que
prácticamente no hay directores de ese calibre que la frecuenten, sobre todo en
disco. Pero precisamente en las últimas semanas he reescuchado algunas tomas
dirigidas en los últimos años por el para mí más grande artista vivo de la
batuta, Daniel Barenboim, en las que en mi opinión suena al más alto nivel que
yo recuerde de esta centuria. Invito a quienes puedan a escucharlas y comprobar si llevo o no razón.
Y estas son Ma Vlast de Smetana en Praga en
mayo de 2017, una grabación no comercializada pero que por su alta calidad
técnica podría (¡y debería!) serlo. Comparando las inmediatamente posteriores
del mismo maestro con la Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall) y la Sinfónica
de Chicago (toma privada de muy buena calidad), la sonoridad de la de Viena
sobresale por encima de las de estos otros dos formidables conjuntos. Más: en
el Concierto de Año Nuevo de 2022 (ya saben, ese en el que según algún ignorante
crítico que lleva décadas escuchando música sin enterarse de nada, “Barenboim
simplemente NO dirigió”) no hay más que escuchar (preferiblemente en blu-ray) Morgenblätter,
la obertura de El Murciélago, Las mil y una noches, Música de las esferas
o el mismo Danubio azul para comprobar la sonoridad excelsa de los violonchelos, la profunda densidad de los contrabajos, o, en los violines, plateada, sedosa e incluso aterciopelada. Sonoridades que en
nada envidian a lo logrado por Karajan en su segundo Rosenkavalier, por
poner un solo ejemplo supremo. Y en cuanto a elocuencia, virtuosismo y poderío -por
no hablar de entrega, como si les fuera la vida en ello- baste escucharles la Quinta
Sinfonía de Beethoven del 5 de junio de 2020, primer concierto los Wiener
Philharmoniker tras el confinamiento por la covid.
Me ha encantado esta entrada, y estoy totamente de acuerdo con ústed. ¿Conseguiremos escuchar estas orquestas de tanto nivel con directores con personalidad? ¿Merece la pena esa política de la filarmónica de Viena que le permite ser única? La música es apasionante.
ResponderEliminarGracias. Yo creo que si la orquesta es buenísima, como es el caso, sí que merece la pena hacer lo posible por conservar una sonoridad "propia". Pero es una pena lo poco que graba esta Orquesta, sea en audio o en vídeo, en los últimos años. Y tampoco tiene, como sí lo tiene la de Berlín (Digital Concert Hall), un canal en streaming.
EliminarEn todo caso, la Filarmónica de Viena hace menos conciertos que representaciones de óperas (la Wiener Staatsoper u Ópera Estatal de Viena).
Yo también lo creo. De hecho, creo que es más importante de lo que parece. Y es lo que fidelizaría a un público. Como pasaba hace años. Y desde luego que sería estupendo que la Filarmónica de Viena tuviera algo equivalente a Digital Concert Hall, que ya emite con una calidad de audio estupenda.
EliminarCada vez es más complicado reconocer el sonido de la Filarmónica de Viena en sus grabaciones, que sale sólo con unos pocos directores elegidos. Quizá porque seguramente éstos trabajarán más, o simplemente no se conforman con el primer resultado que la Filarmónica de Viena les puede llegar a ofrecer. Desde esta perspectiva, la comparación que tendría interés es comprobar si, cuando la Filarmónica de Viena grababa con directores más modestos, llegaba al mismo nivel, (pienso en el Bruckner de Horst Stein, el Beethoven de Schmidt-Isserstedt o el Mendelssohn de Gardiner).
ResponderEliminarPero eso tiene una vertiente positiva, y es que esta Filarmónica de Viena actual también es más maleable que antes. La dirección de Sir Georg Solti en El oro del Rin o Electra sorprende todavía hoy porque el sonido que consiguió el húngaro no era el que mostraba la Filarmónica de Viena en aquella época, al menos con carácter general. Y también aquí algunos directores de hoy pierden oportunidades. Se me ocurre por ejemplo el ciclo Beethoven de Andris Nelsons, que tendió a recrearse demasiado en la sonoridad vienesa…
Tienes razón en lo que dices de esas grabaciones de Solti, que logró de los músicos lo que él pretendía, y que iba casi a contracorriente. Los directores "más modestos" a los que te refieres obtuvieron en ocasiones sonoridades muy hermosas, y no relamidas. El problema de ahora es que apenas conocemos grabaciones de gran fuste: ni Thielemann, ni incluso Nelsons creo que obtienen lo más deseable de esta orquesta. Por eso he puesto esos ejemplos de Barenboim, que sí obtienen en mi opinión lo mejor de lo mejor.
Eliminar¡Exactamente! Esa es. Podría haber un error en la fecha que he dado, pero debe de ser en todo caso muy próxima.
ResponderEliminarParece lógico pensar que el mundo globalizado en el que estamos inmersos ha restado cierta identidad a las grandes orquestas. No obstante, algunas de ellas, siguen condicionadas en cierto modo por la tradición, contexto histórico, calidad de sus músicos, directores y también, me parece importante, por el repertorio al que presentan mayor afinidad. La OFV, es cierto, representa el ejemplo más singular al respecto, tratando de mantener su identidad centenaria y sus instrumentos de características propias ( oboe y trompa). Resulta curioso que la mayor calidad de las orquestas actuales no se vea acompañada de directores tan extraordinarios como muchos de los que ejercieron el siglo pasado. Grandes directores que no fueron meros preparadores de orquestas, sino enormes directores y grandísimos músicos capaces de CREAR. Como contradicción decir que esta homogeneización de las orquestas modernas no se da en el mundo de los instrumentos originales, en el que las agrupaciones puede beber de diferentes fuentes , de distintas escuelas, utilizando criterios "diversos" a la hora de abordar repertorios.
ResponderEliminar¿Esa impresión no será debida a la compresión dinámica que irremediablemente presentará YouTube? En la toma que yo tengo, de alta calidad de imagen y sonido (es un DVD de datos) el dicho crescendo es ¡impresionante!
ResponderEliminarPuede ser. No tengo el DVD.
ResponderEliminarLa obra que precedió en el programa a esa Quinta de Beethoven, el Concierto 27 de Mozart (tocado en su nuevo piano), también la pude haber puesto como ejemplo: ¡la orquesta estuvo igualmente sublime!
ResponderEliminarPerdón. ¿Sabéis si se puede conseguir dicha obra en formato físico, o si está en qobuz?
ResponderEliminarNo. Es una lástima que a acontecimientos como este no se pueda acceder así como así. Lo que yo tengo en DVD (si no mal recuerdo la Filarmónica de Viena dejó descargarlo libremente durante la pandemia) es de muy buen calidad técnica.
ResponderEliminarMe da la impresión de que la Filarmónica de Viena es especialmente sensible a las batutas; necesita que un director con carácter e ideas claras los estimule. Esto les ocurre a todas, pero quizá se aprecia más de lo habitual en ella.
ResponderEliminarCon algunos directores da la impresión de que se aburren: uno de los puntos más bajos y grises que se me ocurren de los últimos tiempos son las tres últimas Sinfonías de Tchaikovsky con Gergiev. Pero bastante antes, hubo síntomas inquietantes de grisura y desgana: baste escuchar las 21 Danzas húngaras de Brahms por Abbado (DG 1982), director no precisamente carente de técnica. Poco después escuché esas Danzas a Iván Fischer con la Orquesta del Festival de Budapest (Hungaroton 1985) y la orquesta húngara ¡sonaba mucho mejor!
Hay que tener en cuenta que Fischer, en ese repertorio, jugaba en casa -aun así está mejor que en su posterior grabación en Philips, realmente tuvo un gran día en el 85-, pero sí que es cierto que aquel disco, del que los viejos tanto esperábamos en su momento, es uno de los más flojos y pálidos de la Filarmónica de Viena; yo se lo achaco a un Abbado que por entonces parecía un tanto desnortado y que con Brahms nunca acabó de acertar (no sé qué pensará usted).
EliminarTe doy la razón en lo que dices. Y sí, también me llevé un buen chasco cuando Iván Fischer pinchó al repetirlas para Philips.
EliminarEn mi caso,nunca olvidare el sonido aterciopielado de sus cuerdas en los conciertos que dio en el Colon de Buenos Aires con la batuta del insigne Lorin Maazel(1985),sigue siendo hasta el dia de hoy la mejor orquesta que he escichado en los confines del mundo(Buenos Aires).muiy distinto a Chicago,Cleveland(tambien con Maazel),Filadelfia(Muti)New York(Metha,Masur)esta ultima con Metha,fue su sonido de una brillantez unica(La Valse,Obertura de Rienzi y 1º de Mahler y de bis danza eslava nº 1 y "Star and Stripes forever",cuando vino Masur toda esa brillantez habia desaparecido,volviendo a Viena en su ultima visita con el mejor producto de marketing,(me refiero a Dudamel)era una orquesta mas.........
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